lunes, 16 de mayo de 2011

Seis desacuerdos entre la sociedad y el presidente

Seis desacuerdos entre la sociedad y el presidente
Sabina Berman
1.

La guerra del presidente ha sido contra los grandes criminales del país. Replica el nuevo movimiento civil: la guerra que necesitamos debiera ser por la seguridad de los ciudadanos.

La diferencia es semántica, como ha insistido en señalar el presidente a últimas fechas. Pero trasciende la semántica. Implica un cambio de objetivo para la guerra y por tanto pide una nueva estrategia. Una nueva estrategia con el énfasis no en matar criminales sino en impedir que los criminales dañen a la población civil.

Es asombroso, luego de billones de dólares gastados en esta guerra, no se ha creado un solo mecanismo de protección para los civiles.

2.

La seguridad de los ciudadanos será un corolario de la captura de los grandes capos, ha prometido el presidente. No es así, dicen los ciudadanos: El factor que determina la inseguridad actual es la ausencia de justicia.

O para parafrasear el documento que se leyó en el mitin recién ocurrido el 8 de mayo en la Plaza de la Constitución de la Ciudad de México: El Estado no puede seguir pretendiendo que el hecho de que el 98% de los crímenes del país quedan impunes, no es el factor determinante de la inseguridad.

Cuestión aritmética: 98 de cada 100 delincuentes pueden volver a delinquir. Cuestión probabilística: Si es casi seguro que un crimen no será castigado, la tentación de delinquir, cuando emerge en un civil, es casi imbatible. Cuestión moral: Cuando en una sociedad el daño al prójimo sistemáticamente no es castigado por la autoridad, la distinción entre el bien y el mal se desvanece.

Sin una regeneración del sistema de justicia, cualquier guerra contra el crimen será inservible.

3.

Los malos, ha explicado el presidente a un grupo de niños, el recién pasado Día del Niño, están ahí afuera y los estamos combatiendo los que gobernamos. Replica el movimiento ciudadano: Los malos están también adentro de las instituciones de gobierno.

Es consabido. Durante el siglo XX, en México los transgresores de la ley operaron con la anuencia, la cooperación y el beneficio de personas concretas que ocupaban puestos de autoridad del Estado. Recientemente, con el debilitamiento del autoritarismo, el equilibrio varió: Ahora los malos de afuera de las instituciones, ya sean los narcos o los señores del gran dinero, transgreden la ley ordenando a las “autoridades” las formas de su complicidad.

De ahí la exigencia del movimiento ciudadano de suspender los fueros entre los funcionarios y ejercer la justicia también entre ellos. ¿Cuántos gobernadores han sido juzgados por su cooperación o anuencia ante el crimen? ¿Cuántos alcaldes? ¿Cuántos congresistas o jueces? Ninguno. Ninguno. Ninguno.

4.

Esta guerra, ha dicho el presidente, es para limpiar a México de malhechores. Contesta el movimiento ciudadano que encabeza Javier Sicilia: Esta guerra donde mexicanos matan a mexicanos, es el síntoma de una enfermedad antigua y esparcida por la sociedad entera.

Una enfermedad que deriva de la impunidad. De la pobreza. De la desigualdad económica. De la falta de crecimiento económico y por tanto de oportunidades. De una educación inepta. De un bien común raquítico. Y del aislamiento de la sociedad civil de las decisiones públicas.

Así el Estado opere contra los síntomas de la enfermedad, debe atender sus causas profundas.

5.

Tengan paciencia y comprensión, ha pedido el presidente a los civiles. Los civiles replican luego de cuatro años de guerra: Basta ya de soluciones puramente balísticas donde somos el paisaje para los fuegos cruzados, las víctimas colaterales, los muertos anónimos que se cifran en números abstractos, los receptores mudos de spots, los votantes engañados por la propaganda de cada seis años.

La democracia no es tal sin que los civiles tengan a su disposición correas de transmisión con sus representantes. Por ello la exigencia de figuras como el referendo, las candidaturas independientes y la reelección de alcaldes y legisladores.

6.

Esta guerra se gana con metralletas, granadas y tanques, que destruyan al cabo de cinco o siete años al enemigo, ha dado a entender el presidente. Esta guerra, corrige el movimiento ciudadano, se gana construyendo otro país sobre los destrozos de aquel en que habitamos.

Consideremos este momento como el de una emergencia nacional, pide Javier Sicilia. Como él lo ha hecho con su tragedia personal, démosle sentido a los 40 mil muertos de esta guerra dejándonos invadir por la urgencia del cambio.


(*) Este texto se publica en la edición 1802 de la revista Proceso, ya en circulación.

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