miércoles, 30 de junio de 2010

Ordena SCJN liberar a los 12 presos por caso Atenco

Ordena SCJN liberar a los 12 presos por caso Atenco

Los ministros concedieron el amparo "liso y llano" a los acusados, incluidos los líderes del FPDT Ignacio del Valle y Felipe Alvarez Medina.
La Jornada en línea
Publicado: 30/06/2010 13:03
México, DF. Por mayoría, los ministros de la primera sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación declararon la libertad de los 12 detenidos desde mayo de 2006 por los sucesos de San Salvador Atenco, estado de México. 
De este modo, los líderes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, Ignacio del Valle -quien fue condenado a 112 años de prisión por secuestro equiparado- y Felipe Alvarez Medina, recluidos en el penal de máxima seguridad del Altiplano,  también quedaron liberados.
La Corte concedió el amparo "liso y llano" a los acusados, por lo cual quedarán libres una vez que la notificación llegue a las autoridades de los penales en donde se encuentran presos. 
Los ministros determinaron que en el caso de las doce personas se usaron pruebas ilegales con las que se intentó acusarlos de un delito que no cometieron.
El nombre del resto de los detenidos que obtuvieron su libertad son Óscar Hernández Pacheco, Rodolfo Cuéllar rivera, Julio César Espinoza Ramos, Juan Carlos Estrada Cruces, Édgar Eduardo Morales Reyes, Jorge Alberto y roman Adán Ordóñez Romero, Narciso Arellano Hernández y Alejandro Pilón Zacate.

"La esperanza se construye, no se espera", Ignacio del Valle

"Todavía nos esperan muchos años de lucha", afirma Ignacio del Valle
"No debemos tolerar la injusticia cotidiana", señala
"Tenemos que despertar a ese gran pueblo adormecido"

Cuatro años en una celda de dos metros por tres, 23 horas diarias de soledad y una hora de patio que puede ser suspendida por cualquier motivo. Aun así, Ignacio del Valle, el líder del movimiento en defensa de la tierra en San Salvador Atenco, asegura que el pueblo de México es el único "que a fuerza de conciencia y de tener presencia puede cambiar lo que ya caducó, de cambiar lo que está haciendo daño al país".

Con una sentencia de 112 años de prisión dictada por un juez que consideró que un acto de presión a funcionarios públicos fuera calificado como delito de "secuestro equiparado", Del Valle consigue por primera vez hablar con un medio de comunicación desde el penal de máxima seguridad del Altiplano, en Almoloya, estado de México.

Ocho minutos apenas. Una entrevista muy apretada en la que alcanza a expresar su sentir sobre la decisión de los cinco ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) que se anuncia hoy.

“Tengo confianza en que las cosas se den positivamente en favor de todos mis compañeros –comenta–; desde luego que también estamos preparando nuestra mente por lo que suceda, porque también puede ser algo diferente. La realidad nos ha enseñado que cuando esperamos una cosa positiva pasan las cosas de otro modo. Sabemos que en este sistema la justicia no se da como debe ser”.

Se trata de una resolución de la cual, de algún modo, pende su vida, pues es el último recurso legal que podría dejarlo en libertad. O dejarlo tras las rejas de por vida.

–Este proceso ha estado marcado por dos vías: la batalla jurídica y la vía de la movilización popular.

–Es así. Y ha sido muy importante. De otra manera no sería posible. Estamos frente a esta esperanza por el actuar del frente (de Pueblos en Defensa de la Tierra), y no sólo de mi comunidad sino de muchos otros hermanos en México que nos han brindado su solidaridad y comprensión. Todo esto nos indica que tenemos que hacer algo contra las injusticias que se dan de manera cotidiana. Tenemos que dar esa lucha en todos los frentes que existan. Si no lo hacemos, ese nuevo amanecer que perseguimos los que queremos justicia nunca va a llegar.

Pese al encierro en esta prisión, Ignacio del Valle logró mantener presencia en el movimiento atenquense gracias a sus cartas, largas misivas escritas a mano con una caligrafía preciosa.

La más reciente empezaba así: "Desde este lugar en donde nos ha tocado hacer trinchera, en la que sus muros, sus barrotes de acero, sus alambradas de cuchillas filosas y puntiagudas pretenden aniquilar nuestro espíritu que se mantiene de pie..."

Por teléfono reitera ese buen ánimo: "Felipe Álvarez, Héctor Galindo y yo estamos bien, estamos más fuertes. Nos hemos forjado, como los machetes, que a fuerza de golpes se les saca filo".

–¿Está haciendo planes, si acaso sale libre? ¿Cómo imagina su regreso a Atenco?

–Yo nunca me he ido de mi pueblo, siempre he estado con él.

En sus años de ausencia, su parcela no ha estado ociosa. Su esposa Trinidad Ramírez la ha estado cultivando. Su taller para imprimir camisetas tampoco, sus hijos Ulises y César lo mantienen trabajando. Y el movimiento que él lideró a partir de 2002 sigue presente.

–¿Con qué se imagina que se va a encontrar?

–Nos queda mucho que hacer. Esto es como sembrar la tierra. Ahora nos toca cultivar, queremos una cosecha de lo que al tiempo sembramos.

–¿Qué aprendizaje le deja la cárcel?

–No debemos tolerar la injusticia cotidiana. Es imposible que al vernos en las condiciones en que estamos no hagamos nada. Tenemos que despertar a ese gran pueblo que de alguna manera ha sido adormecido. Como experiencia, la vida nos puso en esta situación y la tenemos que enfrentar.

–¿Cambiaría algo de lo que se hizo en la lucha de Atenco?

–No nos arrepentimos de nada, estamos conscientes de lo que perseguimos. Lo que hemos hecho fue sólo defendernos. Por la realidad que hemos vivido entendimos que los derechos no sólo se exigen. Ya basta de que sólo exijamos ser escuchados. La libertad la tenemos que tomar en nuestras manos, el pueblo debe tomar lo que le corresponde en forma natural.

De todos los perseguidos de Atenco, es a Ignacio del Valle a quien se le castigó más duramente. En mayo de 2007, a un año de su arresto en Texcoco, el juez del primer tribunal penal de Toluca lo sentenció a 67 años de prisión. La Procuraduría de Justicia mexiquense consideró la pena "insuficiente" y recurrió el dictamen. El juez de la sala de Texcoco le añadió otros 45 años. Adicionalmente le impuso una multa de 157 mil pesos. En junio de ese año la Secretaría de Finanzas en Toluca ordenó el embargo de su casa.

Con toda esa carga a sus espaldas, Ignacio del Valle no olvida a los trabajadores despedidos del Sindicato Mexicano de Electricistas que están en huelga de hambre en el Zócalo capitalino. Envía "abrazos y saludos a mis hermanos del SME, a mis hermanos mineros, a las organizaciones hermanas que están en pie de lucha y en resistencia".

Cualquiera que sea el fallo de la SCJN hoy, el hombre tiene pila para rato: "Nos esperan muchos años por seguir la lucha. Nuestra existencia entera no va a alcanzar para todo lo que tenemos que hacer. La esperanza se construye, no se espera".

Faltan muchas cosas que decir, pero el tiempo se agota. "Estamos en la línea. Gracias". Y la llamada se corta.

martes, 29 de junio de 2010

Día 64 - los doce jugadores

domingo 27 de junio de 2010
Día 64 - los doce jugadores
 
Ahora son doce. En menos de 24 horas han perdido a dos de sus mejores jugadores: Rodrigo Daniel e Isaías. Nueve hombres y tres mujeres que llevan entre 64 y 58 días en huelga de hambre. Los conocéis ya a casi todos. Conocéis al ingeniero Cayetano, orgulloso padre de dos hijas, siempre flanqueado por su inquebrantable esposa. Conocéis a Miguel Pérez, irreductible soltero y fan de Brasil, tan alegre y bromista como esquelético. No conocéis todavía a Miguel Ibarra, el último integrante de la Carpa 2, pero espero que lo conozcáis pronto. Conocéis a los irreductibles integrantes de la Carpa 3: al combativo Ricardo, que no da su brazo a torcer; a Rafa, siempre tan sereno y optimista, en representación del grupo de Laboratorios, y al ingeniero Ugal, que se mantiene en permanente comunicación con el resto del mundo a través de facebook y twitter (@ugaling). Conocéis a los integrantes de la Carpa 4, la carpa de los líderes sindicales, también llamada jocosamente “carpa de los grillos”, donde están Carlos, a quien conocisteis en la última entrega, Goyo, el representante de Tlahuelilpan y Miguel Márquez, el subsecretario de Necaxa. Y conocéis, desde luego, la carpa de las mujeres. Un día fueron diez, pero ahora solo tres permanecen: las más jóvenes, Isa, Nati y Carolina.

Ahora son doce. Hace sesenta y cuatro días eran ochenta y tres. Han sido primero ignorados y luego insultados y difamados por los grandes medios, esos mismos medios que manejan los enormes intereses de la fibra óptica que le fuera arrebatada a LyFC en nombre de una ineficiencia que se ha quedado diminuta comparada con las recientes hazañas de la CFE. Han resistido los embates del hambre, de la presión familiar, de los ruidos constantes con que los obsequia el Gobierno del Distrito Federal, de todos los malestares, del silencio y las infamias, del desánimo, de la desilusión y la desesperanza. Pero el silencio ha terminado. Son doce y conoces sus nombres. Los conoces a ellos: sus pensamientos, sus recuerdos, sus motivos. Cayetano. Miguel Pérez. Miguel Ibarra. Ricardo. Rafa. Ugal. Carlos. Goyo. Miguel Márquez. Isabel. Natividad. Carolina. No olvides sus nombres, concédeles al menos eso, porque están aquí, ofreciendo su vida, para defender la soberanía de tu país.


http://untrabajadorunahistoria.blogspot.com/

Carta para un huelguista - día 56

Ella se llama Raquel. Es la hija de Cayetano. Y dice:

Carta para un huelguista:

¿…qué es lo que nos han hecho? Me pregunto con coraje y con tristeza. ¿Acaso todo está perdido? La educación está podrida, la vida está arruinada. ¿Será que la única solución es salir huyendo y gritar “sálvese quien pueda”? Si, lo pensé. Pero las cosas han cambiado. Hoy he despertado y he sentido en mi alma la chispa de la rebelión, he visto estos hombres que han sobrevivido sin comer, he visto sus miradas hacia el cielo, buscando y pidiendo una solución, he leído la desesperación en su mirada: la tristeza, el enojo. He conocido muchos sentimientos, y entre ellos la admiración por todos, el orgullo de saber que aun existen los sueños, el orgullo de saber que no todo tiene que estar arruinado. Descubrí finalmente que existen hombres y mujeres valientes dispuestos a dar la vida por su país al igual que me lo contara un libro de historia.

Hoy quiero dirigir mis letras a los hombres y mujeres que forman parte de esta lucha. Hoy sé que no es suficiente decirles que no se den por vencidos porque no están solos. Es por ello que hoy me he decidido a decirles algo más que eso. La admiración que siento hacia ustedes no solo se basa en que lleven 55 días sin comer, no solo es eso. Los admiro porque a pesar de estar en un país desangrado por aquellos sedientos de poder no han desistido en su lucha, siguen aquí, dándolo todo. Los admiro porque he sido parte de los miles de jóvenes que carecían de esperanza. Pero el verlos a ustedes llenos de fuerza me ha hecho ver que no todo está perdido, que si se pueden cambiar las cosas. He comenzado a entender finalmente el porqué de la historia de mi patria, por qué se hicieron estas cosas, y por qué de ser necesario volverían a suceder…

sábado 19 de junio de 2010


http://untrabajadorunahistoria.blogspot.com/

lunes, 28 de junio de 2010

El encuentro con monseñor Oscar Arnulfo Romero

Stella Calloni

Anochecía sobre una ciudad donde se podía percibir la muerte, olerla, como si fuera una sombra pesada siempre detrás. Entre los objetivos de mi viaje estaba un encuentro con el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Oscar Arnulfo Romero.

Había tenido que esperar algunos días, mientras realizaba entrevistas con el gobierno del general Carlos Humberto Romero, que mantenía al país bajo el terror, por una parte y por la otra entrevistaba a la población, los campesinos, los dirigentes de Derechos Humanos y clandestinamente a algunos dirigentes guerrilleros. El general Romero, quien subió fraudulentamente al poder en 1977 dando continuidad a las dictaduras militares, sería derrocado por otro golpe militar de distinto signo en octubre de ese año.

En todos esos días me ayudaba Marianela García Villa, una maravillosa mujer joven defensora de pobres y presidenta de la Comisión de Derechos Humanos.

Cada día, a veces con un intervalo de sólo dos horas, sonaba su teléfono y las voces de los asesinos de las sombras transmitían el mensaje de la muerte. Un día de aquellos, al regresar de una zona campesina, como había un extenso operativo militar y era peligroso regresar al hotel, me quedé en su casa. Ella no se acostó, se sentó en un sillón hamaca, para estar junto al teléfono y esperar los llamados desesperados de algunas de las víctimas que debía socorrer, lo que se mezclaban con las amenazas.

A partir de aquellos días mantuvimos una amistad cálida y alguna vez se hospedó en mi casa en Managua. Casi siempre su tarea era terrible: abrir tumbas colectivas, donde se encontraban los cadáveres de niños, mujeres, hombres, ancianos. Los escuadrones de la muerte actuaban a diario en las poblaciones campesinas indefensas. Ella fue asesinada en una de esas heroicas misiones en marzo de 1983.

Estando en su casa una tarde de agosto me avisaron mediante esa increíble y conmovedora acción que rescata la antigua tradición oral- la presencia del chasque- para eludir la cacería de los servicios de inteligencia, que Monseñor Romero me esperaba en el hospital del Arzobispado.

Me indicaron que debía tomar muchas precauciones para llegar. Nunca hacerlo viajando desde la casa de Marianela o desde el hotel donde me hospedaba. No ir directamente al Arzobispado porque me seguirían seguramente. Viajar hacia un rumbo cualquiera, cambiar de taxis, entrar a un lugar salir por otra puerta. Así es que fui cumpliendo con cada uno de los consejos y finalmente viajé hasta un lugar cercano al arzobispado.

El último tramo del viaje había sido muy extraño. El chofer era un hombre muy grande y fuerte, como un luchador. Como yo hablaba con dejo mexicano me identificó como mexicana y de inmediato cambió su tono de hablar y de preguntar. Entablamos una conversación sobre la lucha libre. Como era un espectáculo tan especial en México, siempre me había interesado por su enorme irradiación popular, así que, al menos podía ufanarme de conocer a varias figuras de ese deporte tan divertidamente teatral. En un momento dado me dijo que el había sido luchador en México y que su nombre era Aguila,

Había algo en el él que me causaba terror y especialmente en esa noche donde se desató una tormenta eléctrica y un aguacero que parecía una cortina de agua. Debo decir que tuve miedo ¿ por qué no?. Pero en todo momento traté de que esto no se notara. Así es que cuando abandoné el taxi eligiendo al azar un restaurante que ocupaba una esquina, sentí un enorme alivio. Mi instinto no se había equivocado. Hablando luego con unos compañeros periodistas de El Salvador, me contaron que le llamaban el “quebrantahuesos” porque era lo que hacía ayudando a los torturadores.

En el restaurante mientras bebía un café iba tratando de ver si había una puerta que diera a otra calle por temor de que “Aguila” estuviera por allí donde me había dejado. Lo logré. Salí y la lluvia ayudaba porque no se veía a unos cortos metros. Así conseguí otro taxi y bajé poco antes del Hospital del Arzobispado donde me recibieron con gran calidez y toallas para secarme. Debía esperar porque Monseñor Romero estaba en una misión. Pregunté a una monja por un extraño rumor que venía desde otros cuartos Eran refugiados para quienes llegar hasta el Arzobispado era haber salvado su vida..

Yo estaba en una habitación débilmente iluminada después de un corte de luz que había oscurecido parte de la ciudad, cuando desde el fondo en penumbras del pasillo vi avanzar la extraña figura de un hombre alto, que traía un bulto en sus brazos. Eran dos niños muy pequeños. Una monja se apresuró a recibirlos. El era Monseñor Romero que había rescatado esos y otros niños de una de las tantas masacres producidas por el ejército salvadoreño en una aldea cercana.

Monseñor tenía la túnica levantada y con ella cubría a los niños. Sus pantalones estaban enrollados para poder caminar entre el agua como lo hizo en las calles inundadas rodeado por ese pequeño grupo de sobrevivientes. Fue una imagen tan desoladora como fuerte. Se envolvió en una manta y así empapado aún, tomando un te caliente se dispuso a hablar con voz suave y tranquila, que al recordar algunos hechos tenía ciertos dejos de desesperación o impotencia.

Se veía dolido, pero a la vez con la fuerza de una decisión para enfrentar las situaciones terribles que estaba viviendo que sólo podía darle una gran fe, en lo que él creía profundamente. Nunca había visto a alguien que tomara con tanta energía su papel de pastor de almas. Y en este caso eso lo llevaba a estar enfrentando permanentemente la misma escena, de aldeas enteras masacradas, de ver asesinados en condiciones atroces, de asistir a las familias desesperadas y a un pueblo cautivo ante un ejército y sus escuadrones de la muerte, que habían sembrado el terror en todo el país.

Confesó que cuando fue enviado a El Salvador, jamás había imaginado que iba a vivir lo que estaba viviendo y que esa realidad había dado un vuelco a su vida como religioso. Lo había sensibilizado extremadamente. Dijo que sólo lo sostenía su enorme fe en Dios y su amor por el pueblo, lo que era tan real que hasta uno podía sentirlo en la piel.

Admitió, sin victimizarse, serenamente, que estaba amenazado de muerte por varios de los Escuadrones y especialmente por la paramilitar Unión Guerrera Blanca y que no tenía miedo sino impotencia ante la imposibilidad de detener aquella matanza.

“Jamás imaginé que iba a ver esta violencia, que iba a caminar entre poblados enteros víctimas de las masacres y las matanzas. Siempre debo recurrir al Señor, porque a veces el dolor y la impotencia son muy fuertes. Como clamar en el desierto” Largo tiempo platiqué con él.

Recuerdo que mi primera pregunta ya como periodista fue si existía un conflicto entre la Iglesia y el gobierno, como decían algunos medios.

-Yo digo decididamente que no. Hay un conflicto entre el gobierno y el pueblo y yo como pastor de Dios debo estar con el pueblo.

En El Salvador no existe un conflicto entre el pueblo y el gobierno como quieren hacer creer muchos funcionarios. Existe un conflicto entre el gobierno y el pueblo, un pueblo que está sufriendo muchos horrores y la iglesia y sus pastores tienen que estar con el pueblo”.

Esas fueron las palabras de Moseñor Oscar Arnulfo Romero cuando en Roma se entrevistó con el entonces nuevo Papa Juan Pablo II, quien ni siquiera se detuvo a mirar los informes, las fotografías y las copias de las cartas enviadas por el Arzobispo en un desesperado pedido de auxilio cristiano para detener la matanza del pueblo salvadoreño.

En aquella noche de agosto de 1979 se podía percibir la tristeza que le había causado la indiferencia del nuevo Papa, después de haber hecho enormes esfuerzos para llegar a Roma, porque “creía que algunas manos negras impedían que cartas e informes llegaran a destino”:

Me habló de las penurias de su país. “De todo esto quería hablar con el Santo Padre” decía señalando luego a los refugiados en el Hospital, a los dolientes que había sobrevivido a algunas de las centenares de matanzas. Siete veces lo amenazaron telefónicamente durante la entrevista.

Allí mismo me mostró fotografías de las masacres en las aldeas, cuerpos despedazados, señales de inenarrables torturas. “Un pastor de la Iglesia debe hablar por estas voces silenciadas, un pastor de la Iglesia debe exigir justicia en nombre de Dios”.

Estaba sufriendo el enorme dolor de que varios sacerdotes jóvenes habían sido asesinados por el ejército y los escuadrones de la muerte, los mismos que todos los días a todas horas amenazaban con matarlo. No quería hablar con el Papa de las amenazas contra él, sino de “los crímenes cometidos contra un pueblo indefenso”

Quería hablar de los “padrecitos” de los pastores de Cristo, los sacerdotes asesinados como Rutilio Grande, (1977), Ernesto Barrera, (1978,)”Octavio Ortiz Luna Rafael Palacios y por esos días Alirio Napoleón Macías (1979).

Su dolor era visible “ellos fueron asesinados porque estaban haciendo lo que debían, estaban cumpliendo su misión con los pobres y desamparados”.

Eso mismo quiso explicarle a Juan Pablo II a través de innumerables cartas dirigidas al Vaticano. “Nadie escucha nuestras voces” decía cuando ya estaba con vencido de que Juan Pablo II no haría nada para detener la matanza en su país.

Había ido a Roma y ante la imposibilidad de ver al Papa a través de los canales normales del Vaticano, pero con excusas “increíbles y evidentes” se le iban cerrando las puertas.Ya casi a punto de tener que regresar a su país recurrió a una acción desesperada y era humildemente mezclarse con los fieles. Inaa pedir al Papa una palabra de justicia para el pueblo salvadoreño, como relató aquella noche y sólo encontró reprimendas e indiferencia.

Esa indiferencia que alentó a sus asesinos el 24 de marzo de 1980. En un domingo en que el Papa bajó al gran salón para la audiencia general, logró estar en primera fila y cuando el Papa lo saludó le retuvo la mano para implorarle una audiencia. Todavía tenía esperanzas y llevaba consigo las pruebas del horror. Pero su primera sorpresa fue un regaño de Juan Pablo II por lo “voluminoso” que era el material que traía.

María López Vigil quien escribió un libro sobre Monseñor Romero dice que el papa le dijo al Arzobispo “¡ Ya les he dicho que no vengan cargados con tantos papeles! Aquí no tenemos tiempo para estar leyendo tanta cosa.”

Ni siquiera quiso mirar las fotografías de los sacerdotes asesinados, con señales de torturas algunos de ellos. Recuerda María que Monseñor Romero insistió sobre el padre Octavio Ortiz , en ese entonces la víctima más reciente entre los religiosos asesinados en El Salvador.”Yo lo conocía muy bien a Octavio, Santo Padre, y era un sacerdote cabal. Yo lo ordené y sabía de todos los trabajos en que andaba. El día aquel estaba dando un curso de evangelio a los muchachos del barrio… nos lo mataron diciendo que era un guerrillero.”

“El Papa mira fijamente la foto y no pregunta más. Mira después los empañados ojos del arzobispo Romero y mueve la mano hacia atrás, como queriéndole quitar dramatismo -¿Y acaso no lo era? -contesta frío el Pontífice.

Monseñor Romero quería mostrar otras fotos. Nada quiso ver el Santo Padre. El sólo le quería decir “que estaban matando a los hijos de Cristo, que estaban matando a Cristo en esos sacerdotes y en esos miles de niños hombres y mujeres. Cristo estaba muriendo y el se ponía molesto. Era evidente”. Y sólo para recordarle que su papel como arzobispo era mantener muy buenas relaciones con el gobierno es para lo que habló el Papa.

Desde allí volvió a El Salvador en uno de los períodos de mayores matanzas en ese país y su imagen aquel día de su asesinato abriendo los brazos parecía implorar que alguna luz iluminara al Papa. Todavía esperaba. Ir a principal

en estos tiempos

 Sergio Corrieri Hernández.



En estos tiempos

los ojos se estrenan con cada amanecer

nuevas visiones del mismo fantasma lacerado

que recorre a pie el mundo de los pobres

de este mundo.

En estos tiempos

los zánganos fundan nuevas colmenas

con la vieja miel

los vivos se apropian de los muertos

los meteorólogos se tornan herméticos

asomando apenas el húmedo índice.

En estos tiempos

hay ciegos que prefieren no ver

mudos que entrenan sus lenguas intactas

ensayando a la sombra

su próxima traición.

En estos tiempos

los estudios de mercado vaticinan

el aumento constante del precio de los sueños

los mercaderes se aprestan a hacerse millonarios

los profetas auguran la descomunal orgía

de la libertad

el derecho inalcanzable a pensar

solo en sí mismo.

En estos tiempos

la ternura no cabe en una mano

y el puño no sabe de ternura

nuestros hijos tendrán que ser violentos todavía.

jueves, 24 de junio de 2010

12 presos por la defensa de la tierra


CARTA DE AMÉRICA DEL VALLE






CARTA DE AMÉRICA DEL VALLE


Al pueblo de México:
A los pueblos de la orilla del agua, Atenco:
A mi madre, a mi padre y mis hermanos:
A todas las organizaciones y personas que luchan por la libertad y la justicia en nuestro país:

Han pasado cuatro años desde aquella bárbara agresión del gobierno federal y el gobierno del Estado de México contra nuestro pueblo digno y rebelde de San Salvador Atenco. Desde aquellas salvajes golpizas contra hombres, mujeres y niños; del allanamiento y destrozo de nuestros hogares; el asesinato de Alexis Benhumea y Javier Cortés; el encarcelamiento de más de 200 compañeros; la humillación y violación de decenas de nuestras compañeras durante su traslado al penal; la expulsión del país de amigas chilenas, alemanas y españolas que atestiguaron y sufrieron la represión. Todo, a manos de los cuerpos policiacos estatal, federal y municipal. Todo, ordenado, dirigido y supervisado personalmente desde un lugar situado a unos metros de los hechos, por el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Todo, impulsado por la presidencia de la República para cobrarnos la afrenta de haberle impedido arrebatarnos nuestras tierras para cerrar el negocio del sexenio: el de abrir un nuevo aeropuerto con un corredor comercial a todo lujo de varios kilómetros de largo.

Durante estos cuatro años hemos debido luchar y resistir en condiciones sumamente adversas, pero aún así hemos logrado liberar a la mayoría de los presos, han vuelto a su casa la mayoría de los perseguidos y lo más importante es que el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) está vivo y luchando incansablemente por la libertad de los presos que faltan, pero también atento a impedir el despojo de nuestras tierras.

Hoy estamos a escasos días del desenlace jurídico de la lucha por la libertad de nuestros presos. Hemos jugado la última carta legal que tenemos para lograrlo (el amparo definitivo), y la decisión está en manos de la última instancia legal a la que podemos recurrir en México: la Suprema corte de Justicia de la Nación (SCJN)

Quisiera equivocarme, pero todo apunta a que en los próximos días, los ministros atenderán a una decisión de Estado: dejar en la cárcel a algunos presos políticos de Atenco. Sacarán a unos cuantos, reducirán las condenas de otros, pero la realidad es que la injusticia prevalecerá. Una decisión con la que especulan tanto el PAN como el PRI; tanto Calderón, como Peña Nieto, padre y creador de toda esta barbarie. Habiendo una decisión de Estado de por medio (como ocurre también en el caso del SME), es muy difícil que la Corte no la acate. Son contados lo jueces dispuestos a desacatar una orden así girada desde el poder. Por temor o conveniencia, por presiones o por intereses. Basta hacer un breve recuento de su reciente actuar:

La SCJN ha dejado libre e impune a un gobernador que en cadena nacional fue evidenciado protegiendo a una red de grandes empresarios pederastas denunciados por Lydia Cacho, el góber precioso no fue ni siquiera molestado por la Corte.

Más de 20 muertos dejó la represión en contra de la APPO en 2006, las fotos de los sicarios de Ulises Ruiz disparando contra el pueblo de Oaxaca aparecieron en la portada de varios diarios de circulación nacional, cuando la SCJN revisó el caso no puso tras la rejas a ninguno de los sicarios y mucho menos ejecutó acción alguna contra el gobernador oaxaqueño.

Liberó, eso sí, a paramilitares responsables de la masacre de Acteal, entre ellos, dos asesinos confesos.

En el caso de la guardería ABC, puso por encima la tradicional impunidad de los funcionarios que se enriquecen a costa de abaratar la calidad de los servicios que ofrecen, al profundo grito de justicia emanado del dolor por la muerte de 49 niños.

Ya una vez la Corte discutió el caso Atenco y decidió una aberración jurídica al referir que sí hubo violaciones a los derechos, pero que nadie era responsable de tales.

En nuestra patria no hay justicia. Me parece evidente que la Corte no puede sostener la aberración indefendible del “secuestro equiparado”, lo cual anularía las vergonzosas penas de hasta 112 años de cárcel para nuestros presos. Pero tienen la orden de buscar la maniobra “legal” para que algunos de nuestros compañeros aún no salgan libres, y todo indica que eso es lo que al final decidirán, más allá de la intención honorable de algunos de los jueces de poner fin de una vez por todas a esta profunda injusticia (nuestro reconocimiento a ellos). ¿De qué se trata? De ejercer un castigo ejemplar, descomunal contra los símbolos de la lucha social. Es una forma de advertir a los que se decidan a luchar, a qué se atienen si persisten en su intento. Saben que la situación es inestable. Tienen miedo, tratan de disuadir al pueblo de toda decisión de rebelarse, para atemorizarlo. Y por eso mismo es que creo que hay una decisión de Estado. La clase política requiere mantener la amenaza vigente, y por ahora no hay mejores candidatos para ello que los rebeldes, insumisos e incorruptibles campesinos del FPDT. Pero nosotros no lo aceptamos, queremos justicia, no más engaños de los mercaderes del derecho. No nos vamos a resignar, vamos a seguir luchando, porque en un país como el nuestro, donde se cierran las puertas de la justicia, la alternativa que nos queda es luchar y organizarnos para detener tanta impunidad.

Me encuentro ahora en esta embajada en México de la República Bolivariana de Venezuela, pidiendo asilo político después de cuatro años de incesante persecución política en mi contra, de no poder salir a la calle ni ver a mis seres queridos, de no poder volver a mi casa ni a mi pueblo. Cuatro años que han sido de amedrentamiento pero también de indoblegable resistencia. Tengo varias órdenes de aprehensión en mi contra, todos los amparos que he solicitado han sido rechazados por el poder judicial. Para mí, no hay más opciones, menos ahora que la Suprema Corte de Justicia de la Nación está a punto de cometer otra brutal injusticia.

Los cargos por los que a mí me persiguen, son los mismos y en los mismos hechos que los de mi papá. Y frente a esta decisión de Estado de dejarlo preso, me he visto orillada a tomar esta decisión, el asilo político, para continuar la lucha desde fuera, pero con más fuerza y en mejores condiciones. He logrado evitar ser encarcelada cuatro años, y por supuesto que si no han logrado apresarme, menos aún lograrán que me entregue por delitos que no cometí.

Es al pueblo de Venezuela y a su presidente, a quienes pido ayuda, porque he sido testigo de su alto espíritu de solidaridad hacia los pueblos que sufren injusticia. Muestra de ello son todos los programas que otorga el pueblo venezolano con médicos, profesores, petróleo barato, operaciones de la vista a cientos de miles de pobres en nuestra América, combatiendo al imperio yanqui y al capitalismo depredador con gran fortaleza y dignidad.

Me voy, pero no me rindo. Y desde aquí quiero agradecer al pueblo humilde que me ha protegido y resguardado todos estos años; no tengo con qué pagarles más que con mi lucha y mi fuerza.

Quiero que lo sepa mi pueblo, Atenco, a quien tanto amo y admiro por su valentía, con quien tengo muchos proyectos y espero regresar pronto para concretarlos, junto a mis compañeros. Quiero que lo sepa mi padre y mi madre y toda mi familia, también que lo sepan mis hermanos de lucha de todos los rincones de mi patria que es México:

Si sigo de pie es por todos ustedes, y aunque mañana esté lejos, cuéntenme entre las filas de los que resisten y luchan por un país mejor, por un México sin despotismo político, sin la corrupción, explotación y despojo que hemos sufrido por años, y que ya no estamos dispuestos a tolerar.

Y quiero que lo tengan siempre bien presente: ¡Venceremos! Ahora más que nunca, es momento de unirnos, de pelar juntos contra el enemigo común. Mineros de Cananea, de Pasta de Conchos, pueblo de La Parota y Copala, trabajadores del SME, maestros de la CNTE, estudiantes universitarios, padres de la guardería ABC, de los muertos y las muertas de Ciudad Juárez, familiares de los miles de inocentes asesinados por esta llamada “guerra” contra el narcotráfico, pueblo pobre y trabajador, sin prestaciones, ni buenos salarios, sobreexplotados y humillados, a ustedes me dirijo con todo mi respeto, tenemos que estar juntos, tenemos que acabar de una vez con tanto despojo y represión, tanto de Felipe Calderón, como de quien aspira a ser su sucesor, Enrique Peña Nieto.

Que también lo escuche fuerte y claro el Estado. No pudieron con Atenco y no podrán conmigo. Sigo y seguiré de pie, resistiendo, porque la saña de los de arriba jamás podrá marchitar la rebeldía sembrada y regada por años en la tierra de nuestra nación. Ni sus jueces ni sus medios mentirosos, ni su cárcel ni su persecución, ¡nada detendrá nuestro camino a la justicia y la libertad! En la trinchera que nos toque estar, estaremos con la frente y nuestro puño en alto.

Ni la embajada de la República Bolivariana de Venezuela, ni el Presidente Chávez, ni por supuesto los millones de venezolanos y venezolanas, tienen nada que ver con lo que afirmo. Ellos tienen su lucha propia, la cual admiro y siento como propia, pero nada han tenido que ver con mi decisión de entrar a esta embajada y pedir asilo, lo cual ha sido decisión mía, exclusivamente.

No estoy dispuesta a permanecer más tiempo escondida, acosada, maniatada. Ya son más de cuatro años así, y la situación no tiene visos de cambiar. Mi única alternativa para recuperar la libertad por ahora es acogerme al asilo político por parte de un gobierno realmente democrático y del pueblo; de una pueblo solidario con la rebeldía de sus hermanos de otras tierras. Quiero mi libertad para seguir luchando, para seguir estudiando, para seguir viviendo. Por eso he decidido pedirle al pueblo de Venezuela, a su presidente, Comandante Hugo Chávez, que me acojan en su territorio mientras logro recuperar mi derecho a seguir luchando en mi propio país.

Que el mundo entero voltee a mirar lo que sucede en México. Que observe atentamente lo que está por ocurrir en estos días: que la mayor instancia de justicia de nuestro país, es incapaz de plantar cara ante una decisión de Estado, aún cuando éste cometa la más burda y lacerante de las injusticias.

América de Valle Ramírez
Perseguida Política del FPDT

Una trabajadora, una historia

miércoles 23 de junio de 2010


Lupita - día 60



Nombre: María Guadalupe Vázquez Guzmán
En huelga de hambre desde: 3 de mayo
Edad: 38 años
Puesto en LyFC: Secretarias
Se nos acaba el tiempo. A mí, a ellos y ellas, a todos nosotros. Ya no es tiempo de andar contando la vida de nadie cuando ni fuerzas tienen estos hombres y mujeres para incorporarse. Aún así continúo en mi empeño, porque hice la promesa de que estaría con ellos hasta el final. Translúcidos, parecen ya luciérnagas: la piel tirante deja entrever el brillo interior. Alucinados tras más de cincuenta días sin probar bocado, el cuerpo se les va desintegrando y deja al descubierto los huesos de su voluntad. Es algo terrible, de una belleza brutal y absurda, contemplar el fuego absoluto de sus almas. Algo sobrecogedor, fantasmagórico. Si el mundo a su alrededor duda –o dicen que duda, porque ya es difícil saber nada con certeza- la voluntad de los huelguistas, en cambio, no admite debilidad alguna. No admiten concesiones ni dudas ni lloriqueos. Lupita tiene la voz tan débil que apenas la oigo. Se incorpora con dificultad sobre su catre para atender a mi petición que tal vez raya en lo absurdo: cuéntame tu vida. Se incorpora y vence su dolor y su cansancio y comienza a enlazar palabras para contarme en un torrente alucinado exactamente lo que le he pedido: su vida.
Aunque ya tiene treinta y ocho años, Lupita parece mucho más joven. Es una mujer hermosa y cálida, indefinible, a caballo entre la tradición y la rebeldía. Tiene un aire alucinado de personaje de ficción, con su delgadez extrema, su cabello pintado de rojo y los gestos finos y decididos. Natural de San Pedro Zictepec (“de provincia”, dice ella), municipio de Tenango del Valle, decidió entrar a LyFC unilateralmente. Su padre, un hombre estricto y tradicional, poco dado a muestras de cariño, se opuso frontalmente: de él no obtendría ninguna ayuda para entrar a la empresa. En LyFC había trabajado él y trabajaban los dos hermanos de Lupita, pero el paso le estaba vedado a ella, por ser mujer. Lupita enfrentó a su padre y recabó la ayuda de uno de sus hermanos, que se comprometió a ayudarla. No fue fácil. Cinco años tardó su hermano en poder cumplir su palabra. Llamó a todas las puertas y pidió ayuda. Finalmente, inscrita ya en el sindicato, Lupita obtuvo un voto de confianza, paso previo para poderse presentar al examen de secretaria. Presentó en primer lugar sus acreditaciones –había estudiado para secretaria y trabajaba como tal para un candidato político-. Su padre se burlaba de ella: jamás lograría el puesto. El día del examen, ciento ochenta candidatas lucharon por diez plazas. Su padre la acompañó, insistiendo aún en que no lo iba a lograr y que ello representaría una vergüenza para la familia. Hubo examen de matemáticas, de ortografía, de taquigrafía y de transcripción a máquina. Lupita salió la primera, casi llorando. Sabía que no habría otra oportunidad.
Quedó la segunda, con un 9.7. Recibió la noticia semanas más tarde, mientras se recuperaba de una extraña enfermedad de la piel. Del susto se le quitó la alergia y aquél día se ganó a su padre para siempre. Admitió que su hija Lupita era distinta, que no podría doblegar su voluntad. Y la aceptó.
-Me saliste más callejera que los hombres- protestaba su padre
-Nunca tendrás de qué avergonzarte de mí – replicaba ella
Su novio regresó de Estados Unidos a la par que ella obtuvo –finalmente- su ansiado puesto en LyFC. Regresó cargado de regalos y reproches, pero ella accedió a irse a vivir con él. Sin previo aviso. Sin boda. Tal vez tuvo un presentimiento de lo que iba a venir, porque ni la presión de su propia familia ni la presión del novio fueron suficientes para convencerla. Su familia, horrorizada, dejó de hablarle durante tres meses. No recuperó la comunicación con ellos hasta que su padre, preocupado, llamó a su novio para suplicarle que no impidiera a Lupita trabajar en LyFC. ¡Le había costado tanto conseguir el puesto! Tampoco hubiera podido: Lupita hizo siempre lo que quiso. Continuó trabajando en LyFC y tuvo un hijo. Poco a poco, la relación empeoró. Lupita comenzó a cargar con todo el peso de la casa. Al cierre de LyFC, las cosas se precipitaron. Los gritos y reproches se hicieron frecuentes. Su novio, que al principio la había apoyado en la lucha del sindicato, ahora le exigía liquidarse. Lupita fue inflexible. Entre él y el sindicato, escogió sin dudarlo al sindicato. Agarró a su hijo y se regresó con sus padres sin mirar atrás. Su padre la contempló en silencio unos instantes:
-Ay, flaca…ya sube a descansar.
Dice que no ha venido a morir, como en un principio temió su familia. Les dio miedo que hubiese acudido a la huelga de hambre para dejarse morir, a causa de su novio. Ella los enfrentó de nuevo: solo por un hombre daría la vida, y ese es mijo. No, no ha venido a morir, porque se debe a su hijo. Pero confiesa que prefiere morir a quedar dañada irreversiblemente. ¿De qué le serviría a su hijo una madre enferma? Mientras escribo esto, me dicen que ya se llevan a Lupita. Pronto su hijo podrá verla de nuevo: ¡estará tan contento! Lupita se venía sintiendo mal desde hace días. Ahora Lupita ya no está en el campamento. Me alegro y me entristezco a partes iguales. Pero no debo mostrar mi tristeza: ella me lo pidió. Sean fuertes, dijo. La tristeza es muy contagiosa, no la muestren, si no, al rato, esto va a ser un contagiadero de frustraciones. Deben ser fuertes porque nosotras no tenemos ya fuerzas para estar dando ánimos a las visitas. Ahí les encargo, pues, su recado: permanezcan fuertes.


http://untrabajadorunahistoria.blogspot.com/

miércoles, 23 de junio de 2010

El opio es redondo

La corte minúscula

Por: Alberto Serdán
Para los bebés, las mamás y papás de la Guardería ABC
Para Daniel, Jesús, Ramón, Pepe, Lorenzo y Daniela

Murieron 49 bebés y más de 100 quedaron lesionados bajo la custodia del Estado Mexicano el 5 de junio de 2009. Un incendio en la Guardería ABC, subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Hermosillo, Sonora, cambió sus vidas, la de sus papás, sus familiares, su comunidad y su país para siempre.
La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) investigó el hecho y no tuvo el valor de señalar responsables de alto nivel. Se protegieron en una visión limitada de sus facultades constitucionales y prefirieron hacer lo mismo de siempre aunque los resultados fueran los mismos: echar la culpa al otro, al Legislativo, de que no tuvieran margen de maniobra, con el consecuente resultado de abonar a la impunidad.
Sabíamos que los ministros no podían establecer culpables ni meter a nadie en la cárcel. La facultad de investigación de violaciones graves a las garantías que les otorga el artículo 97 de la Constitución no se los permite. Pero hicieron una investigación, se presentó un dictamen innovador que por fin señalaba la responsabilidad de altos funcionarios en la tragedia basado en evidencias, razones jurídicas y con una perspectiva de políticas públicas. No obstante, la pusilanimidad de la vieja guardia de ministros desechó el dictamen preparado por el recién llegado Arturo Zaldívar.
****
Lamento que en este tiempo la suprema corte de justicia de la nación se tenga que escribir con las letras minúsculas de su relevancia para la justicia en nuestro país. Las instituciones no son denigrantes, los malos servidores públicos son quienes denigran a las instituciones, recordó el ministro Zaldívar. Hoy, me parece, hubo ministros que denigraron a la scjn (así, con minúsculas). Las razones están a continuación.
Lo hicieron al señalar que hubo “violaciones graves a las garantías”, pero no responsables; que hubieron “involucrados” o “responsables imprudenciales” en los niveles medios, pero no en los niveles altos; que hubo “numerosas irregularidades”, pero no un “desorden generalizado” que provocó la tragedia; que hubo un “problema técnico” y no una responsabilidad directa; que hubo “inexistencia de un marco normativo adecuado”, pero no responsables de ello; que las muestras estadísticas representativas son sólo “un indicio” de irregularidades y “no son suficientes” para señalar la debilidad del sistema.
En el colmo del cinismo, hasta dijeron que el IMSS no es autoridad y, por tanto, no se le puede acusar de violar los derechos fundamentales. Tampoco los particulares que con dinero público realizan de manera concesionada labores del Estado. Peor, que la culpa la tenían los papás “por elegir esa guardería” y el resto de los ciudadanos osábamos pedir “guarderías de primer mundo” y que deberíamos conformarnos con lo que tenemos.
Eso dijeron los ministros con la honrosísima excepción de Arturo Zaldívar, Juan Silva Meza, y Olga Sánchez Cordero, colegas suyos que merecen ser nombrados por su valor al defender los derechos fundamentales de la ciudadanía y no los intereses particulares del poder. Por economía, cuando se menciona “ministros” en este texto, les excluyo.
El argumento principal usado por los ministros es que la Ley no exigía de forma directa a los altos funcionarios del IMSS de cuidar de la Guardería. Por tanto no se le puede culpar de lo que no se es legalmente responsable directo. Ese mismo argumento usan ahora quienes buscan defender a los funcionarios y ministros de su insensatez.
No entienden quienes ahora acusan de que “el problema son las leyes” que el director del IMSS tiene el mandato de “Verificar el buen funcionamiento y cumplimiento de las disposiciones legales por parte de las Delegaciones del Instituto” que incluyen “observar las reglas [...] en las instalaciones [de las guarderías] de acuerdo a los lineamientos establecidos por el Instituto, a fin de garantizar la integridad física de los menores, usuarios y del personal. (…)”.
La Ley no dice que las normas se cumplen sólo para cumplir el requisito, se cumplen para garantizar –subrayo esta palabra– la integridad física de los menores, usuarios y del personal. Entonces cómo explican que, como dice el dictamen del ministro Zaldívar, “de manera concreta, en el aspecto relevante de protección civil, cabe destacar que al día del incendio, del total de guarderías operadas por particulares, NO contaban con los siguientes elementos:
– Equipo de incendios: 69.7%
– Dictamen favorable de instalaciones eléctricas: 72.0%
– Reconocimiento de validez oficial de la Secretaría de Educación Pública: 51.8%
– Dictamen de protección civil municipal vigente: 49.8%
– Dictamen de protección civil municipal anual: 83.7%
– Visto bueno o dictamen de bomberos vigente: 72.2%
– Visto bueno o dictamen de bomberos anual: 91.4%
– Constancia de realización de simulacros: 75.1%
– Constancia de capacitación de protección civil: 73.3%
– Detectores de humo: 57.0%
– Extintores: 5.4%
– Luces de emergencia: 54.7%
– Rutas de evacuación: 5.3%
– Piso antiderrapante en los baños: 26.5%
– Distancia a la salida menor a cuarenta metros: 13.2%
– Realiza simulacros: 5.3%
– Salidas de emergencia: 41.7%
– Apertura de puertas de emergencia con mecanismo de empuje hacia fuera: 14.0%
– Sistema de alarma sonora: 45.0%
– Instalaciones eléctricas en descuido: 2.6%
– Protectores de tomacorrientes en la pared: 9.9%
****
¿Quién es responsable de no garantizar la integridad física de los menores, como dice la Ley?
Ante esa pregunta, el ex director del IMSS y actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Juan Molinar Horcasitas, preparó un documento para sostener su defensa. No obstante, el documento parece que es la natural defensa de un funcionario que se resiste a asumir sus responsabilidades y trata de buscar, por un lado, las debilidades de la investigación para desacreditarla y, por el otro, desviar la atención sobre el hecho de que la tragedia de la muerte de 49 bebés causada por un incendio, ocurrió bajo la custodia del Estado Mexicano. En este caso, el IMSS.
En México la cultura de la política pública está íntimamente ligada a cumplir con la normatividad. No es para menos, la corrupción, la ineficiencia y la creencia de que las normas y leyes traen por sí mismas la felicidad son elementos que abonan a que los funcionarios estén más preocupados por cumplir normas (o justificar desde ahí sus errores) que verdaderamente en lograr resultados. También abonan a esta problemática un sistema presupuestario que para todo fin práctico no premia los resultados y una normatividad como la de Responsabilidades de los Servidores Públicos, la del Servicio Profesional de Carrera, la de Adquisiciones, que atan a los funcionarios a cumplir con los procedimientos que establece la normatividad más que en buscar resultados u orientar el trabajo sustantivamente al cumplimiento de su mandato.
Entrando en materia, la línea de argumentación del dictamen original del ministro Zaldívar es que los funcionarios relacionados con el sistema de guarderías tienen, entre otros, el mandato de cuidar la integridad física de los niños. Por tanto, los tomadores de decisión deben elaborar una agenda de riesgos y contar con una serie de indicadores que reflejan las acciones que les permitan minimizarlos. Ese sistema de indicadores y esa agenda no forman parte de los alegatos del documento de Molinar Horcasitas; por el contrario, su defensa está en la “legalidad” de sus acciones y su apego estricto a la normatividad.
Así, Molinar entra al churrigueresco laberinto mexicano del deslinde de responsabilidades con argumentos como “no es obligatorio para integrar el expediente legal”, “este documento era opcional, no obligatorio”, “documentos son alternativos. Se requiere uno u otro, mas no ambos”, y cierra con un: “los documentos del análisis de protección civil no son requisitos normativos reales del sistema, por lo que no podía exigirse su existencia”, etc.
¿Cómo puede ser que el IMSS se desentienda de la protección civil sólo porque no es ámbito de su competencia? ¿Cómo es posible que los funcionarios del IMSS se desentiendan de dónde y en qué condiciones están las guarderías?, dijo en su ponencia el ministro Zaldívar. Tiene razón.
De esta manera, la sustancia del argumento del ministro Zaldívar no fue tocado por Molinar: no se respondió si se tenía un eficiente sistema de indicadores que pudieran dar certeza de que los elementos que pudieran poner en riesgo la integridad de la niñez estaban bajo su estricto control. Particularmente, el sistema de guarderías operada por particulares. Por cierto, en el extremo de defender su posición de poder, Molinar alega que sus guarderías –no las subrogadas– sí funcionaban “bien” y que el ministro omitió ese dato. Aquí cabe señalar que un dato “omitido” por el ministro fue que 96.7% de las guarderías del IMSS sí tenían salidas de emergencia funcionando, lo que representaría que 3.3% no, lo que afectaría a cerca de 8,250 mil niños ¿en verdad están contentos con ese resultado?
El dictamen del ministro Zaldívar, rechazado por la Corte, es claro en que el sistema de guarderías incluye al esquema de subrogación. Es claro también que es responsabilidad del Estado cuidar de la integridad física de los niños, aunque éste delegue la tarea a particulares –ojo con el principio de que la autoridad se delega y la responsabilidad se comparte. Dice el dictamen: “Las autoridades estatales encargadas por mandato constitucional de prestar el servicio de guarderías y todas aquellas que tienen competencias en materia de protección civil, tienen el deber de implementar políticas públicas que tengan como finalidad realizar una supervisión y vigilancia rigurosa del cumplimiento de todas las medidas de seguridad tendentes a proteger la vida y la integridad física de los niños que se encuentran en establecimientos públicos y privados dedicados a su cuidado”.
No obstante, Juan Molinar, en la defensa de su negligencia, lo llevó entonces a argumentos cercanos a lo que no fue en su año no fue en su daño o el de la curva de aprendizaje –este usado por Daniel Karam quien llevaba sólo tres meses al frente de la institución al momento del accidente. Caso particular es este: “En ninguna parte del Informe Preliminar se establece quiénes, de estos 400 mil trabajadores, eran los subordinados a los que el Director General del IMSS debía supervisar directamente para evitar la violación de garantías, ni se mencionan tampoco los actos objeto de dicha supervisión”. Estos argumentos evidencian que su sentido de la responsabilidad está simplemente perdido.
Dice Molinar: “En suma, los documentos e indicadores elegidos para calificar la operación de las guarderías también fueron incorrectos” porque no estaban en la normatividad, no porque no fueran pertinentes para valorar con certeza las condiciones de seguridad de las guarderías. ¿Donde está la agenda de riesgos, sus indicadores y resultados que den cuenta que lo investigado por la Corte fue “incorrecto”?
Finalmente, hay una vasta literatura que apunta a que no existe tal cosa llamada “desastre natural” o “accidentes”. Hay diferentes niveles de radicalismo sobre esta postura, pero el principio básico es que los accidentes y desastres naturales tienen un impacto diferenciado casi siempre relacionado con el nivel de ingreso de las personas. Así, las personas pobres sufren las peores consecuencias de un accidente en contraste con las personas de mayores ingresos. Para muestra un botón: durante la discusión del caso ABC, el presidente de la scjn anunció que la construcción de su guardería costó 60 millones de pesos; la bodega habilitada como Guardería ABC es evidente que no tuvo ese nivel de gasto (versiones de los papás sitúan en 50 mil pesos el costo de su remodelación para volverse guardería). Un incendio en la primera guardería no tendría las mismas repercusiones que en la segunda. Este razonamiento lleva a cuestionar si en el IMSS tenían claridad de la vulnerabilidad de guarderías como la de ABC: una nave industrial habilitada como estancia infantil. A juzgar por sus respuestas, no lo creo.
****
Un equipo de 40 abogados –se presume– abordó a los ministros, los presionó y convenció de estos argumentos basados en la “legalidad” pero no en la responsabilidad. Los ministros cedieron –o al menos encontraron buenas excusas. Incluso Molinar y Karam se pasearon por las salas de los ministros las semanas previas a la discusión del dictamen del ministro Zaldívar. Fueron recibidos con sonrisas. Las mismas que han de tener ahora los ministros porque cumplieron con su deber: cuidarle las espaldas al poder.
Es por ello que a los ministros no les gustó que el dictamen del ministro Zaldívar insistentemente hiciera referencia a la moral, a la ética, a la política y a las responsabilidades constitucionales. Tampoco querían entender que la responsabilidad y reparación son conceptos inseparables, ni creer que la Constitución tiene un contenido moral, como señaló en su intervención el ministro Silva Meza. Tampoco que la moral pública sirve para crear condiciones sociales que a través del derecho promueven el desarrollo de la persona, como dijo el ministro Zaldívar. Ante esto, el extremo de la ministra Luna es elocuente: “la doctrina la considero muy abstracta como para usarla de argumento”.
Según los ministros, “la Corte no está para definir cómo se deben comportar las autoridades” y tampoco son “el Ombudsman [defensor del pueblo] supremo”. Si bien no quisieron defender al pueblo, se nota que tampoco quisieron estar a la altura de la historia ni de la democracia. Se rebajaron: corte con minúsculas, cobarde, diminuta. Declararon que sí hubo violaciones graves a los derechos fundamentales en la muerte de 49 bebés, pero no se atrevieron a señalar a responsables de alto nivel.
Los tomadores de decisión, los altos funcionarios, los que hacen políticas públicas, seguirán en el mejor de los mundos posibles: seguirán con grandes sueldos, pueden diseñar políticas públicas de manera deficiente, (o ser omisos de cumplir con sus obligaciones), sin basarse en evidencias, sin comprender ni cumplir con su mandato y saberse impunes de que nadie les castigará por ello. “¡Dormid tranquilos, oh sempiternos espíritus de la impunidad. Nada os perturbará!” pareciera decir la Corte.
“Ha pasado un año y las cosas siguen exactamente igual”, dijo el ministro Zaldívar. Ello es cierto para la Corte. No obstante, sí hubo cambios. Cambiamos nosotros.
Cambiamos quienes no dejaremos de exigir justicia, quienes sabemos que de nosotras y nosotros depende que tragedias como ésta nunca vuelvan a ocurrir. Si no contamos con las instituciones del Estado Mexicano, contemos con nosotros como ciudadanía comprometida y activa. Lo ocurrido en la Guardería ABC siempre estará entre lo más alto de nuestros corazones y discusiones. Por eso decimos que no nos dejaremos, no nos cansaremos hasta conseguir justicia. Justicia que significa, a decir de los padres y madres, que nadie viva su tragedia, que nunca más se repita esta experiencia; que haya responsables y se les señale. Nada más, nada menos.
Cabe contar, como corolario, que un funcionario menor del IMSS le llamó a Patricia Duarte, madre de uno de los bebés fallecidos, para ofrecerle una “pensión vitalicia” en la noche posterior a la resolución de la Corte. Ella lo dijo con claridad: “no vendo a mi hijo por nada, lo que quiero del IMSS hoy [me] lo negaron”.
Las mamás y los papás de los bebés fallecidos y lesionados en la Guardería ABC nos dan un enorme ejemplo de generosidad y dignidad. Hoy no fueron derrotados. Como dice Daniela Rea, “derrotados los que se aferran al poder porque están vacíos”. Hoy vivimos la constatación, una vez más, de que nuestro futuro está en nuestras manos simplemente porque el Estado, hoy, nos ha abandonado.

A una semana del Primer Aniversario de la Resistencia

Llamamiento Internacional

A una semana del Primer Aniversario de la Resistencia, sumémonos al

Camino de la Refundación de Honduras

El Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP) representa los intereses de todo un pueblo que se mantiene en lucha contra el actual  régimen represivo disfrazado de democracia. La Resistencia crece diariamente y se extiende por todo el territorio nacional coordinando las distintas agendas políticas y sociales en un solo proyecto unitario con el que se ha empezado a construir los pilares sobre los cuales se construirá una nueva sociedad en Honduras.

Luego del Golpe de Estado del 28 de junio del 2009 se vino a bajo el ya debilitado Estado de Derecho y el pequeño grupo empresarial que secuestro al legitimo presidente de las y los hondureños se ha mantenido en el poder a base de la violencia de las fuerzas represivas (Policía Nacional y Fuerzas Armadas de Honduras) asesinando, golpeando, apresando, violando y obligando al exilio a centenares de hondureños y hondureñas. Los “golpistas” que sacaron a  Manuel Zelaya Rosales son los mismos que ahora presentan a Porfirio Lobo como un títere para seguir consolidando su régimen de violencia.

Lo que los criminales no se esperaban era la enorme valentía del pueblo hondureño que ahora ha decidido luchar hasta el final. La Resistencia se basa en la construcción del Poder Popular desde la base y en la participación directa de todos los sectores en la construcción de una propuesta política que de respuestas a la grave crisis que se vive en el país.

Vamos por la Constituyente para crear el marco legal que nos permita como pueblo organizado retomar el destino de nuestra patria y arrebatarla de las manos mezquinas del pequeño grupo que mantiene secuestrado el gobierno.

Los pueblos del mundo han seguido de cerca el surgimiento de la resistencia y su consolidación. Ahora estamos en el marco de una nueva demostración de fuerza con la presentación de más de un millón de Declaraciones Soberanas en las que como ciudadanas y ciudadanos desconocemos este gobierno ilegal e ilegitimo e invitamos a la población a convocar a una nueva Asamblea Nacional Constituyente.

Este 28 de junio cumplimos nuestro primer aniversario como Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), pero no lo hacemos recordando el asalto a la democracia de parte de los golpistas, si no al contrario celebraremos el nacimiento de la verdadera democracia popular que ha iniciado su camino hacia la refundación del Estado y la construcción de un futuro justo para todos y todas por igual.

La Resistencia Hondureña invita a todos los pueblos del mundo a ser parte de este proyecto refundador y revolucionario, a seguirlo de cerca y a sumarse en lo que será la celebración del primer año de este caminar hacia la victoria

Les invitamos a visitar nuestra pagina oficial: www.resistenciahonduras.net para conocer de cerca las distintas actividades que se llevaran a cabo y para que descarguen los diferentes documentos oficiales e informativos para convocar ustedes mismos para esta fecha de resistencia que no solo es nuestra si no de todos los pueblos del mundo en lucha.

El Frente Nacional de Resistencia invita a todas las personas, organizaciones o grupos de compañeros y compañeras que han estado en solidaridad con el pueblo de Honduras a acompañarnos con actividades políticas de presión contra el régimen.

Este 28 de junio ninguna voz quedara sin ser escuchada y todo plantón, marcha, comunicado, foro o reunión en apoyo a los hondureños y hondureñas que saldremos masivamente a las calles sumara a la fuerza que hoy construye en nuestro territorio el verdadero Poder Popular.

Agradecemos de antemano todas las acciones que se llevaran a cabo y les presentamos nuestros contactos para estrechar relaciones y permitir a todo el pueblo hondureño saber que no estamos solos ni solas, que todo el mundo lucha con Honduras en esta trinchera de justicia y dignidad. 

Un abrazo solidario en Resistencia Compañeras y Compañeros internacionalistas.

Comisión Internacional (CI) – Frente Nacional de Resistencia Popular

ci_coordinacion@resistenciahonduras.net



Honduras, Centro América

lunes, 21 de junio de 2010

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi?

Elena Poniatowska

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Tú eres el enfrentamiento más lúcido al autoritarismo presidencial, el enfrentamiento más lúcido a las actitudes absurdas cuando no corruptas de las dos cámaras, el enfrentamiento más lúcido a los abusos del poder, la denuncia más ingeniosa y persuasiva de las actitudes y del lenguaje de los políticos, tú nos has hecho brindar contigo y sonreír con tu "Por mi madre bohemios", que tiene tantos años de vida. Tú eres el enfrentamiento a nuestra clase política y a nuestra clase empresarial, tú confrontas decisiones y declaraciones tramposas e irreales y te indigna que nuestros tiempos sean los de la impunidad.

Tu mensaje esencial es el de la pérdida de majestad del poder presidencial, tu mensaje esencial en 1985, durante los dos terremotos, fue enseñarnos que a la hora de la desgracia podíamos organizarnos solos y hacerlo con más nobleza y más eficacia que ninguna instancia en dar como lo hicimos, si corríamos nosotros la suerte de todos, si corríamos a buscar picos y palas a la tlapalería, tu mensaje fue ennoblecernos y hacer que creyéramos en nosotros mismos, porque tú eres la nobleza misma, el compromiso mismo, la defensa de los derechos humanos, la indignación y el llanto en Acteal, la frase que alguna vez exclamaste tú que jamás, jamás decías groserías: "¡Ahora sí que no tienen madre!"  

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? ¿Cómo vamos a entendernos? ¿Cómo vamos a comenzar el día sin tus llamadas telefónicas? ¿Cómo sin tu risa entrañable? A todos nos dabas algo temprano en la madrugada y amanecíamos con tus consejos, tus críticas, tu bárbara e inconmensurable información.

Ya a las siete habías leído todos los periódicos pero también, Monsi, habías leído todos los poemas, habías analizado todas las noticias, pero también habías escrito tu “Nuevo catecismo para indios remisos”, ya a las ocho de la mañana tenías una idea muy clara de hacia dónde se encaminaba el gobierno, qué nueva felonía nos esperaba pero sonreías porque habías salvado con un solo telefonazo a un gato o a un perro o a un toro o a un niño o a una mujer o a un muchacho desbalagado en esta vida entre el Metro Portales y el Villa de Cortés.

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi, cómo vamos a seguir? Nunca entendimos cómo pudiste estar en tres o cuatro lados al mismo tiempo. Tu don de la ubicuidad abarcaba la pintura, la poesía, el humor, la crítica, la lucha por la justicia, el amor a los demás. Tu don de ubicuidad y tu capacidad creativa –incomprensible para mí– te hizo recoger lo más bello de México para fundar museos y hacer libros, porque antes que el del El Estanquillo, que todos llamamos "Monsiváis", hiciste otras colecciones, otros museos, investigaste en otros archivos, recuperaste a Leopoldo Méndez y a todo el Taller de Arte Popular, luchaste con ellos contra el fascismo como luchaste al lado de los moneros, de Gabriel Vargas y La Familia Burrón, de Rius, de El Fisgón, de Hernández, de Rocha, de Ahumada, de Naranjo, que ahorita ha de estar mirando incrédulo la pared de enfrente, en su restirador.

Si la sociedad que se organiza, si el cine mexicano, si la trivia, el pudor y la liviandad, si los movimientos sociales son tus grandes temas, el Movimiento Estudiantil del 68 es el que nos atañe a todos, es la punta de flecha del cambio que tú buscas, el de la protesta popular y el de la resistencia civil.

Luchaste como nadie contra la desinformación, viajaste por todo el país, ibas de Oaxaca a Hermosillo, la frontera para ti, Tijuana, Ciudad Juárez, Laredo, fueron ciudades que te brindaron algunas de tus grandes emociones y tus grandes preocupaciones. Fuiste consulta obligada, fuiste pilar del Proceso de don Julio Scherer García y fuiste un observador muy atento de la la lucha contra el narcotráfico y un defensor absoluto del Estado laico. En cambio, te sorprendió y te alegró que los mexicanos demostraran en el Zócalo su respeto por sí mismos y su posibilidad de nacer de nuevo y ser otros al posar desnudos frente a Spencer Tunick.

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Aquí caminamos a tu lado, sonreímos contigo, cantamos contigo, a ti te gustaba cantar y eras muy entonado, te gustaba reírte y reír contigo nos hacía sentirnos casi dioses. Aquí nos tienes a todos desolados y conmovidos, aquí nos tienes destanteados, aquí nos tienes dolidos hasta la médula preguntándote: ¿por qué nos hiciste eso? Y si nos hiciste eso, ¿por qué no nos preparaste mejor?

Aquí están doña María, Bety y Araceli y Marta Lamas y Jesus y Raquel y Chema y Lilia y Jenaro y Alejandro y Rolando, y Neus y Cheli y Julia y Sabina y Javier y Braulio y Margo y Alejandra y Enrique, y no está Bolívar porque se te adelantó, a lo mejor lo vas a ver, a lo mejor abrazas a Saramago, con quien viajaste a Chiapas en los noventas. A la que sí vas a ver, seguro, es a doña María Esther, que supo educarte como a nadie, que te hizo leer la Ilíada desde muy niño, que te enseñó la biblia de memoria, que te hizo pensar como piensas ahora, con esa inmensa inteligencia que a todos nos deslumbra.

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Tú nos abriste puertas a otros mundos, a un mundo raro como ironizarías en este momento, tú te lanzaste antes que nosotros, tú defendiste las causas de los más indefendibles en el sentido de que nadie los cuida, tú nos abriste puertas antes impenetrables. Soy una señora de 78 años, con 10 nietos tras de mí, y quiero decirte que nada en los últimos meses de tu enfermedad me ha conmovido tanto como el amor que te tiene Omar. Su dolor te honra, su entrega es tu trofeo y a mí me hace entender lo que significa la existencia real del amor sin límites, el amor que no tiene fronteras sexuales y ese amor me enaltece como enaltece a todos los movimientos de reivindicación o de identidades diversas en mi país, en tu país, en el país de todos nosotros que estamos aquí de pie a tu lado, caminamos a tu lado y vamos a seguir, juntos codo a codo denunciando lo que tú denunciabas y celebrando la congruencia, la ironía, el compromiso, el clamor por la transparencia, el "No sin nosotros" de 1996 y el "Nunca más un México sin nosotros" de los indígenas de Chiapas.

¿Qué vamos a hacer sin ti, Monsi? Tus causas serán nuestras causas, tu defensa de las minorías, nuestra defensa, no seremos estatuas de sal, somos, eso sí, tus amores perdidos, pero tú siempre serás el gran amor que enaltece y que todos buscamos en la vida.

¿Qué va a hacer México, sin ti, Monsi?

sábado, 19 de junio de 2010

Izquierda



«Nosotros tenemos razón, la razón que asiste a quien propone que se construya un mundo mejor antes de que sea demasiado tarde, pero o no sabemos transmitir a los demás lo que es substantivo en nuestras ideas, o chocamos con un muro de desconfianzas, de prejuicios ideológicos o de clase que, si no logran paralizarnos completamente, acaban, en el peor de los casos, por suscitar en muchos de nosotros dudas, perplejidades, esas sí paralizadoras. Si el mundo alguna vez consigue a ser mejor, solo habrá sido por nosotros y con nosotros. Seamos más concientes y estemos orgullosos de nuestro papel en la Historia. Hay casos en que la humildad no es buena consejera. Que se pronuncie alto la palabra Izquierda. Para que se oiga y para que conste».

José Saramago (16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010)

Discurso de aceptación del Premio Nobel, José Saramago

El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer.
Vivían de esta escasez mis abuelos maternos, de la pequeña cría de cerdos que después del desmame eran vendidos a los vecinos de la aldea. Azinhaga era su nombre, en la provincia del Ribatejo. Se llamaban Jerónimo Melrinho y Josefa Caixinha esos abuelos, y eran analfabetos uno y otro. En el invierno, cuando el frío de la noche apretaba hasta el punto de que el agua de los cántaros se helaba dentro de la casa, recogían de las pocilgas a los lechones más débiles y se los llevaban a su cama.
Debajo de las mantas ásperas, el calor de los humanos libraba a los animalillos de una muerte cierta. Aunque fuera gente de buen carácter, no era por primores de alma compasiva por lo que los dos viejos procedían así: lo que les preocupaba, sin sentimentalismos ni retóricas, era proteger su pan de cada día, con la naturalidad de quien, para mantener la vida, no aprendió a pensar mucho más de lo que es indispensable.
Ayudé muchas veces a éste mi abuelo Jerónimo en sus andanzas de pastor, cavé muchas veces la tierra del huerto anejo a la casa y corté leña para la lumbre, muchas veces, dando vueltas y vueltas a la gran rueda de hierro que accionaba la bomba, hice subir agua del pozo comunitario y la transporté al hombro, muchas veces, a escondidas de los guardas de las cosechas, fui con mi abuela, también de madrugada, pertrechados de rastrillo, paño y cuerda, a recoger en los rastrojos la paja suelta que después habría de servir para lecho del ganado.
Y algunas veces, en noches calientes de verano, después de la cena, mi abuelo me decía: "José, hoy vamos a dormir los dos debajo de la higuera". Había otras dos higueras, pero aquélla, ciertamente por ser la mayor, por ser la más antigua, por ser la de siempre, era, para todas las personas de la casa, la higuera.
Más o menos por antonomasia, palabra erudita que sólo muchos años después acabaría conociendo y sabiendo lo que significaba. En medio de la paz nocturna, entre las ramas altas del árbol, una estrella se me aparecía, y después, lentamente, se escondía detrás de una hoja, y, mirando en otra dirección, tal como un río corriendo en silencio por el cielo cóncavo, surgía la claridad traslúcida de la Vía Láctea, el camino de Santiago, como todavía le llamábamos en la aldea.
Mientras el sueño llegaba, la noche se poblaba con las historias y los sucesos que mi abuelo iba contando: leyendas, apariciones, asombros, episodios singulares, muertes antiguas, escaramuzas de palo y piedra, palabras de antepasados, un incansable rumor de memorias que me mantenía despierto, al mismo que suavemente me acunaba.
Nunca supe si él se callaba cuando descubría que me había dormido, o si seguía hablando para no dejar a medias la respuesta a la pregunta que invariablemente le hacía en las pausas más demoradas que él, calculadamente, le introducía en el relato: "¿Y después?".
Tal vez repitiese las historias para sí mismo, quizá para no olvidarlas, quizá para enriquecerlas con peripecias nuevas. En aquella edad mía y en aquel tiempo de todos nosotros, no será necesario decir que yo imaginaba que mi abuelo Jerónimo era señor de toda la ciencia del mundo.
Cuando, con la primera luz de la mañana, el canto de los pájaros me despertaba, él ya no estaba allí, se había ido al campo con sus animales, dejándome dormir. Entonces me levantaba, doblaba la manta, y, descalzo (en la aldea anduve siempre descalzo hasta los catorce años), todavía con pajas enredadas en el pelo, pasaba de la parte cultivada del huerto a la otra, donde se encontraban las pocilgas, al lado de la casa.
Mi abuela, ya en pie desde antes que mi abuelo, me ponía delante un tazón de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba: "No hagas caso, en sueños no hay firmeza".
Pensaba entonces que mi abuela, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, ése que, tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras. Muchos años después, cuando mi abuelo ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, llegué a comprender que la abuela, también ella, creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que, estando sentada una noche, ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores de encima de su cabeza, hubiese dicho estas palabras: "El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir". No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesadilla y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviese recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada.
Estaba sentada a la puerta de una casa, como no creo que haya habido alguna otra en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bonito, gente, y ése fue mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que, al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.
Muchos años después, escribiendo por primera vez sobre éste mi abuelo Jerónimo y ésta mi abuela Josefa (me ha faltado decir que ella había sido, según cuantos la conocieron de joven, de una belleza inusual), tuve conciencia de que estaba transformando las personas comunes que habían sido en personajes literarios y que ésa era, probablemente, la manera de no olvidarlos, dibujando y volviendo a dibujar sus rostros con el lápiz siempre cambiante del recuerdo, coloreando e iluminando la monotonía de un cotidiano opaco y sin horizontes, como quien va recreando sobre el inestable mapa de la memoria, la irrealidad sobrenatural del país en que decidió pasar a vivir.
La misma actitud de espíritu que, después de haber evocado la fascinante y enigmática figura de un cierto bisabuelo berebere, me llevaría a describir más o menos en estos términos un viejo retrato (hoy ya con casi ochenta años) donde mis padres aparecen. "Están los dos de pie, bellos y jóvenes, de frente ante el fotógrafo, mostrando en el rostro una expresión de solemne gravedad que es tal vez temor delante de la cámara, en el instante en que el objetivo va a fijar de uno y del otro la imagen que nunca más volverán a tener, porque el día siguiente será implacablemente otro día.
Mi madre apoya el codo derecho en una alta columna y sostiene en la mano izquierda, caída a lo largo del cuerpo, una flor. Mi padre pasa el brazo por la espalda de mi madre y su mano callosa aparece sobre el hombro de ella como un ala. Ambos pisan tímidos una alfombra floreada. La tela que sirve de fondo postizo al retrato muestra unas difusas e incongruentes arquitecturas neoclásicas". Y terminaba: "Tendría que llegar el día en que contaría estas cosas. Nada de esto tiene importancia a no ser para mí. Un abuelo berebere, llegando del norte de Africa, otro abuelo pastor de cerdos, una abuela maravillosamente bella, unos padres graves y hermosos, una flor en un retrato ¿qué otra genealogía puede importarme? ¿en qué mejor árbol me apoyaría?".
Escribí estas palabras hace casi treinta años sin otra intención que no fuese reconstituir y registrar instantes de la vida de las personas que me engendraron y que estuvieron más cerca de mí, pensando que no necesitaría explicar nada más para que se supiese de dónde vengo y de qué materiales se hizo la persona que comencé siendo y ésta en que poco a poco me he convertido.
Ahora descubro que estaba equivocado, la biología no determina todo y en cuanto a la genética, muy misteriosos habrán sido sus caminos para haber dado una vuelta tan larga. A mi árbol genealógico (perdóneseme la presunción de designarlo así, siendo tan menguada la sustancia de su savia) no le faltaban sólo algunas de aquellas ramas que el tiempo y los sucesivos encuentros de la vida van desgajando del tronco central.
También le faltaba quien ayudase a sus raíces a penetrar hasta las capas subterráneas más profundas, quien apurase la consistencia y el sabor de sus frutos, quien ampliase y robusteciese su copa para hacer de ella abrigo de aves migratorias y amparo de nidos. Al pintar a mis padres y a mis abuelos con tintas de literatura, transformándolos de las simples personas de carne y hueso que habían sido, en personajes nuevamente y de otro modo constructores de mi vida, estaba, sin darme cuenta, trazando el camino por donde los personajes que habría de inventar, los otros, los efectivamente literarios, fabricarían y traerían los materiales y las herramientas que, finalmente, en lo bueno y en lo menos bueno, en lo bastante y en lo insuficiente, en lo ganado y en lo perdido, en aquello que es defecto pero también en aquello que es exceso, acabarían haciendo de mí la persona en que hoy me reconozco: creador de esos personajes y al mismo tiempo criatura de ellos.
En cierto sentido se podría decir que, letra a letra, palabra a palabra, página a página, libro a libro, he venido, sucesivamente, implantando en el hombre que fui los personajes que creé. Considero que sin ellos no sería la persona que hoy soy, sin ellos tal vez mi vida no hubiese logrado ser más que un esbozo impreciso, una promesa como tantas otras que de promesa no consiguieron pasar, la existencia de alguien que tal vez pudiese haber sido y no llegó a ser.
Ahora soy capaz de ver con claridad quiénes fueron mis maestros de vida, los que más intensamente me enseñaron el duro oficio de vivir, esas decenas de personajes de novela y de teatro que en este momento veo desfilar ante mis ojos, esos hombres y esas mujeres, hechos de papel y de tinta, esa gente que yo creía que iba guiando de acuerdo con mis conveniencias de narrador y obedeciendo a mi voluntad de autor, como títeres articulados cuyas acciones no pudiesen tener más efecto en mí que el peso soportado y la tensión de los hilos con que los movía.
De esos maestros el primero fue, sin duda, un mediocre pintor de retratos que designé simplemente por la letra H., protagonista de una historia a la que creo razonable llamar de doble iniciación (la de él, pero también, de algún modo, la del autor del libro, protagonista de una historia titulada "Manual de pintura y caligrafía", que me enseñó la honradez elemental de reconocer y acatar, sin resentimientos ni frustraciones, sus propios límites: sin poder ni ambicionar aventurarme más allá de mi pequeño terreno de cultivo, me quedaba la posibilidad de cavar hacia el fondo, hacia abajo, hacia las raíces.
Las mías, pero también las del mundo, si podía permitirme una ambición tan desmedida. No me compete a mí, claro está, evaluar el mérito del resultado de los esfuerzos realizados, pero creo que es hoy patente que todo mi trabajo, de ahí para adelante, obedeció a ese propósito y a ese principio.
Vinieron después los hombres y las mujeres del Alentejo, aquella misma hermandad de condenados de la tierra a que pertenecieron mi abuelo Jerónimo y mi abuela Josefa, campesinos rudos obligados a alquilar la fuerza de los brazos a cambio de un salario y de condiciones de trabajo que sólo merecerían el nombre de infames. Cobrando por menos que nada una vida a la que los seres cultos y civilizados que nos preciamos de ser llamamos, según las ocasiones, preciosa, sagrada y sublime.
Gente popular que conocí, engañada por una Iglesia tan cómplice como beneficiaria del poder del Estado y de los terratenientes latifundistas, gente permanentemente vigilada por la policía, gente, cuántas y cuántas veces, víctima inocente de las arbitrariedades de una justicia falsa. Tres generaciones de una familia de campesinos, los Mau-Tempo, desde el comienzo del siglo hasta la Revolución de Abril de 1974 que derrumbó la dictadura, pasan por esa novela a la que di el título de "Alzado del suelo" y fue con tales hombres y mujeres del suelo levantados, personas reales primero, figuras de ficción después, con las que aprendí a ser paciente, a confiar y a entregarme al tiempo, a ese tiempo que simultáneamente nos va construyendo y destruyendo para de nuevo construirnos y otra vez destruirnos.
No tengo la seguridad de haber asimilado de manera satisfactoria aquello que la dureza de las experiencias tornó virtud en esas mujeres y en esos hombres: una actitud naturalmente estoica ante la vida. Teniendo en cuenta, sin embargo, que la lección recibida, pasados más de veinte años, permanece intacta en mi memoria, que todos los días la siento presente en mi espíritu como una insistente convocatoria, no he perdido, hasta ahora, la esperanza de llegar a ser un poco más merecedor de la grandeza de los ejemplos de dignidad que me fueron propuestos en la inmensidad de las planicies del Alentejo. El tiempo lo dirá.
¿Qué otras lecciones podría yo recibir de un portugués que vivió en el siglo XVI, que compuso las "Rimas" y las glorias, los naufragios y los desencantos patrios de "Os Lusíadas", que fue un genio poético absoluto, el mayor de nuestra literatura, por mucho que eso pese a Fernando Pessoa, que a sí mismo se proclamó como el Super-Camoens de ella? Ninguna lección a mi alcance, ninguna lección que yo fuese capaz de aprender salvo la más simple que me podría ser ofrecida por el hombre Luis Vaz de Camoens en su más profunda humanidad, por ejemplo, la humildad orgullosa de un autor que va llamando a todas las puertas en busca de quien esté dispuesto a publicar el libro que escribió, sufriendo por eso el desprecio de los ignorantes de sangre y de casta, la indiferencia desdeñosa de un rey y de su compañía de poderosos, el escarnio con que desde siempre el mundo ha recibido la visita de los poetas, de los visionarios y de los locos.
Al menos una vez en la vida, todos los autores tuvieron o tendrán que ser Luis de Camoens, aunque no escriban las redondillas de "Sobolos rios". Entre hidalgos de la corte y censores del Santo Oficio, entre los amores de antaño y las desilusiones de la vejez prematura, entre el dolor de escribir y la alegría de haber escrito, fue a este hombre enfermo que regresa pobre de la India, adonde muchos sólo iban para enriquecerse, fue a este soldado ciego de un ojo y golpeado en el alma, fue a este seductor sin fortuna que no volverá nunca más a perturbar los sentidos de las damas de palacio, a quien yo puse a vivir en el teatro en el escenario de la pieza de teatro llamada "Que farei con este livro?" ("¿Qué haré con este libro?"), en cuyo final resuena otra pregunta, aquélla que importa verdaderamente, aquélla que nunca sabremos si alguna vez llegará a tener respuesta suficiente: "¿Qué haréis con este libro?".
Humildad orgullosa fue ésa de llevar debajo del brazo una obra maestra y verse injustamente rechazado por el mundo. Humildad orgullosa también, y obstinada, esta de querer saber para qué servirán mañana los libros que vamos escribiendo hoy, y luego dudar que consigan perdurar largamente (¿hasta cuándo?) las razones tranquilizadoras que quizá nos estén siendo dadas o que estamos dándonos a nosotros mismos. Nadie se engaña mejor que cuando consiente que lo engañen otros.
Se aproxima ahora un hombre que dejó la mano izquierda en la guerra y una mujer que vino al mundo con el misterioso poder de ver lo que hay detrás de la piel de las personas. El se llama Baltasar Mateus y tiene el apodo de Siete-Soles, a ella la conocen por Bilmunda, y también por el apodo de Siete-Lunas que le fue añadido después porque está escrito que donde haya un sol habrá una luna y que sólo la presencia conjunta de uno y otro tornará habitable, por el amor, la tierra.
Se aproxima también un padre jesuita llamado Bartolmeu que inventó una máquina capaz de subir al cielo y volar sin otro combustible que no sea la voluntad humana, ésa que según se viene diciendo, todo lo puede, aunque no pudo, o no supo, o no quiso, hasta hoy, ser el sol y la luna de la simple bondad o del todavía más simple respeto. Sontres locos portugueses del siglo XVIII en un tiempo y en un país donde florecieron las supersticiones y las hogueras de la Inquisición, donde la vanidad y la megalomanía de un rey hicieron levantar un convento, un palacio y una basílica que asombrarían al mundo exterior, en el caso poco probable de que ese mundo tuviera ojos bastantes para ver a Portugal, tal como sabemos que los tenía Bilmunda para ver lo que escondido estaba. Y también se aproxima una multitud de millares y millares de hombres con las manos sucias y callosas, con el cuerpo exhausto de haber levantado, durante años sin fin, piedra a piedra, los muros implacables del convento, las alas enormes del palacio, las columnas y las pilastras, los aéreos campanarios, la cúpula de la basílica suspendida sobre el vacío.
Los sonidos que estamos oyendo son del clavicornio del Doménico Scarlatti, que no sabe si debe reír o llorar. Esta es la historia del "Memorial del convento", un libro en que el aprendiz de autor, gracias a lo que le venía siendo enseñado desde el antiguo tiempo de sus abuelos Jerónimo y Josefa, consiguió escribir palabras como éstas, donde no está ausente alguna poesía: "Además de la conversación de las mujeres son los sueños los que sostienen al mundo en su órbita. Pero son también los sueños los que le hacen una corona de lunas, por eso el cielo es el resplandor que hay dentro de la cabeza de los hombres si no es la cabeza de los hombres el propio y único cielo". Que así sea.
De las lecciones de poesía, sabía ya alguna cosa el adolescente, aprendidas en sus libros de texto cuando, en una escuela de enseñanza profesional de Lisboa, andaba preparándose para el oficio que ejerció en el comienzo de su vida de trabajo: el de mecánico cerrajero. Tuvo también buenos maestros del arte poético en las largas horas nocturnas que pasó en bibliotecas públicas, leyendo al azar de encuentros y de catálogos, sin orientación, sin alguien que le aconsejase, con el mismo asombro creador del navegante que va inventando cada lugar que descubre.
Pero fue en la biblioteca de la escuela industrial donde "El año de la muerte de Ricardo Reis" comenzó a ser escrito. Allí encontró un día el joven aprendiz de cerrajero (tendría entonces 17 años) una revista - "Atena" era el título - en que había poemas firmados con aquel nombre y, naturalmente, siendo tan mal conocedor de la cartografía literaria de su país, pensó que existía en Portugal un poeta que se llamaba así: Ricardo Reis.
No tardó mucho tiempo en saber que el poeta propiamente dicho había sido un tal Fernando Nogueira Pessoa que firmaba poemas con nombres de poetas inexistentes nacidos en su cabeza y a quien llamaba heterónimos, palabra que no constaba en los diccionarios de la época, por eso costó tanto trabajo al aprendiz de las letras saber lo que ella significaba. Aprendió de memoria muchos poemas de Ricardo Reis ("Para ser grande sê inteiro/Põe quanto és no mínimo que fazes"), pero no podía resignarse, a pesar de tan joven e ignorante, a que un espíritu superior hubiese podido concebir, sin remordimiento, este verso cruel: "Sábio é o que se contenta com o espectáculo do mundo". Mucho, mucho tiempo después, el aprendiz de escritor ya con el pelo blanco y un poco más sabio de sus propias sabidurías se atrevió a escribir una novela para mostrar al poeta de las "Odas" algo de lo que era el espectáculo del mundo en ese año de 1936 en que lo puso a vivir sus últimos días: la ocupación de la Renania por el Ejército nazi, la guerra de Franco contra la República española, la creación por Salazar de las milicias fascistas portuguesas. Fue como si estuviese diciéndole: "He ahí el espectáculo del mundo, mi poeta de las amarguras serenas y del escepticismo elegante. Disfruta, goza, contempla, ya que estar sentado es tu sabiduría".
"El año de la muerte de Ricardo Reis" terminaba con unas palabras elancólicas: "Aquí donde el mar acabó y la tierra espera". Por tanto no habría más descubrimientos para Portugal, sólo como destino una espera infinita de futuros ni siquiera imaginables: el fado de costumbre, la saudade de siempre y poco más. Entonces el aprendiz imaginó que tal vez hubiese una manera de volver a lanzar los barcos al agua, por ejemplo mover la propia tierra y ponerla a navegar mar adentro.
Fruto inmediato del resentimiento colectivo portugués por los desdenes históricos de Europa (sería más exacto decir fruto de mi resentimiento personal), la novela que entonces escribí - "La balsa de piedra" - separó del continente europeo a toda la Península Ibérica, transformándola en una gran isla fluctuante, moviéndose sin remos ni velas, ni hélices, en dirección al Sur del mundo, "masa de piedra y tierra cubierta de ciudades, aldeas, ríos, bosques, fábricas, bosques bravíos, campos cultivados, con su gente y sus animales", camino de una utopía nueva: el encuentro cultural de los pueblos peninsulares con los pueblos del otro lado del Atlántico, desafiando así, a tanto se atrevió mi estrategia, el dominio sofocante que los Estados Unidos de la América del Norte vienen ejerciendo en aquellos parajes.
Una visión dos veces utópica entendería esta ficción política como una metáfora mucho más generosa y humana: que Europa, toda ella, deberá trasladarse hacia el Sur a fin de, en descuento de sus abusos coloniales antiguos y modernos, ayudar a equilibrar el mundo. Es decir Europa finalmente como ética. Los personajes de "La balsa de piedra" - dos mujeres, tres hombres y un perro - viajan incansablemente a través de la Península mientras ella va surcando el océano. El mundo está cambiando y ellos saben que deben buscar en sí mismos las personas nuevas en que se convertirán (sin olvidar al perro que no es un perro como los otros). Eso les basta. Se acordó entonces el aprendiz que en tiempos de su vida había hecho algunas revisiones de pruebas de libros y que si en "La balsa de piedra" hizo, por decirlo así, revisión del futuro, no estaría mal que revisara ahora el pasado inventando una novela que se llamaría "História do Cerco de Lisboa", en la que un revisor trabajando un libro del mismo título, aunque de historia, y cansado de ver cómo la citada historia cada vez es menos capaz de sorprender, decidió poner en lugar de un "sí" un "no", subvirtiendo la autoridad de las "verdades históricas".
Raimundo Silva, así se llamaba el revisor, es un hombre simple, vulgar, que sólo se distingue de la mayoría por creer que todas las cosas tienen su lado visible y su lado invisible y que no sabremos nada de ellas, mientras no les hayamos dado la vuelta completa. De eso precisamente trata una conversación que tiene con el historiador. Así: "Le recuerdo que los revisores ya vieron mucho de literatura y vida, Mi libro, se lo recuerdo, es de historia. No es propósito mío apuntar otras contradicciones, profesor, en mi opinión todo cuanto no sea vida es literatura.
La historia también. La historia sobre todo, sin querer ofender. Y la pintura, y la música. La música va resistiéndose desde que nació, unas veces va y otras viene, quiere librarse de la palabra, supongo que por envidia, pero regresa siempre a la obediencia. Y la pintura, mire, la pintura no es más que literatura hecha con pinceles. Espero que no se haya olvidado de que la humanidad comenzó pintando mucho antes de saber escribir. Conoce el refrán, si no tienes perro caza con el gato, o dicho de otramanera, quien no puede escribir, pinta, o dibuja, es lo que hacen los niños. Lo que usted quiere decir, con otras palabras, es que la literatura ya existía antes de haber nacido, sí señor, como el hombre, con otras palabras, antes de serlo ya lo era.
Me parece que usted equivocó la vocación, debería ser historiador. Me falta preparación profesor, qué puede un simple hombre hacer sin preparación, mucha suerte he tenido viniendo al mundo con la genética organizada, pero, por decirlo así, en estado bruto, y después sin más pulimento que las primeras letras que se quedaron como únicas. Podía presentarse como autodidacta producto de su digno esfuerzo, no es ninguna vergüenza, antiguamente la sociedad estaba orgullosa de sus autodidactas.
Eso se acabó, vino el desarrollo y se acabó, los autodidactas son vistos con malos ojos, sólo los que escriben versos o historias para distraer están autorizados a ser autodidactas, pero yo para la creación literaria no tengo habilidad. Entonces métase a filósofo. Usted es un humorista, cultiva la ironía, me pregunto cómo se dedicó a la historia, siendo ella tan grave y profunda ciencia. Soy irónico sólo en la vida real. Ya me parecía a mí que la historia no es la vida real, literatura sí, y nada más. Pero la historia fue vida real en el tiempo en que todavía no se le podía llamar historia. Entonces usted cree, profesor, que la historia es la vida real. Lo creo, sí.
Que la historia fue vida real, quiero decir. No tengo la menor duda. Qué sería de nosotros si el deleatur que todo lo borra no existiese, suspiró el revisor". Escusado será añadir que el aprendiz aprendió con Raimundo Silva la lección de la duda. Ya era hora.
Fue probablemente este aprendizaje de la duda el que le llevó, dos años más tarde, a escribir "El Evangelio según Jesucristo". Es cierto, y él lo ha dicho, que las palabras del título le surgieron por efecto de una ilusión óptica, pero es legítimo que nos interroguemos si no habría sido el sereno ejemplo del revisor el que, en ese tiempo, le anduvo preparando el terreno de donde habría de brotar la nueva novela. Esta vez no se trataba de mirar por detrás de las páginas del "Nuevo Testamento" a la búsqueda de contradicciones, sino de iluminar con una luz rasante la superficie de esas páginas, como se hace con una pintura para resaltarle los relieves, las señales de paso, la oscuridad de las depresiones.
Fue así como el aprendiz, ahora rodeado de personajes evangélicos, leyó, como si fuese la primera vez, la descripción de la matanza de los Inocentes y, habiendo leído, no comprendió. No comprendió que pudiese haber mártires de una religión que aún tendría que esperar treinta años para que su fundador pronunciase la primera palabra de ella, no comprendió que no hubiese salvado la vida de los niños de Belén precisamente la única persona que lo podría haber hecho, no comprendió la ausencia, en José, de un sentimiento mínimo de responsabilidad, de remordimiento, de culpa o siquiera de curiosidad, después de volver de Egipto con su familia.
Ni se podrá argumentar en defensa de la causa que fue necesario que los niños de Belén murieran para que pudiese salvarse la vida de Jesús: El simple sentido común, que a todas las cosas, tanto a las humanas como a las divinas, debería presidir, está ahí para recordarnos que Dios no enviaría a su hijo a la Tierra con el encargo de redimir los pecados de la humanidad, para que muriera a los dos años de edad degollado por un soldado de Herodes. En ese Evangelio escrito por el aprendiz con el respeto que merecen los grandes dramas, José será consciente de su culpa, aceptará el remordimiento en castigo de la falta que cometió y se dejará conducir a la muerte casi sin resistencia, como si eso le faltase todavía para liquidar sus cuenta con el mundo.
"El Evangelio" del aprendiz no es, por tanto, una leyenda edificante más de bienaventurados y de dioses, sino la historia de unos cuantos seres humanos sujetos a un poder contra el cual luchan, pero al que no pueden vencer. Jesús, que heredará las sandalias con las que su padre había pisado el polvo de los caminos de la tierra, también heredará de él el sentimiento trágico de la responsabilidad y de ella la culpa que nunca lo abandonará, incluso cuando levante la voz desde lo alto de la cruz: "Hombres, perdonadle, porque él no sabe lo que hizo", refiriéndose al Dios que lo llevó hasta allí, aunque quien sabe si recordando todavía, en es última agonía, a su padre auténtico, aquel que en la carne y en la sangre, humanamente, lo engendró.
Como se ve, el aprendiz ya había hecho un largo viaje cuando en el herético evangelio escribió las últimas palabras del diálogo en el templo entre Jesús y el escriba: "La culpa es un lobo que se come al hijo después de haber devorado al padre, dijo el escriba, Ese lobo de que hablas ya se ha comido a mi padre, dijo Jesús, Entonces sólo falta que devore a ti, Y tú, en tu vida, fuiste comido, o devorado, No sólo comido y devorado, también vomitado, respondió el escriba".
Si el emperador Carlomagno no hubiese establecido en el norte de Alemania un monasterio, si ese monasterio no hubiese dado origen a la ciudad de Münster, si Münster no hubiese querido celebrar los 1.200 años de su fundación con una ópera sobre la pavorosa guerra que enfrentó en el siglo XVI a protestantes anabaptistas y católicos, el aprendiz no habría escrito la pieza de teatro que tituló "In Nomine Dei". Una vez más, sin otro auxilio que la pequeña luz de su razón, el aprendiz tuvo que penetrar en el oscuro laberinto de las creencias religiosas, ésas que con tanta facilidad llevan a los seres humanos a matar y a dejarse matar.
Y lo que vio fue nuevamente la máscara horrenda de la intolerancia, una intolerancia que en Münster alcanzó el paroxismo demencial, una intolerancia que insultaba la propia causa que ambas partes proclamaban defender. Porque no se trataba de una guerra en nombre de dos dioses enemigos sino de una guerra en nombre de un mismo dios. Ciegos por sus propias creencias, los anabaptistas y los católicos de Münster no fueron capaces de comprender la más clara de todas las evidencias: en el día del Juicio Final, cuando unos y otros se presenten a recibir el premio o el castigo que merecieron sus acciones en la tierra, Dios, si en sus decisiones se rige por algo parecido a la lógica humana, tendrá que recibir en el paraíso tanto a unos como a otros, por la simple razón de que unos y otros en El creían.
La terrible carnicería de Münster enseñó al aprendiz que al contrario de lo que prometieron las religiones nunca sirvieron para aproximar a los hombres y que la más absurda de todas las guerras es una guerra religiosa, teniendo en consideración que Dios no puede, aunque lo quisiese, declararse la guerra a sí mismo. Ciegos.El aprendiz pensó "Estamos ciegos", y se sentó a escribir el "Ensayo sobre la ceguera" para recordar a quien lo leyera que usamos perversamente la razón cuando humillamos la vida, que la dignidad del ser humano es insultada todos los días por los poderosos de nuestro mundo, que la mentira universal ocupó el lugar de las verdades plurales, que el hombre dejó de respetarse a sí mismo cuando perdió el respeto que debía a su semejante.
Después el aprendiz, como si intentara exorcizar a los monstruos engendrados por la ceguera de la razón, se puso a escribir la más simple de todas las historias: Una persona que busca a otra persona sólo porque ha comprendido que la vida no tiene nada más importante que pedir a un ser humano. El libro se llama "Todos los nombres". No escritos, todos nuestros nombres están allí. Los nombres de los vivos y los nombres de los muertos.
Termino. La voz que leyó estas páginas quiso ser el eco de las voces conjuntas de mis personajes. No tengo, pensándolo bien, más voz que la voz que ellos tuvieron. Perdonadme si os pareció poco esto que para mí es todo.