martes, 30 de noviembre de 2010

ENCUENTRO POR LA SALUD POPULAR LAICRIMPO 20

Jóvenes, sector marginado del modelo social dominante

No sólo son excluidos de educación y empleo, sino de acceso a vivienda y cultura: Pablo Yánez
La pobreza de tiempo para su desarrollo les impide construir su plan de vida: Martí Batres

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Un joven realiza acrobacias mientras la luz del semáforo permanece en rojo y así gana unos pesos para subsistir. Imagen captada en avenida Parque LiraFoto Francisco Olvera
Bertha Teresa Ramírez
 
Periódico La Jornada
Martes 30 de noviembre de 2010, p. 36
 
Con miras a aplicar las políticas que se requieren en la ciudad de México para atender a la población joven, sobre la cual se ciernen amenazas como las economías informal e ilícita, que buscan reclutarla, académicos de diversas instituciones educativas y funcionarios del gobierno capitalino analizan las condiciones de ese sector de la población en la capital del país.

En el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante el foro La situación de las y los jóvenes en el Distrito Federal, Pablo Yánez, director del Consejo Evaluación del Desarrollo del Distrito Federal, expuso que los jóvenes no sólo enfrentan problemas de exclusión de escuelas y empleos, sino de acceso a la vivienda, a la cultura, a la recreación, entre otros. Dijo que "40 por ciento de los jóvenes en la ciudad no conoce el mar".

Abundó que el modelo social dominante, el cual desvalora el trabajo, reduce los derechos sociales y profundiza la exclusión social, ha golpeado muy particularmente a la juventud, porque los jóvenes llegaron a esta edad arrastrando el proceso de desmantelamiento y debilitamiento de todas las instituciones de protección e inclusión social.

Esta situación de pobreza alcanza también a los que estudian y trabajan, pues existe un profundo debilitamiento del vínculo entre la escolaridad y el ingreso. Indicó que es falso que baste con acumular capital humano vía educación para garantizar mejores empleos y mejores ingresos a los jóvenes, pues si no hay una modificación en los mercados de empleo, lo que estamos teniendo son jóvenes con más estudio y el mismo nivel de pobreza, aseveró.

Indicó que 50 por ciento de las personas desempleadas en la ciudad no es por falta de capacitación; tienen educación superior o media superior, pero carecen de empleos acordes con el nivel de escolaridad. Por eso, uno de los métodos es articular la política social con la económica y la educativa.

Una de las consecuencias de la falta de una política integral para los jóvenes sería la pérdida de cohesión social, que haya grupos de jóvenes que puedan sentirse atraídos por el crimen u otras opciones delictivas, añadió.

El titular de la Secretaría de Desarrollo Social del gobierno de la ciudad, Martí Batres, señaló que aunado a la falta de acceso a la educación y el empleo, dadas las características del tránsito en la ciudad, de los subempleos temporales, de la volatilidad de los ingresos que obtienen de éstos, de las responsabilidades familiares tempranas, los jóvenes enfrentan una pobreza de tiempo para su desarrollo personal, cultural, inclusive de falta de tiempo para sus seres queridos, lo que contribuye a que no puedan construir con certidumbre su plan de vida.

En la miseria es difícil construir una orquesta de música; no tienen la posibilidad de ir al cine, el teatro está vetado para los jóvenes, el cine pasó de ser un espectáculo para los jóvenes a uno de clases medias. Cuando en esa etapa de la vida el cine es una forma de conocerse.

Batres señaló que ante estas condiciones, los jóvenes se ven amenazados por otros fenómenos que se han generado y que buscan reclutarlos y absorberlos, como los de la informalidad, de economías ilícitas, que van desde el comercio en vía pública hasta el narcotráfico. Indicó que la población del DF es de 8 millones y medio de personas, de las cuales 20 por ciento son jóvenes entre 15 y 29 años de edad.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Una nueva vergonzosa traición de la ONU

El cólera es solo el último desastre relacionado con la ONU en Haití y las elecciones no cambiarán la naturaleza de la misión

Una nueva vergonzosa traición de la ONU

Peter Hallward
Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


Casi todos han llegado a aceptar que las Naciones Unidas llevaron el cólera a Haití el mes pasado. La evidencia es abrumadora y numerosos expertos (incluido el jefe del departamento de microbiología de la Universidad Harvard, el especialista en el cólera John Mekalanos) se decidieron al respecto hace varias semanas.

La pobreza y la falta de una infraestructura rudimentaria lleva a gran parte de la población de Haití a beber agua no tratada, pero no ha habido cólera en el país durante decenios. Los haitianos no tienen experiencia con la enfermedad –y por lo tanto poca resistencia a ella. Todas las muestras bacterianas tomadas de pacientes haitianos son idénticas y corresponden a una variedad endémica en Asia meridional. El cólera estalló en Nepal durante el verano, y a mediados de octubre un nuevo destacamento de tropas nepalesas de la ONU llegó a la base haitiana de Mirebalais, cerca del rio Artibonite. Pocos días después, los haitianos que viven río abajo de la base comenzaron a enfermarse y la enfermedad se propagó rápidamente por toda la región. El 27 de octubre, unos periodistas visitaron Mirebalais y encontraron evidencia de que los residuos sin depurar de las letrinas de la ONU se vertían directamente a un subafluente del Artibonite.

A principios de noviembre, Mekalanos no pudo “evitar de ninguna manera la conclusión de que ocurrió una infortunada y presumible introducción accidental del organismo” causada por las tropas de la ONU. Mekalanos y otros también refutan las afirmaciones de la ONU de que la identificación de la fuente debería constituir una baja prioridad de la salud pública.

Es probable que como resultado de la negligencia de la ONU ya hayan muerto más de 1.200 personas y 20.000 estén infectadas, y la cantidad seguramente aumentará rápidamente en las próximas semanas. Lo mismo sucederá con la cantidad y la intensidad de las protestas populares contra la última de una serie de crímenes y desventuras de la ONU en Haití en los últimos años, que incluyen numerosas muertes y cientos de presuntas violaciones.

Sin embargo, en lugar de examinar su papel en la epidemia, la misión de la ONU ha optado por la negativa y la ofuscación. Los funcionarios de la ONU se han negado a examinar a los soldados nepaleses en relación con la enfermedad o a realizar una investigación pública de los orígenes del estallido. En lugar de encarar las preocupaciones de una población indignada, la agencia ha preferido calificar la nueva ola de protestas de un intento “políticamente motivado” de desestabilizar el país en el período previo a las elecciones presidenciales del 28 de noviembre. Han reprimido a los manifestantes con gases lacrimógenos y balas; hasta ahora han muerto por lo menos tres.

En realidad esto es normal. La verdad es que toda la misión de la ONU en Haití se basa en una mentira violenta y descarada. Dice que está en Haití para apoyar la democracia y el Estado de derecho, pero su único logro ha sido ayudar a transferir el poder de un pueblo soberano a un ejército que no rinde cuentas a nadie.

Para comprenderlo se requiere algo de conocimiento histórico. El problema político de base en Haití, desde los tiempos coloniales, pasando por los poscoloniales y los neocoloniales, ha sido muy parecido: ¿cómo puede una pequeñísima y precaria clase gobernante asegurar su propiedad y sus privilegios frente a la miseria y el resentimiento masivos? Las elites haitianas deben sus privilegios a la exclusión, la explotación y la violencia, y sólo el control casi monopolista del poder violento les permite retenerlos. Este monopolio fue ampliamente garantizado por las dictaduras de Duvalier respaldadas por EE.UU. hasta mediados de los años ochenta, y luego de un modo algo menos amplio por las dictaduras militares que las sucedieron (1986-1990). Pero la movilización de Lavalas por la democracia, que comenzó en los años ochenta, amenazó ese monopolio y con él esos privilegios. Ante una situación semejante, sólo se puede confiar en un ejército para garantizar la seguridad del statu quo.

Las fuerzas armadas incompetentes y crueles de Haití, establecidas como delegadas del poder de EE.UU., dominaron el país durante la mayor parte del Siglo XX. Después de sobrevivir a  un brutal golpe militar en 1991, el primer gobierno democráticamente elegido de Haití –dirigido por el presidente Jean-Bertrand Aristide– terminó por desmovilizar ese odiado ejército en 1995; la gran mayoría de sus compatriotas celebraron la ocasión. El abogado Brian Concannon lo recuerda como “el avance más importante de los derechos humanos desde que se Haití se emancipó de Francia”. En el año 2000, Aristide fue reelegido y su partido Fanmi Lavalas obtuvo una victoria abrumadora. Esa reelección ofreció la perspectiva, por primera vez en la historia haitiana moderna, de un genuino cambio político en una situación en la que no existía un mecanismo extrapolítico obvio –sin ejército– para impedirlo.

La ínfima elite haitiana y sus aliados de EE.UU., Francia y Canadá se vieron amenazados por la perspectiva del empoderamiento popular, y tomaron medidas cuidadosamente planificadas para debilitar el gobierno de Lavalas.

En febrero de 2004, el segundo gobierno de Aristide fue derrocado por otro desastroso golpe perpetrado por EE.UU. y sus aliados con apoyo de ex soldados haitianos y dirigentes derechistas de la comunidad empresarial haitiana. Se impuso un gobierno títere de EE.UU. para reemplazar a Aristide, en medio de salvajes represalias contra partidarios de Lavalas. Ya que no existía un ejército interior para garantizar la “seguridad”, se envió una “fuerza de estabilización” de la ONU a pedido de EE.UU. y Francia.

Desde entonces la ONU ha suministrado ese sustituto del ejército. A pedido de EE.UU. y sus aliados llegó a Haití en junio de 2004. Compuesto por tropas y policías procedentes de países de todo el mundo gasta casi el doble del presupuesto de Aristide previo al golpe. Su misión principal, en efecto, ha sido pacificar al pueblo haitiano y obligarle a aceptar el golpe y el final de su intento de establecer un auténtico gobierno democrático. Es probable que pocos haitianos olviden lo que la ONU ha hecho para lograrlo. Entre 2004 y 2006 participó en una campaña de represión que mató a más de mil partidarios de Lavalas. Sitió el vecindario pobre de Cité Soleil favorable a Aristide en 2005 y 2006, y después limitó o dispersó protestas populares por temas que iban desde la persecución política y la privatización a los salarios y precios de los alimentos. En los últimos meses la ONU también ha reprimido la creciente protesta en la capital, a favor de la mejora de las intolerables condiciones en las que todavía viven cerca de 1,3 millones de personas que se quedaron en la calle tras el terremoto de enero.

Actualmente, con o sin cólera, la prioridad de la ONU es garantizar que las elecciones de la próxima semana tengan lugar tal como se han planificado. Para la elite de Haití y sus aliados internacionales, estas elecciones ofrecen una oportunidad sin precedentes para enterrar el proyecto de Lavalas de una vez por todas.

El programa político asociado con Lavalas y Aristide sigue siendo abrumadoramente popular. Después de seis años de represión y luchas intestinas, sin embargo, la dirigencia política de este movimiento popular está más dividida y desorganizada que nunca. El propio Fanmi Lavalas ha sido simplemente excluido de la participación en la elección (sin que haya habido un murmullo de protesta internacional), y desde su exilio involuntario en Sudáfrica, Aristide ha condenado la votación como ilegítima. Muchos, si no todos, los partidarios del partido apoyarán probablemente su enérgico llamado al boicot de esta última mascarada, como hicieron en la primavera de 2009 cuando la participación en las elecciones al Senado fue de menos de un 10%. Esta vez, sin embargo, media docena de políticos asociados con Lavalas han preferido participar como candidatos en su propio nombre. Probablemente dividirán la votación. El pueblo de Haití será privado de lo que ha sido durante mucho tiempo su arma política más poderosa –su capacidad de ganar elecciones auténticas.

Ya que es casi seguro que no tendrá un impacto político significativo y es probable que esta elección logre el resultado que se espera: reforzar la “seguridad” (y la desigualdad) del statu quo, junto con las numerosas oportunidades lucrativas que un Haití adecuadamente asegurado después del desastre sigue ofreciendo a inversionistas internacionales y su elite empresarial. “Será una elección para nada”, dice el veterano activista Patrick Elie. Adecuadamente manejada, incluso podría suministrar una oportunidad para que candidatos derechistas como Charles Baker impulsen el objetivo que ha estado desde hace tiempo muy arriba en su programa: la restauración, con la acostumbrada “supervisión internacional”, de la rama haitiana del ejército imperial.

Y si llega a suceder, cuando la ONU llegue a abandonar Haití, su partida sólo representará la transición de una fuerza ocupante a otra, otro salto atrás después de decenios de sacrificio popular y esfuerzo político. Mientras tanto, sin embargo, parece que las Naciones Unidas tendrán pronto más oportunidades que nunca de cumplir su misión en Haití.

(Publicado en The Guardian, 23 de noviembre de 2010)

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=22108

Haití: el subdesarrollo y el genocidio

Fidel Castro Ruz
 
Hace solo unos meses, el 26 de julio de 2010, Lucius Walker, líder de la organización norteamericana Pastores por la Paz, en un encuentro con intelectuales y artistas cubanos, me preguntó cuál sería la solución para los problemas de Haití.

Sin perder un segundo le respondí: "En el mundo actual no tiene solución, Lucius; en el futuro del que estoy hablando sí. Estados Unidos es un gran productor de alimentos, puede abastecer a 2 000 millones de personas, tendría capacidad para construir casas que resistan a los terremotos; el problema es la forma en que se distribuyen los recursos. Al territorio de Haití hay que restituirle otra vez hasta los bosques; pero no tiene solución en el orden actual del mundo."

Lucius se refería a los problemas de ese país montañoso, superpoblado, desprovisto de árboles, combustible para cocinar, comunicaciones e industrias, con un elevado analfabetismo, enfermedades como el VIH, y ocupado por las tropas de Naciones Unidas.

"Cuando esas circunstancias cambien -le añadí- ustedes mismos, Lucius, podrán llevarle alimentos de Estados Unidos a Haití."

El noble y humanitario líder de Pastores por la Paz falleció mes y medio después, el 7 de septiembre, a la edad de 80 años, legando la semilla de su ejemplo a muchos norteamericanos.

No había aparecido todavía una tragedia adicional: la epidemia del cólera, que el 25 de octubre reportó más de 3 000 casos. A tan dura calamidad se suma que el 5 de noviembre un huracán azotó su territorio, causando inundaciones y el desbordamiento de los ríos.

Este conjunto de dramáticas circunstancias merece dedicarle la debida atención.

El cólera apareció por primera vez en la historia moderna en 1817, año en que se produjo una de las grandes pandemias que azotaron a la humanidad en el siglo XIX, que causó gran mortalidad principalmente en la India. En 1826 reincidió la epidemia, invadiendo a Europa, incluyendo a Moscú, Berlín y Londres, extendiéndose a nuestro hemisferio de 1832 a 1839.

En 1846 se desata una nueva epidemia más dañina todavía, que golpeó a tres continentes: Asia, África, y América. A lo largo del siglo, epidemias que afectaban a esas tres regiones se fueron repitiendo. Sin embargo, en el transcurso de más de 100 años, que comprende casi todo el siglo XX, los países de América Latina y el Caribe se vieron libres de esta enfermedad, hasta el 27 de enero de 1991, en que apareció en el puerto de Chancay, al norte de Perú, que primero se extendió por las costas del Pacífico y después por las del Atlántico, a 16 países; 650 mil personas se enfermaron en un período de 6 años.

Sin duda alguna, la epidemia afecta mucho más a los países pobres, en cuyas ciudades se aglomeran barrios populosos que muchas veces carecen de agua potable, y las albañales, que son portadoras del vibrión colérico causante de la enfermedad, se mezclan con aquellas.

En el caso especial de Haití, el terremoto deshizo las redes de una y otra donde estas existían, y millones de personas viven en casas de campaña que muchas veces carecen incluso de letrinas, y todo se mezcla.

La epidemia que afectó nuestro hemisferio en 1991 fue el vibrión colérico 01, biotipo El Tor, serotipo Ogawa, exactamente el mismo que penetró por Perú aquel año.

Jon K. Andrus, Director Adjunto de la Organización Panamericana de la Salud, informó que la bacteria presente en Haití era precisamente esa. De ello se derivan una serie de circunstancias a tomar en cuenta, que en el momento oportuno determinarán importantes consideraciones.

Como se conoce, nuestro país viene formando excelentes médicos haitianos y prestando servicios de salud en ese hermano país desde hace muchos años. Existían problemas en ese campo muy serios y se avanzaba año por año. Nadie podía imaginar, por no existir antecedentes, que se produjera un terremoto que mató a más de 250 mil personas y ocasionó incontables heridos y lesionados. Frente a ese golpe inesperado, nuestros médicos internacionalistas redoblaron sus esfuerzos y se consagraron a su trabajo sin descanso.

En medio del duro desastre natural, hace apenas un mes se desató la epidemia de cólera con gran fuerza; y como ya expresamos, en tales circunstancias desfavorables se presentó el huracán.

Ante la gravedad de la situación, la Subsecretaria General de las Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, Valerie Amos, declaró ayer que se necesitaban 350 médicos y 2 000 enfermeras más para hacer frente a la enfermedad.

La funcionaria llamó a extender la ayuda más allá de Puerto Príncipe, y reveló que los suministros de jabón y de agua limpia solo llegan al 10 por ciento de las familias instaladas fuera de la capital, sin señalar a cuántos llegaban en esa ciudad.

Diversos funcionarios de Naciones Unidas lamentaron en los últimos días que la respuesta de la comunidad internacional al pedido de ayuda hecho para enfrentar la situación no llegaba al 10% de los 164 millones de dólares solicitados con urgencia.

"Amos reclamó una reacción rápida y urgente para evitar la muerte de más seres humanos a causa del cólera", informó una agencia de noticias.

Otra agencia comunicó hoy que la cifra de haitianos muertos se eleva ya a "1 523 personas, 66 mil 593 han sido atendidas, y más de un millón de habitantes siguen durmiendo en las plazas públicas".

Casi el 40% de los enfermos han sido atendidos por los integrantes de la Brigada Médica Cubana, que cuenta con 965 médicos, enfermeros y técnicos que han logrado reducir el número de muertes a menos de 1 por cada 100. Con ese nivel de atención el número de bajas no alcanzaría la cifra de 700. Las personas fallecidas, como norma, estaban extremadamente debilitadas por desnutrición o causas similares. Los niños detectados a tiempo, apenas fallecen.

Es de suma importancia evitar que la epidemia se extienda a otros países de América Latina y el Caribe, porque en las actuales circunstancias causaría un daño extraordinario a las naciones de este hemisferio.

Se impone la necesidad de buscar soluciones eficientes y rápidas a la lucha contra esa epidemia.

Hoy se tomó la decisión por el Partido y el Gobierno de reforzar la Brigada Médica Cubana en Haití con un contingente de la Brigada "Henry Reeve", compuesto por 300 médicos, enfermeras y técnicos de la salud, que sumarían más de 1 200 colaboradores.

Raúl estaba visitando otras regiones del país, e informado en detalle de todo.

El pueblo de Cuba, el Partido, y el Gobierno, una vez más estarán a la altura de su gloriosa y heroica historia.

Noviembre 26 de 2010

jueves, 25 de noviembre de 2010

Haití, su historia oculta y la mafia mediática

Haití, su historia oculta y la mafia mediática
Ángel Guerra Cabrera

La mafia mediática vuelve a conceder espacio a Haití desde hace unas semanas luego de saturar con el desfile inescrupuloso de imágenes dantescas, sólo para el rating, a raíz del terremoto de enero. Ahora es por la epidemia de cólera, debida, dicen, a las precarias condiciones de higiene y al hacinamiento de la población desplazada después del sismo. ¿Y antes? ¿Se debe a un desastre "natural" que no quede apenas un edificio en pie y mueran en minutos un cuarto de millón de personas? ¿Es natural que no existan hábitos de higiene ni agua potable, causa principal de la aparición y rápida propagación del cólera?

Los "medios", los libros y manuales de historia "políticamente correctos" y el sentido común dominante siempre ocultan las causas sociales de la pobreza. En el caso de Haití esconden su gran revolución social, pionera de la independencia latinoamericana y primera verdaderamente popular triunfante del mundo colonial, donde los esclavos negros arrollaron a sus amos europeos y molieron a sus ejércitos, incluyendo el enviado por Napoleón (1804). Fue una estrategia común de las viejas potencias coloniales y la nueva república esclavista de América del Norte hacer a los negros pagar muy cara su osadía y por mucho tiempo. No en balde el patricio Thomas Jefferson advertía que de Haití provenía el mal ejemplo y que había que "confinar la peste en esa isla". Se lo han cumplido con creces, lo que sobresale mucho más este año con el discurso servil y entreguista de la derecha sobre el bicentenario de la independencia latinoamericana, que ha tratado de entregarnos una caricatura de nuestros próceres y hecho caso omiso de la revolución haitiana como la primigenia y fundadora, que tendió su mano generosa a Bolívar para que pudiera reiniciar la contienda en el continente.

Haití fue aislado, como un siglo y medio más tarde intentarían hacer con Cuba, y luego empobrecido con saña y exprimido, primero por Francia y más tarde por Estados Unidos, que, aunque enfrentó una tenaz resistencia armada, lo ocupó entre 1915 y 1934, para dejar allí instalada una hacienda particular con su guardia pretoriana, el mismo modelo aplicado en otras tierras del Caribe. La tiranía instaurada a partir de entonces tuvo su apogeo con la dinastía duvalierista y tras una nueva intervención yanqui se implantó el libre comercio, que acabó con la tradicional agricultura campesina de subsistencia y expulsó al mar, la muerte o el exilio económico a cientos de miles. De producir casi todo el arroz que consumía pasó a comprarlo en Estados Unidos.

Lo que hace que un terremoto mate mil veces más personas allí que en Japón o en Italia y que reaparezca en el siglo XXI una enfermedad perfectamente evitable y curable como el cólera es el saqueo colonial e imperialista, la dependencia y la consecuente degradación económica y ambiental. ¿Y alguien ha leído u oído en algún medio dominante sobre la batalla que libra en Haití contra esa epidemia la Brigada Médica Cubana? He perdido la cuenta de las decenas de notas informativas y entrevistas a representantes de no sé cuantas organizaciones humanitarias, dentro y fuera de Haití, y la colaboración cubana no forma parte del relato. Este silencio, como el existente sobre la historia de Haití, es absolutamente deliberado. No es posible que ni un reportero de la prensa corporativa se haya dado cuenta de la actividad incansable de casi 900 integrantes de la brigada cubana dispersos a lo largo del país en labor profiláctica o dislocados, desde que estalló la epidemia e independientemente de su especialidad, en todos los centros de atención a pacientes de cólera en ese país. No es posible, además, porque a solicitud del gobierno haitiano en sus hombros descansa la reconstrucción y fortalecimiento del sistema de salud, labor que realizan en estrecha cooperación con las autoridades y la sociedad civil. Una prueba incontrovertible de lo que afirmo es el silencio sobre las declaraciones de Niguel Fisher, alto funcionario de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah), en las que afirmaba en teleconferencia ante los corresponsales acreditados en la sede neoyorquina del organismo internacional que la Brigada Médica Cubana tiene a su cargo la "mayoría" de los centros de atención contra el cólera en Haití. Veinticuatro horas después los pulpos mediáticos no se han enterado.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El águila y el sol (Genealogía de la rebelión, política de la revolución)

Cien años de la Revolución Mexicana
Adolfo Gilly *
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Un grupo de zapatistas muestra sus armas en Amecameca, estado de México, 1911 (Fotografía de Hugo Brehme). Tomada del libro México fotografía y revolución. Editado por Fundación Televisa
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Soldados y sus familias se embarcan en Sonora para reunirse con las fuerzas villistas en Torreón, Coahuila, c. 1913 (fotógrafo desconocido). Tomada del libro México fotografía y revolución. Editado por Fundación Televisa
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La entrada triunfal de zapatistas y villistas a la ciudad de México, el 6 de diciembre de 1914, único momento de la Revolución en que los jefes de ambos bandos coincidieron en una acción común. (Fotografía de Antonio Garduño). Tomada del libro México fotografía y revolución. Editado por Fundación Televisa
 
1. La repetición, o el eterno retorno de la revuelta
Durante un siglo la historia de México fue una historia de revueltas y rebeliones campesinas enmarcadas por dos revoluciones: la revolución de Independencia en 1810, la Revolución Mexicana en 1910.
Hoy el México institucional celebra las dos revoluciones y sus cambios políticos. Olvida, oculta o deja en la penumbra del pasado a las rebeliones que les dieron cuerpo y destino. Éstas, a diferencia de las revoluciones y sus programas, no soñaban con instituciones y políticas. Nomás querían justicia.
Las dos revoluciones, a un siglo de distancia entre una y otra, fueron por supuesto diferentes. La de 1810 se proponía la independencia de México del poder colonial, cuando las guerras y las invasiones napoleónicas habían puesto en crisis a España y su inmenso imperio americano. La de 1910 se propuso en su inicio una trasformación democrática del régimen político. En éste la oligarquía terrateniente había consolidado su poder y su riqueza a través del despojo de tierras y aguas a las comunidades y pueblos agrarios y la inserción de México en el luciente mercado mundial de la Belle Époque.
Ambas revoluciones, cada una en su tiempo, cambiaron la estructura del Estado y sus instituciones políticas. Pero ambas preservaron intacta la fractura sobre la cual se había fundado México desde la Conquista: la línea de fractura racial que la República siempre se negó a reconocer en sus leyes, pero nunca abandonó en sus prácticas.
En uno de los lados de esa línea, el de abajo, se gestaron y organizaron las rebeliones sin las cuales ninguna revolución es posible. En el otro lado, el de arriba, se fueron formando los programas y las conspiraciones que llevaron a las rupturas en el régimen político que trasforman a las rebeliones en revoluciones.
Así México conoció en un siglo, entre 1810 y 1910, dos revoluciones. Pero después de la primera, entre ambas se sucedieron incontables rebeliones indígenas, grandes y pequeñas, todas ellas por antiguas demandas negadas por el régimen republicano: tierra, justicia, derechos y libertades; todas llevando en su núcleo una antigua demanda inmaterial: el fin de la humillación, la dignidad de cada uno y de todos como esencia de la relación humana.

* * *

En su sustancia corporal la revolución de Independencia de 1810 había sido una extensa rebelión de los pueblos y comunidades indias en defensa de sus derechos comunales, su modo de existir y sus mundos de la vida, que las reformas borbónicas en el orden colonial les arrebataban desde la segunda mitad del siglo XVIII.
Así lo documentan tantos cuantos han excavado en los archivos las razones, los motivos y los modos de los pueblos insurrectos. Así lo dibujaba en un escorzo Octavio Paz, a la mitad del siglo XX, en El laberinto de la soledad:
La guerra de Independencia fue una guerra de clases y no se comprenderá bien su carácter si se ignora que, a diferencia de lo ocurrido en Suramérica, fue una revolución agraria en gestación.
El cambio resultante en la organización política del país –Independencia y República– pasó el poder a la nueva elite dominante criolla, blanca, culta y propietaria. Pero poco o nada cambió en el contenido y las formas de la dominación contra la cual se habían rebelado los pueblos indios y campesinos de México. El dominio criollo incluso desmanteló derechos consuetudinarios de los pueblos.1 Poco o nada cambió, para los indios, en la sustancia de la humillación como rasgo constitutivo de la dominación racial de los antiguos y los nuevos señores de la tierra.
Aquí rebelión y revolución bifurcaron sus caminos, sus contenidos y sus significados.
El resultado fue que esa guerra de clases, esa revolución agraria en gestación, se prolongó a lo largo del siglo XIX en la lucha soterrada o abierta de los pueblos indios para defender sus tierras, sus mundos y sus vidas del despojo material y la opresión racial bajo el régimen republicano. Era una guerra india intermitente, dispersa, sin centro ni periferia, que a fines del siglo XIX se agudizó y en 1910 estalló en una nueva revolución agraria, la que se conoce como Revolución Mexicana.
Esta Revolución de 1910, tan diversa en sus inicios y en sus propósitos de aquella otra, la de Independencia, vivió la misma dicotomía. Pero ahora ésta se presentó nítida, aguda y encarnada en programas y ejércitos diferentes dentro de la revolución.
Una fue la rebelión de las comunidades y los campesinos del norte y del sur que se hizo revolución del pueblo en los ejércitos de Emiliano Zapata y de Pancho Villa. Otra fue la revolución política de los jefes y dirigentes liberales que culminó en la Constitución de 1917 y en los sucesivos gobiernos mexicanos desde 1920, una vez derrotados los campesinos en armas y absorbidas sus rebeldías radicales en reformas agrarias y democráticas legales.

* * *

Las proclamas y los objetivos políticos de las elites dirigentes de las dos revoluciones eran también diferentes, tanto como lo era la nación que cada una de ellas imaginaba. Pero las acciones de las partidas de campesinos indios sublevadas al llamado de esas proclamas eran en cambio sorprendentemente similares. Un siglo después, los métodos de acción –el repertorio de confrontación, según el lenguaje de otros historiadores– se repetían.
Eric Van Young, en La otra rebelión,2 describe el patrón de conducta de los rebeldes de la guerra de Independencia cuando tomaban una población:
Invariablemente echaban las mercancías a la calle o a la plaza para que la gente del pueblo se las llevara, dinero y ganado lo guardaban para sí, liberaban a los prisioneros de las cárceles y secuestraban a los españoles y a los oficiales blancos de la localidad.
Felipe Ávila, en Entre el porfiriato y la revolución, refiere lo que sucedió desde los inicios de la revolución mexicana, en 1911, en los territorios zapatistas:3
enfrentamientos armados, tomas de poblaciones, saqueos, quema de oficinas y archivos públicos, imposición de préstamos, liberación de presos y ejecución de autoridades, comerciantes, empleados de haciendas y fábricas, y de residentes extranjeros.
Esta violencia plebeya, como la llama Ávila, era descrita por la prensa de la época como violencia india. Aunque este uso del término indio venía cargado de contenido racista, en los hechos decían verdad: la revolución zapatista de 1911 en su raíz agraria, en la composición de su tropa y de sus dirigentes y en sus acciones era en lo esencial una revuelta de los indios, aun cuando en las proclamas y los programas de sus jefes nacionales la revolución iniciada en 1910 fuera una revolución política democrática.
Si a un siglo de distancia proclamas, programas y fines de los dirigentes de las revoluciones de 1810 y 1910 eran tan diversos, ¿de dónde viene la extraña repetición de los gestos y las acciones de los protagonistas de las dos rebeliones, los pueblos indios de México?
Es que las imaginaciones de aquellos jefes respondían a una política renovada con los tiempos y sus circunstancias, una política a la cual identificaban muchas veces con la palabra progreso. En cambio los modos de estos otros, su violencia plebeya, provenían de una genealogía trasmitida por las generaciones sucesivas como experiencia y como herencia inmaterial: sentimientos, maneras de estar juntos, imaginaciones, costumbre, mundos de la vida.
Los programas de las elites revolucionarias apuntaban hacia una sociedad y una organización política futuras. Los gestos, las acciones, los métodos de lucha de los pueblos indígenas respondían a los agravios, las humillaciones, los despojos sufridos por ellos y sus ancestros en el pasado y se nutrían de esas experiencias heredadas y repetidas hasta el presente de sus propias vidas.
La rebelión surge de ese pasado y de él toma sus razones, sus motivos y sus métodos. Es herencia y es genealogía. La revolución que resulta de ella derriba las antiguas instituciones y establece otras nuevas. Es programa y es política. Pueden los motivos de la rebelión no ser antagónicos con los objetivos políticos de la revolución. Son ciertamente diferentes. Esta diferencia tomó forma material en la Revolución Mexicana de 1910, cuando los ejércitos campesinos de Zapata y de Villa terminaron enfrentados armas en mano con el Ejército Constitucionalista.

* * *

Cuando estalla una revolución, el momento de la rebelión es aquel que la cubre por completo, la llena de significados, se confunde con ella. El historiador entonces no se pregunta sólo qué pasó, sino cuál era el sentido de eso que había estado pasando. Son momentos que E. P. Thompson describió en un pasaje clásico acerca de las preguntas del historiador a esos pasados plebeyos sin registros:4
Estas cuestiones, cuando examinamos una cultura de costumbres, a menudo tienen que ver menos con los procesos y lógicas de cambio que con la recuperación de precedentes estados de conciencia y texturas de las relaciones sociales y domésticas. Tienen que ver menos con devenir que con ser. A medida que algunos de los principales actores de la historia se alejan de nuestra atención –los políticos, los pensadores, los empresarios, los generales– un inmenso reparto secundario, que creíamos eran tan sólo figurantes en el proceso, avanzan hasta ocupar todo el proscenio. Si sólo nos preocupa el devenir, entonces hay periodos completos de la historia en los cuales un entero sexo ha sido descuidado por los historiadores, porque las mujeres rara vez son vistas como actores de primer orden en la vida política, militar o incluso económica. Si nos preocupa el ser, la exclusión de las mujeres reduciría entonces la historia a futilidad.
Vista desde este mirador, la rebelión es una irrupción del ser dominado en el acontecer político de la dominación, en su devenir. Para acercarse a aquélla el historiador necesita mirar y considerar lo que con su hacer expresan los cuerpos antes que cuanto con su decir trasmiten las palabras. Ninguna proclama de las dos revoluciones decía de abrir las cárceles, repartir los víveres, quemar los archivos de la justicia y de la propiedad y ajusticiar a los odiados. Eso hicieron sin embargo en ambos casos los rebeldes. Al historiador no le toca juzgar si estuvo bien o estuvo mal, sino registrar que así fue como fue.
Develar esos momentos en la historia tiene que ver no sólo con registrar las ideas del conocer propias del tiempo y del lugar, sino también con indagar y recuperar los modos del hacer y del estar.
Aquellas ideas son ciertamente necesarias para organizar los objetivos de una revolución. Pero las formas, los lazos humanos y las imaginaciones a través de los cuales toma cuerpo esa organización vienen desde más atrás. Están en la memoria de los sublevados, en sus historias vividas y heredadas, en ese entramado que en los lugares de trabajo y de vida se trasmite de una generación a otra. Se trata de una historia de lugares y regiones y de los seres humanos que allí viven, trabajan, disfrutan y dan sentido a sus vidas.
Ese sentido es lo que E. P. Thompson nos propone indagar cuando nos dice que esos oscuros y verdaderos protagonistas de estas historias están preocupados por el ser antes que por el devenir. Es la sutil línea que, aun cuando sean partes de un mismo proceso histórico, distingue a la rebelión de la revolución.

2. El corte en el tiempo

La revuelta es un corte en el tiempo homogéneo de la historia, dice Walter Benjamin. Ella se nutre de la imagen de los antepasados oprimidos, no de la visión de los descendientes liberados. Los programas políticos proponen un futuro que será inaugurado por el devenir de la revolución. Pero la fuerza de la revuelta sin la cual ninguna revolución existe, proviene del cúmulo de despojos, agravios y humillaciones acumulados por las sucesivas generaciones. Forse una rabbia antica, generazioni senza nome, gli urlarono vendetta [Quizá una rabia antigua, generaciones innombrables, clamaron por venganza], decía una canción del italiano Francesco Guccini para explicar el sentido del gesto sin sentido de un maquinista ferroviario que a principios del siglo XX, allá en Bolonia, lanzó su locomotora loca contra un tren de lujo que corría en sentido opuesto. Teatros y estadios llenos de jóvenes coreaban esas estrofas en la Italia de los años setenta del siglo pasado.
La rebelión no habla del futuro, habla de la abolición de los agravios del pasado. Su violencia exasperada, en apariencia sin sentido y hasta a veces contraria a sus fines, viene de otro origen que las imaginaciones del porvenir. Viene de una interminable cadena de humillaciones y despojos, humillaciones propias y de los padres y de los abuelos. La revolución puede culminar en la Declaración de los Derechos del Hombre y ésta prolongarse en la proclama de Olympe de Gouges, pero la rebelión que la desencadena se iba organizando en aquellos ánimos de donde surgían los Cahiers de Doléances, los memoriales de agravios de la Revolución Francesa.
La revuelta quiere detener –o al menos interrumpir– el tiempo de la humillación y del desprecio. En sus Tesis sobre la historia, Walter Benjamin dibuja esta ruptura en una curiosa anécdota sobre la revolución de julio de 1830 en París:5
Concluido el primer día de combates, sucedió que al caer de la noche la multitud, al caer la oscuridad, en diferentes barrios de la ciudad y al mismo tiempo, comenzó a atacar los relojes. Un testigo, cuya percepción se debió tal vez al azar de las rimas, escribió:
¡Quién podría creerlo! Se dice que, en furia con la hora, / unos nuevos Josués, al pie de cada torre / tiroteaban cuadrantes para parar el día.
De ese corte en el tiempo homogéneo de la dominación reconocida y la obediencia aceptada puede resultar –o no– una revolución, un cambio en las leyes, las instituciones, la propiedad, las formas y los contenidos de la dominación misma. Tal ha sucedido en todas las revoluciones victoriosas: la francesa, la haitiana, la rusa, la china, la argelina, la vietnamita, la cubana, la boliviana, las dos revoluciones mexicanas.
Estos cambios vienen preparados por otros anteriores en las sociedades y se anuncian en los programas, las críticas y las actividades de las elites políticas. Pero no son esas elites, aun las radicales, las que dan cuerpo a la ruptura del antiguo orden y abren paso al nuevo. Son otros, los humillados y ofendidos, los protagonistas del acto material y corporal de la revuelta sin el cual no hay revolución sino, cuando más, cambio en el mando político establecido. Son aquellos a quienes la vida se les ha vuelto intolerable y para quienes la ruptura entre las elites –la del Antiguo Régimen y la revolucionaria– abre un espacio para irrumpir en el primer plano de la escena.
Tal vez en esa dicotomía espacial entre protagonistas y figurantes se encierra el secreto de lo que Benjamin, también en sus tesis, llamó una aporía fundamental:6
La historia de los oprimidos es un discontinuum. La tarea de la historia consiste en apoderarse de la tradición de los oprimidos. [...] El continuum de la historia es el de los opresores. Mientras la representación del continuum conduce a la nivelación, la del discontinuum está en la base de toda tradición auténtica. La conciencia de la discontinuidad histórica es propia de las clases revolucionarias en el momento de su acción.
Uno de los dirigentes de la revolución rusa de 1917, León Trotsky, desterrado desde 1929, pudo escribir su Historia de la revolución rusa, obra de escritor, protagonista, historiador y cronista de los acontecimientos. En el prólogo de este trabajo presentó su propia visión sobre la preservación de tradiciones del pasado en la génesis de las rupturas revolucionarias y sobre la relación entre la rebelión del pueblo y la política de sus dirigentes:7
Las masas no van a una revolución con un plan preconcebido de sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja. Sólo el sector dirigente de su clase tiene un programa político, el cual, sin embargo, necesita todavía ser sometido a la prueba de los acontecimientos y a la aprobación de las masas. [...] Sólo estudiando los procesos políticos sobre las propias masas se alcanza a comprender el papel de los partidos y los caudillos, que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, sí muy importante de este proceso. Sin una organización dirigente la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor.
Su propuesta para explicar el proceso es, entonces, guiarse primero por el hacer de los insurrectos y sólo después por el decir de sus dirigentes. La línea divisoria entre aquel hacer y este decir es la que separa también rebelión y revolución.
Aunque en la realidad aparezcan confundidas –no hay revolución sin rebelión, decíamos–, en la tarea del historiador es fundamental reconocer esa línea. No pocas historias de las revoluciones mexicanas son historias de las políticas de los dirigentes, incluidos los más radicales, antes que de los motivos profundos de los oprimidos para rebelarse y de cuáles fueron los sentimientos y los procesos en sus conciencias que los decidieron a correr los riesgos de una rebelión.
Aquélla es hoy la tendencia dominante en las conmemoraciones oficiales de las dos revoluciones mexicanas. Habla en ellas la voz y la memoria de las instituciones estatales, es decir, la voz del orden surgido de las revoluciones y no las múltiples voces de la ruptura del orden precedente que fue la esencia de cada una de esas rebeliones. Son relatos del “continuum de la historia”, diría Benjamin, y no de la discontinuidad histórica encarnada en las revoluciones. Así la conmemoración estatal de las revoluciones mexicanas se convierte en un discurso del poder y de sus instituciones, como si la tarea y la misión de las rebeliones hubiera sido la de fundar ese poder y no la de destruir los poderes antes dominantes.
En esos discursos la continuidad ocupa el lugar de la discontinuidad y la permanencia desplaza a la impermanencia que es la esencia misma de cada rebelión.

3. Un tiempo fuera del tiempo

Nadie puede ignorar los cambios en la economía, las modificaciones en las normas y formas de la dominación o las crisis y rupturas en las elites dominantes que pueden estar en el origen de cada rebelión. Pero una tarea es el estudio de sus causas y otra la investigación de las formas que toma, de cuanto sucede en el seno mismo de la rebelión, de aquellos modos de hacer y de sublevarse que se repiten y renuevan a través de los tiempos.
Una rebelión, una huelga, una ocupación de espacios físicos o simbólicos es un modo de estar juntos y entre iguales, libres del mando extraño, y de establecer el lazo solidario más allá de los lazos de sangre familiares y de los lazos de los intercambios mercantiles, incluido el vínculo salarial.
Los lazos de una rebelión vienen del pasado y se han establecido en las regiones del trabajo en común (plantación, barco, mina, hacienda, industria, estudio) o de la vida en común (aldea, pueblo, barrio, ciudad). Llevan consigo cierto orgullo de los lugares nuestros, esos que nosotros, los que ahora nos rebelamos, hicimos con nuestro trabajo y con nuestras vidas. Son los lugares donde se fue creando en el pasado el sentimiento de comunidad propio de toda rebelión. De ellos surgió la consigna de los Industrial Workers of the World: “An injury to one is an injury to all” - Un agravio a uno es un agravio a todos.
Ese sentimiento de comunidad, propio de la historia subalterna, tiene sus sitios sagrados y sus lugares simbólicos. Este orgullo de los lugares nuestros suele trasmitirse entre generaciones aunque no esté registrado en las historias. Pasa por las narraciones, las canciones, los relatos de los antiguos a los modernos y de los viejos a los jóvenes, aunque después modernos y jóvenes los adapten a sus nuevos usos. Pero en una fábrica, un barrio del trabajo, una aldea campesina, una comunidad indígena, en esa trasmisión los relatos del tiempo fuera del tiempo perduran y se renuevan como organizadores de los sentimientos.
De esas narraciones y de sus auras se nutrirán las futuras rebeliones, o protestas, o desafíos, aunque sus motivos y razones serán tan diferentes como los nuevos tiempos. Esas narraciones, sin embargo, tienen algo en común. Recuerdan, repiten, recrean aquellos momentos discontinuos en que se rompió la continuidad de la humillación impuesta por el poder a sus dominados, mucho más cuando ese poder se afirma en la línea de la distinción racial.
Por eso los relatos y los mitos de las rebeliones pasadas, en vez de registrar en primer lugar los cambios económicos destacados en tantas historias, recuerdan y celebran ante todo los momentos y los lugares de la ruptura de la humillación y del mundo puesto al revés. No es que aquéllos no importen. Es que son éstos los momentos míticos de la revuelta.
El triunfo de la Revolución se propone perpetuarlos. Pero ellos tienden a disolverse, aun cuando no desaparezcan del todo, en el nuevo orden que por necesidad establece la revolución triunfante. Si ese orden se congela en un puro mando autoritario o despótico, como ha sido recurrente en las revoluciones del siglo pasado, aquellos relatos y aquellos mitos vuelven a sus lugares subalternos y se recrean bajo nuevas e insólitas formas.
Esta distinción entre revolución y rebelión, aun cuando ambos acontecimientos se presentan confundidos, es capital para la tarea del historiador. Pues una revolución no es sólo lo que dicen los libros o lo que proponen los programas de sus dirigentes, sino sobre todo lo que hace el pueblo que se rebela.
La genealogía de este hacer es un objeto de estudio prioritario para el investigador de las revoluciones y rebeliones, sus programas políticos, sus acciones y sus imaginaciones.

4. El otro sol

En su manuscrito Sobre el concepto de historia, Walter Benjamin anotó esta tesis:8
La lucha de clases, que nunca deja de estar presente para el historiador formado en el pensamiento de Marx, es un enfrentamiento en torno a cosas toscas y materiales sin las cuales no pueden subsistir las cosas finas y elevadas. Sin embargo, sería un error pensar que, en la lucha entre las clases, estas últimas sólo aparecen como botín destinado al vencedor. Para nada es así, puesto que ellas se afirman precisamente en el corazón mismo de ese enfrentamiento. Allí aparecen y se mezclan entre sí tomando las formas de la fe, la valentía, la astucia, la perseverancia y la decisión. Y la irradiación de estas fuerzas, lejos de ser absorbida por la lucha misma, se prolonga en las profundidades del pasado humano. Toda victoria que alguna vez haya sido conquistada por los poderosos, aquéllas jamás han cesado de disputarla. Como esas flores que se mueven hacia el sol, las cosas pasadas, movidas por un heliotropismo misterioso, se vuelven hacia ese otro sol que está surgiendo en el horizonte de la historia. Nada hay menos visible que este cambio. Nada más importante, tampoco.
Revuelta y revolución, el águila y el sol. Será historiadora de una revolución quien sepa ver en su seno la revuelta, sin confundirlas en una y sin separarlas en dos.

* Conferencia magistral en el centenario de la Revolución Mexicana - Université du Québec à Montréal, 12 octubre 2010; y University of California, Berkeley, 23 octubre 2010.

NOTAS

1. Indios e indígenas actuaron en los conflictos de 1808 a 1821, de diversas maneras participando en la creación de la nación mexicana. Pero sus participaciones raramente unieron una búsqueda de derechos de indios y la promoción de la nación. El derecho indígena, las Repúblicas de Indios, los Juzgados de Indios eran invenciones coloniales, políticas de la monarquía española. La nación y el liberalismo que muy pronto llegaron a guiar la nación nacieron en oposición al derecho indígena. No es de sorprender que por décadas muchos indígenas negociaran para limitar la nación y el liberalismo, luchando en momentos clave en contra del poder nacional y los programas liberales. (John Tutino, Indios e indígenas en las guerras de Independencia y en las revoluciones zapatistas, ponencia presentada en el coloquio Miradas sobre la historia, FCPS-Colmex, noviembre 2009).
2. Eric Van Young, La otra rebelión – La lucha por la independencia de México, 1810-1821, FCE, México, 2006, p. 260.
3. Felipe Arturo Ávila Espinosa, Entre el porfiriato y la revolución – El gobierno interino de Francisco León de la Barra, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2005, p. 21.
4. Edward P. Thompson, History and Anthropology, en Making History – Writings on History and Culture, The New Press, New York, 1995, ps. 204-205.
5. Walter Benjamin, Écrits français, Gallimard, París, 1991, p. 346.
6. Ibid., p. 352.
7. León Trotsky, Historia de la revolución rusa, Juan Pablos Editor, México, 1972, vol. I, p. 15.
8. Walter Benjamin, cit., p. 341.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Declaración de la Cumbre Continental de Comunicación Indígena

La María Piendamó, Cauca, Colombia 2010
Declaración de la Cumbre Continental de Comunicación Indígena
A las hermanas y hermanos indígenas de todo el Abya Yala.
A los gobiernos de los estados nacionales y organismos internacionales
A toda la sociedad.

Cobijados en este territorio de convivencia, diálogo y negociación, bajó la guía de los espíritus de la Madre Tierra, Fuego, Agua y Viento, los comunicadores y comunicadoras, provenientes de diferentes pueblos y naciones indígenas del continente Abya Yala, en cumplimiento al Mandato establecido entre nosotros en Puno, Perú, a las orillas del lago sagrado Titicaca, en la IV Cumbre Continental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas, después de enriquecedoras discusiones, análisis y experiencias vertidas durante los días 8 al 12 de noviembre del 2010.

Considerando:

Que la comunicación indígena sólo tiene sentido si la practicamos en el marco de nuestra cosmovisión, nuestra lengua y cultura, para dar a conocer a todos los pueblos y naciones del Abya Yala y al mundo, las luchas por nuestros territorios, por nuestros derechos, por nuestra dignidad e integridad y por la vida.

Que la comunicación indígena es un derecho que nos comprometemos a ejercer con autonomía, con profundo respeto a nuestro mundo espiritual, en el marco de la pluralidad cultural y lingüística de nuestros pueblos y nacionalidades.

Que la comunicación es un poder que debemos apropiarnos y ejercer para incidir en la sociedad y en la formulación de políticas públicas que nos garanticen el derecho de acceder a los medios de comunicación.

DECLARAMOS


Establecer como espacio permanente a la Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala, como una minga del pensamiento y la palabra de la comunicación y como el espacio legítimo para:

·                     Compartir nuestras experiencias, problemas y aspiraciones en el campo de la comunicación y la formulación de estrategias al servicio de nuestros pueblos y naciones indígena en las luchas por el territorio, el pleno reconocimiento y vigencia de nuestros derechos por la vida y la dignidad.

·                     Construir una plataforma continental capaz de encaminar y articular nuestros esfuerzos, a nivel del continente Abya Yala, para que la comunicación indígena esté siempre al servicio de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas y de nuestras legítimas aspiraciones. Como primer paso decidimos establecer un enlace continental de comunicación indígena continental que articule las diferentes redes, procesos y experiencias de los pueblos y naciones indígenas.

·                     Articular el esfuerzo continental de los comunicadores indígenas para exigir a los Estados nacionales el respeto al derecho a la comunicación y a la información, un marco legal normativo que fomente los sistemas de comunicación propios y la formación permanente en todos los niveles, de acuerdo a nuestra cosmovisión.

·                     Avanzar en los procesos de concertación con y en los organismos internacionales para desarrollar normativas que garanticen el pleno ejercicio de la comunicación indígena, teniendo en cuenta la Declaración Universal de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, la Declaración y Plan de Acción de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, el Convenio 169 de la OIT y las leyes de países del continente que hayan avanzado sobre la materia.

Exigir a las Organización de las Naciones Unidas y a sus organismos, incluyan en sus agendas de trabajo el derecho a la comunicación e información de los pueblos y naciones indígenas a fin de que se respete y se cumpla la normativa internacional que favorece ese derecho.

Exigimos a los estados nacionales:

Respeto a los sitios sagrados indígenas de comunicación con la naturaleza, porque existen prácticas de apropiación y profanación por parte de multinacionales y de instituciones y oficinas gubernamentales.

Respeto a la vida de los comunicadores y comunicadoras indígenas y al ejercicio libre y autónomo de la comunicación indígena.

Una legislación que garantice que los pueblos y nacionalidades indígenas contemos con un espectro suficiente para cubrir las demandas de comunicación en todos nuestros territorios.

El acceso de manera libre, legítima y reconocida a recursos presupuestales para el ejercicio de la comunicación indígena y que se eliminen los impuestos a los medios de comunicación indígena sin fines de lucro.

Frenar la agresión y el desmantelamiento a los medios de comunicación indígenas, porque es hoy una práctica cotidiana que lesiona y limita el ejercicio de la comunicación.

Crear dentro de sus respectivos ámbitos, una Comisión o Comité de Protección y Prevención de riesgos a comunicadores y comunicadoras indígenas.

Favorecer la legislación para proteger los derechos de propiedad intelectual y de autoría, en la producción en la comunicación indígena, para que el conocimiento tradicional indígena no se pierda, se conculque o se robe por los que tienen el poder de comprar la información.

Solicitamos a la reunión de Ministros que se efectuará próximamente en Perú para que se definan políticas públicas a favor de la comunicación indígena, desde el renglón de presupuestos hasta la capacitación y equipamiento de los medios.

Demandamos a los gobiernos y organismos internacional que se declare y esta Cumbre lo declara, el año 2012, como Año Internacional de la Comunicación Indígena.

Demandamos a los medios de comunicación públicos y privados:

Respeto a los pueblos y naciones indígenas en su línea editorial y en programación, porque reproducen prácticas discriminatorias a la imagen y a la realidad de los pueblos y naciones indígenas del continente, así como violenta y desvaloriza la identidad de nuestros pueblos.

Espacios en su programación para difundir valores culturales, lingüísticos, así como realidades socioculturales y políticas de los pueblos y nacionalidades indígenas del continente Abya Yala, para el fomento a la interculturalidad, especialmente a través de contenidos elaborados por los y las comunicadores indígenas.

Denunciamos:

·                     La grave situación de violencia que estamos viviendo los pueblos originarios del amplio continente y en especial los pueblos de Colombia atormentados y violentados por las políticas estatales de genocidio, por los paramilitares, la policía y la guerrilla. No por casualidad ésta primera Cumbre Continental de Comunicación Indígena del Abya Yala se realizo en estas tierras. Uno de los casos más grave es la del Pueblo Indígena Awa que en Colombia es asesinado por los distintos grupos armados que generan masacres, desapariciones, desplazamiento y despoblamiento. Las fumigaciones de la coca con glifosato por parte de las industrias causan enfermedades, alergias y un deterioro de la salud. Hasta la fecha han sido asesinados 25 hermanos. En algunos casos han sido perpetrados por la guerrilla, pero también se ha podido comprobar la conexión del Ejército en estos hechos así como de su conexión con los grupos paramilitares, que se autodenominan AGUILAS NEGRAS y RASTROJOS, ya que ellos siempre operan en los mismos territorios. Las consecuencias de todo este accionar violento sobre el Pueblo Awa son catastróficas que amenazan con desaparecer a este pueblo originario.

·                     La persecución, hostigamiento y violencia que vivimos las comunicadoras y los comunicadores indígenas y comunitarios por parte de los grupos económicos de poder y de los gobiernos. Cuando queremos ejercer nuestro trabajo comunicacional y el derecho a la información, las puertas de las instituciones estatales se cierran sin ninguna explicación siendo víctimas de discriminación y racismo.

·                     Los asesinatos de las y los comunicadores indígenas permanecen impunes. Por mencionar algunos casos relevantes: Rodolfo Maya, integrante de la Escuela de Comunicación (ACIN) del Cauca (Colombia), Mauricio Medina, indígena Pijao de Colombia; Teresa Bautista Merino y Felícitas Martínez Sánchez, Beatriz Alberta Cariño Trujillo (Mexico). Pero nuestras hermanas y hermanos comunicadores asesinados no serán olvidados porque permanecen en nuestra memoria y luchamos por lograr justicia ante sus crimines.

·                     Se ha requisado material y violentado a comunicadores y cineastas no indígenas comprometidos con la vida de nuestros pueblos, y como ha sucedido en Chile, el Estado ha deportado y prohibido el ingreso al país de comunicadores y periodistas extranjeros que quieren conocer y transmitir la difícil situación de nuestros pueblos originarios.

·                     La violación de los derechos humanos de los Pueblos Indígenas generada por las transnacionales mineras, petroleras, gasíferas y forestales que destruyen nuestros territorios, generan altos niveles de contaminación ambiental y un cruel impacto en nuestras culturas.

·                     En el denominado “Bicentenario” que los Estados latinoamericanos celebraron, los pueblos originarios no tenemos nada que festejar. Estos 200 años representan saqueo, ultraje, discriminación, racismo y genocidios por parte de los Estados hacia nuestros pueblos.

COMPROMISOS Y TAREAS:

1.            Celebrar la próxima Cumbre Continental en el año 2013 en México. Es deber de todos los colectivos, redes y organizaciones de comunicación indígenas asistentes a esta Cumbre impulsar la realización de dicho evento. Por razones de organización y operación se propone como Grupo de Trabajo impulsor al Congreso Nacional de Comunicación Indígena (CNCI)  de México; la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOIN); el Consejo Regional Indígena del Cauca, Colombia (CRIC); Asociación de Medios de Comunicación Indígena de Colombia (AMCIC); Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN); Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas (CLACPI), Coordinación Y Convergencia Maya; con el respaldo internacional de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC); la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE); la Confederación Nacional de Comunidades del Perú afectadas por la Minería (CONACAMI); Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyu (CONAMAQ); Consejo Plurinacional Indígena de Argentina (CPIA); Confederación Sindical Única de Trabajadores y Campesinos de Bolivia (CSUTCB), Confederación Indígena del Oriente de Bolivia (CIDOB), Federación Nacional de Mujeres Campesinas e Indígenas Organizadas de Bolivia “Batolina Sisa” (FNMCIOB “B.S.”); Confederación Nacional Indígena de Venezuela (CONIVE); Programa de fornación de maestros bilingües de la Amazonía Peruana (FORMABIAP). Se propone una reunión preparatoria en México en 2011 y en Colombia, en 2012, en el marco del XI Festival de Cine y Video Indígena. 

2.            Establecer una plataforma virtual de capacitación sobre comunicación indígena, tarea que tendrá como grupo impulsor a la siguientes organizaciones: CLACPI, ALER, Radialistas y Agencia Plurinarional de Comunicación Indígena (APCI).

3.            Establecer una escuela itinerante de comunicación indígena integral, con base en pasantías, intercambios y otros recursos. El grupo impulsor de esta tarea se delega en las siguientes organizaciones: CRIC-Escuela de Comunicación, ECUARUNARI, Servicios del Pueblo Mixe, CEFREC, Bolivia, AICO y CLACPI.

4.            Crear un archivo continental de películas, videos, programas radiofónicos, periódicos digitales y otros recursos mediáticos, a fin de de que todos los comunicadores indígenas contemos con los recursos de información para realizar campañas de visibilización de una imagen de nosotros como pueblos y naciones indígenas, construida por nosotros mismos, que identifique temas de sentido y comunes, relevantes sobre nuestros valores, cosmovisión, prácticas culturales y otros temas de coyuntura, que se puedan difundir en las diferentes lenguas de los pueblos y nacionalidades del Abya Yala, con el aportes de todas las redes, colectivos y organizaciones indígenas dedicadas a la comunicación indígena, del continente Abya Yala.

5.            Sustentar la comunicación indígena en la vida, cosmovisión, valores y en general en las culturas, lenguas, problemas y aspiraciones de los pueblos y nacionalidades indígenas.

6.            Fortalecer los espacios de participación de la mujer, los jóvenes, niños y mayores, teniendo en cuenta su aporte significativo en los procesos y en luchas de los pueblos y nacionalidades indígenas.

7.            Luchar contra la exclusión en la comunicación con respecto a las mujeres, niños, jóvenes y adultos mayores indígenas para alcanzar el desarrollo de nuestros pueblos en armonía con la naturaleza.

8.            Favorecer procesos de formación y capacitación para la participación y especialización de las mujeres indígenas en la comunicación.

9.            Difundir el conjunto de sabidurías del Abya Yala en todos los contextos de la vida de los pueblos y naciones indígenas, teniendo como aliados nuestros medios autónomos de comunicación.

10.          Nombrar una Comisión de Seguimiento de los acuerdos y resoluciones de esta Cumbre. La Cumbre acordó que esta Comisión quedará integrada por las siguientes organizaciones de comunicadores indígenas: CRIC, CONAIE, CONGRESO NACIONAL DE COMUNICACIÓN INDÍGENA DE MÉXICO, CABILDO DE GUAMBIA-SILVIA, CAUCA, COLOMBIA; CONACAMI, CAOI, ECUARUNARI, CONFENAIE, CONAICE 

11.          Pedir a los gobiernos nacionales el esclarecimiento de asesinatos a comunicadores indígenas, para que estos crímenes no queden impunes como ha sido el caso de las hermanas triquis Triquis Teresa Bautista Merino y Felícitas Martínez Sánchez, de la radio “La Voz del Silencio” de Copala, México.

12.          Dar mayor articulación de los medios de comunicación indígena con los movimientos y procesos sociales.

13.          Recoger la memoria histórica de los pueblos y naciones indígenas y promover a través de la comunicación el diálogo intergeneracional.

14.          Llevar la experiencia de la Cumbre a las organizaciones, colectivos y a los pueblos y naciones indígenas del continente Abya Yala.

15.          Formar recursos humanos hacia la autosostenibilidad de los procesos.

16.          Generar procesos de formación itinerante y permanente sobre comunicación indígena.

17.          Hacer alianzas con las universidades públicas, interculturales indígenas y privadas que deseen participar, de los países del continente, para establecer maestrías y doctorados de comunicación indígena desde la perspectiva de nuestras necesidades y cosmovisiones, entre otras acciones.

18.          Establecer lineamientos para las radios indígenas y medios de comunicación indígena, en general, con base a os principios esenciales de cada pueblo y nación indígena.

19.          Difundir a través de los medios de comunicación indígena los derechos de los pueblos indígenas que se han aprobado a nivel internacional y de cada uno de los estados nacionales y la normativa indígena propia.

20.          Agendar la discusión de la comunicación como un tema prioritario vinculante, en las organizaciones indígenas del continente Abya Yala.

21.          Generar propuestas para avanzar en la sostenibilidad desde una perspectiva de autonomía.

22.           La búsqueda de la sostenibilidad de los medios no debe comprometer o limitar el ejercido de la comunicación indígena y no debe reducirse al aspecto financiero sino se debe pensar en una sostenibilidad integral que tome en cuenta todos los aspectos de los procesos de la comunicación para tener en cuenta otros aspectos como los culturales y la calidad de los contenidos.

23.          Sobre la financiación exterior se debe tener especial cuidado para que las fundaciones u organismos de apoyo no interfieran en la autonomía de la comunicación.

24.          No practicar ningún tipo de discriminación en el campo de la comunicación indígena.

25.          Los contenidos de la comunicación indígena deben poner especial atención a la información necesaria para lograr una autonomía alimentaria, promover el consumo de alimentos sanos y valorar adecuadamente la importancia de los alimentos propios de nuestros pueblos y la difusión de los logros que alcanzados por la práctica del buen vivir, en sus distintas expresiones según la cultura de cada pueblo.

26.          Sistematizar metodologías propias para el diseño y producción de contenidos para los medios de comunicación indígena.

27.           La comunicación indígena debe hacer énfasis de la crisis de la civilización occidental para revalorar adecuadamente la forma de vida nuestros propios pueblos.

28.          Aprovechar la agenda de Naciones Unidas en el tema ambiental para introducir contenidos que difundan nuestros puntos de vista sobre la materia para conocimiento de que las sociedades mayoritarias de los países del continente.

29.          La comunicación indígena debe trabajar permanentemente para descolonizar los conceptos impuestos y utilizar más las nociones y conceptos propios, a fin de fortalecer nuestra vinculación con el cosmos, con la vida, con los demás seres humanos, y con nuestros prójimos y enemigos.

30.          Los medios de comunicación indígena, partiendo de las organizaciones que existen, deben promover una estructura o articulación organizativa continental.

31.          El uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación, que son usadas por el gran poder que impera en la sociedad para hacer desaparecer nuestra identidad como pueblos y nuestra resistencia histórica, la comunicación indígena las debe utilizar para fortalecer nuestra memoria, nuestra herencia ancestral, nuestros procesos organizativos y nuestra voluntad para luchar y ser libres.

32.          Fortalecer los espacios de producción audiovisual y multimedia para avanzar en la acumulación de conocimientos en el uso de estas tecnologías.

33.          Debe darse prioridad en el uso del software libre y procurar elaborar los propios, considerando que tenemos pendiente la lucha por que se validen nuestros propios alfabetos, ideogramas y caracteres, y estén a disposición de nuestros hermanos.

34.          Integrar un directorio de especialistas que deseen colaborar con la comunicación indígena a fin de que funjan como equipo técnico permanente para asesoría en el uso adecuado de las tecnologías de la información y comunicación.

35.          Preparar una campaña de crisis climática. Las organizaciones responsables son las organizaciones CLACPI en coordinación con CAOI Y ALER .

36.          Crear una Declaración para que el año 2012 se declare como Año Internacional de la Comunicación Indígena. La comisión de trabajo será ALER en coordinación con CAOI Y CLACPI.

37.    Promover una reunión preparatoria para compartir y articular a otras organizaciones como COICA. Comisión responsable CAOI en coordinación con ALER Y CLACPI

38.          Establecer un premio de estímulo a nivel individual y colectivo, para la comunicación indígena.

39.           Trabajar en el fortalecimiento de los saberes y conocimientos ancestrales a través de la investigación que proporcione material necesario para los contenidos de la comunicación indígena.

40.          Promover una unidad de comunicación para elaborar productos audiovisuales desde una concepción propia. El impulso inicial estará a cargo de la comunidad Tawa Intin Suyu, Bolivia, en alianza con otras organizaciones y colectivos

41.          Fortalecer las prácticas artísticas como la fotografía, el dibujo, la pintura, la danza y otras expresiones autenticas de los pueblos y nacionalidades indígenas.

RESOLUCIONES:

Esta Cumbre resuelve que esta Declaración será publicada en todas las lenguas indígenas de los pueblos y nacionalidades indígenas del continente del Abya Yala.

La María Piendamó, Cauca, Colombia, 12 de noviembre de 2010.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Transmisión en vivo

20 Encuentro de Salud Popular LAICRIMPO

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martes, 2 de noviembre de 2010

Ciudad Juárez, muertos sin nombre

Luis Hernández Navarro

José Darío Álvarez Orrantes tiene 19 años de edad. Estudia el primer semestre de sociología en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Este 29 de octubre asistió a la onceava Kaminata contra la muerte. Protestaba pacíficamente junto a otros compañeros contra la militarización de su ciudad cuando la Policía Federal le disparó por la espalda. Ahora lucha por su vida.

José Darío tiene nombre y apellido. A pesar de lo grave de su situación, está vivo. No se puede decir lo mismo de los casi 7 mil asesinados violentamente en Ciudad Juárez desde inicios de 2008. No sólo fallecieron, sino que la mayoría son apenas una cifra más de la numeralia macabra de fallecidos en la guerra contra el narcotráfico. Sus muertes no han sido investigadas. Sobre ellos el gobierno ha sembrado la duda de su culpabilidad. En el peor de los casos se les presenta como delincuentes, en el mejor como bajas colaterales de la guerra contra las drogas. Los caídos son, por principio de cuentas y hasta que no se demuestre lo contrario, criminales.

Así sucedió el pasado 30 de enero en la colonia Villas de Salvárcar. Dieciséis jóvenes, algunos casi niños, fueron masacrados mientras se divertían en una fiesta. Agravio sobre agravio, Felipe Calderón dijo desde Japón, casi cuarenta y ocho horas después, que, con base en las últimas investigaciones, esos muchachos "probablemente fueron asesinados por otro grupo con el que tenían cierta rivalidad".

Afuera de sus viviendas, los padres de las víctimas colgaron cartulinas con leyendas en las que se leía: "Señor Presidente, hasta que no encuentre un responsable, usted es el asesino". "Señor Presidente, qué haría si uno de estos jóvenes fuera su hijo, ¿qué haría?"

El 11 de febrero, en Ciudad Juárez, durante un acto público, frente a las cámaras de televisión, María de la Luz Dávila, madre de Marcos y José Luis Piña Dávila, adolescentes asesinados en la fiesta, se plantó frente a Calderón e interrumpió el discurso del gobernador. Sin bajar la mirada le dijo: "¡Disculpe, señor Presidente!, yo no le puedo dar la bienvenida porque no lo es. Aquí se han cometido asesinatos, quiero que se haga justicia, quiero que me regrese a mis niños. No puedo darle la mano porque no es bienvenido. Quiero que se retracte de lo que dijo cuando acusó a mis hijos de ser pandilleros, quiero que pida perdón! [...] Le aseguro que si a usted le hubieran matado a un hijo ya habría agarrado a los asesinos. Aquí el gobernador y el alcalde siempre dicen lo mismo: prometen justicia pero no la tenemos; ¡yo quiero justicia!"

La rabia de María de la Luz Dávila contra el gobierno está esparcida por toda la sociedad juarense. Está presente en jóvenes como José Darío Álvarez Orrantes y sus compañeros de la Kaminata contra la muerte. Alimenta el reclamo de justicia de miles de madres que han perdido a sus hijos.

Se trata de una ira nacida no sólo de las miles de muertes violentas, sino del abuso y el atropello cotidiano de policías y el Ejército. El memorial de agravios colectivo de los juarenses es inmenso. La población tiene miedo de los uniformados tanto como teme a los narcotraficantes. Los jóvenes son sospechosos por el hecho de ser jóvenes. Se les detiene en la calle, se les encañona, se les amenaza. Las policías entran en los domicilios sin orden de cateo, con prepotencia. La primera baja en la guerra contra el narcotráfico han sido los derechos humanos.

Un hecho sorprendente es que la inmensa mayoría de los homicidios perpetrados en los últimos dos años fueron cometidos contra personas desarmadas, sin que se hubieran provocado riñas o enfrentamientos. No fueron asesinatos acaecidos por la lucha abierta entre cárteles de las drogas, ni provocados por el enfrentamiento del Ejército y las policías contra bandas del crimen organizado. Fueron crímenes perpetrados en una ciudad que vive en un estado de sitio no decretado, patrullada día y noche por más de 10 mil efectivos, llena de retenes.

Quizá por ello, en amplios sectores de la población la percepción dominante es que las fuerzas policiales y militares están en la ciudad no para combatir el narcotráfico, sino para ayudar a uno de los cárteles de la droga contra el otro. Así lo dicen. Y es que, a pesar de estar cerca de los lugares donde se cometen los crímenes, los uniformados no intervienen para impedirlos.

Desde que comenzó la guerra contra las drogas en Chihuahua han sido asesinados varios importantes dirigentes sociales. La lista es larga: Armando Villarreal Martha, líder rural y promotor de diversas huelgas de pago contra las altas tarifas de la Comisión Federal de Electricidad, fue baleado. Benjamín Lebarón, figura carismática de la comunidad mormona, promotor de movilizaciones contra la inseguridad, fue ejecutado. Según la Asamblea Ciudadana Juarense y el Frente Nacional contra la Represión, en Juárez fueron asesinados el investigador del movimiento obrero Manuel Arroyo; el representante de los comerciantes ambulantes, Géminis Ochoa, y la defensora de derechos humanos en el Valle de Juárez, Josefina Reyes. Géminis Ochoa había sido amenazado por la entonces Policía Federal Preventiva después de anunciar una marcha contra los abusos militares. Josefina Reyes fue acosada por el Ejército a raíz de que expresó públicamente su repudio a la militarización.

El ataque a la Kaminata contra la muerte del pasado 29 de octubre es otro escalón en la agresión policiaco-militar contra los juarenses. En la ciudad de los muertos sin nombre los ciudadanos están cada vez más hartos de las fuerzas del orden. Se anuncia ya la hora de la rabia que reclama justicia.

Jacinta

Sin sostén

Hasta los huesos