"El ojo humano no ha avistado jamás un país de belleza semejante;
en ningún otro lugar se encuentra una naturaleza tan exuberante, tan verde, tan virgen".
Cristóbal Colón
Impresión 1. La llegada
Estar en Haití es entrar en otra realidad, por lo general los aeropuertos son lugares donde se pretende mostrar el gran mundo que cada país dice ser, pero en el caso del aeropuerto haitiano, lo que se ve es el edificio principal con grandes cuarteaduras y sin uso desde el terremoto que lo destruyo. Se llega a una gran galera que hace las veces de terminal de llegada, chequeo migratorio y aduanal; mucho calor y un gran bullicio amplificado por las características de la construcción. El personal mostrando a donde formarse, en tanto otras personas llenan las formas para los viajeros que no saben leer y escribir, o tal vez no lo saben hacer en francés o creole, idiomas en las que están impresas las formas.
La salida del aeropuerto es un pequeño pasillo lleno de vendedoras de celulares o que ofrecen en renta los mismos para alguna llamada, así como taxistas y maleteros que ofrecen de manera insistente sus servicios. Todo en un ambiente húmedo y caluroso.
El pasillo de salida está separado de la calle por una cerca de alambre de tal modo que el bullicio es aumentado por un tráfico donde parece que la premisa es que resulta más importante hacer que suene la bocina a ceder el paso o aplicar los frenos.
Hasta el momento sin tener en cuenta el edificio del aeropuerto, nada parece mostrar lo que ocurrió en enero, pero al llegar a una calle que tiene una vista de la ciudad se dejan ver varios de los campamentos donde desde hace nueve meses, viven miles de personas. Son inmensas extensiones con incontables carpas, la mayoría de color azul o plateado con la leyenda “USAID, doned for the people of the United States of America”, de aproximadamente 4x4 metros en donde miles de familias tienen que hacer la vida.
Curiosos los ojos se asoman a través de la inexistente puerta y ven que no hay muebles, algo de ropa, y algunos enseres. Cocinar en los 1.5 metros que hay entre carpa y carpa, bañarse allí mismo o en alguno de los lugares donde hay tanques de almacenamiento a la vista de todo el mundo.
Los ojos que se asoman no alcanzan a sentir lo que es ¿vivir? en estas condiciones.
Ver el dolor, es el primer paso para sentir el dolor, ¿nos atreveremos a dar los siguientes?
Impresión 2. Caradeuix
Llegamos a un puesto médico, que en realidad es casi un hospital sin paredes, ubicado en la sombra que proporcionan unos edificios familiares que siguen firmes y en una explanada frente a ellos.
Allí largas filas de personas esperan recibir consulta médica. Mujeres, niñas, niños, hombres mayores, todos aguantando de pie el momento en que el personal médico les atienda en improvisados espacios, tal vez lo que permite aguantar la espera es la certeza de que serán atendidos con respeto y recibirán los medicamentos que necesiten.
Más adelante sobre la misma acera, entre puestos de ventas varias, se encuentra el laboratorio clínico, en donde se realizan pruebas de sangre, orina, detección de tifoidea, VIH, entre otras. Enfrente, en módulos construidos con hojas de triplay y carpas de campaña, se encuentran los espacios para atender a las mujeres, a niñas y niños con desnutrición, el espacio para el apoyo sicológico y la farmacia.
Nos va guiando en este recorrido el médico haitiano que encabeza el equipo de 16 personas que tiene a su cargo la atención para 7000 personas.
¿Y de qué se enferma la gente?, pregunta alguien, y mientras el doctor va recitando la lista de padecimientos, para mis adentros me respondo ¡De injusticia y olvido!
Al final de la visita nos enteramos que este joven doctor de 29 años, es un egresado más de la Escuela Latinoamericana de Medicina, para que no se dude que Cuba está con Haití desde antes del terremoto.
Impresión 3. Dadadú
Nos dirigimos al campamento de Dadadú, para llegar recorremos calles donde es posible ver aún las casas destruidas, en particular llama la atención una casa construida de material que parece danzar, ya que esta entera, sin roturas, ni siquiera un vidrio astillado, pero con una inclinación tal que el techo casi es pared y una pared casi es techo, y parece próxima a descansar sobre otra pequeña casa de madera y lamina.
Las calles de la ciudad, alguna vez pavimentadas, ahora parecen ser el motivo perfecto para que las ong's de ayuda humanitaria las transiten en sus flamantes 4x4, ¿siglas?, para que decirlas, son las que siempre llegan practicando el “colonialismo humanitario”.
Impresiona ver como las instalaciones de la ONU se encuentran rodeadas por una barda coronada por rollos de alambre cortante y puestos de vigilancia a discreción.
El campamento de Dadadú se encuentra sobre lo que fue un estadio deportivo, de tal suerte que al menos el piso en donde duermen cada noche, desde hace nueve meses, miles de personas, es plano y de pasto sintético, pero resulta extraño ver como rayones de verde intenso corren entre el monótono gris y azul de las carpas.
El personal encargado del puesto médico nos va mostrando los diferentes servicios que brindan a la población, entre salas acondicionadas para que las personas esperen, con consultorios sin paredes pero con respeto. El servicio de apoyo sicológico organizado para que sea colectivo. Las encargadas de vigilar la situación nutricional de las niñas y niños, rodeadas de básculas, cintas, alimentos suplementarios y terapéuticos, y mucha estima y orgullo por lo que hacen trabajando para su pueblo.
Impresión 4. Promesas
Mujeres, niñas, niños cargando cubetas, bidones, garrafas, para llevar agua a sus ¿hogares? desde los puntos donde hay tanques de almacenamiento.
Pero...
¿Cómo expresar lo qué es el día a día?
¿Cuántos esfuerzos se hacen?, ¿Cuántos faltan?
¿Qué falta?, ¿Por qué falta?
¿Y los no-sé-cuantos miles de millones prometidos?
¿Otra promesa de los diablos blancos?
Haití, la nación más empobrecida por el capitalismo imperial se convierte ahora en una oportunidad comercial imposible de ignorar por los contratistas del capitalismo del shock.
Impresión 5. Miradas
Ventas callejeras de todo, ropa nueva, ropa usada, electrodomésticos nuevos y usados o sus partes, fruta, frituras, perfumes, comida, bisutería, jabón, carbón, supergoma, pequeños locales que a su vez son comercios y viviendas, quinqués, trastes, pelucas rubias (sí, leyó bien), la esperanza se vende y se compra en los incontables puestos de lotería desperdigados. Talleres para el arreglos de llantas de autos y motocicletas, niños limpiando vidrios de los autos (cualquier semejanza con su país no es mera coincidencia), muletas de madera y aluminio (que terrible saber que hay un mercado de muletas).
Tres femeninas generaciones sentadas a las afueras de su pequeño comercio, cada una en silencio miran... ¿qué?... tal vez lo qué fue, lo qué es, lo que será.
Impresión 6. Un lugar para enfermarse
El sistema sanitario haitiano era ya un damnificado desde antes del terremoto, pero ahora es en verdad un desastre humano. El hospital nacional tiene edificios derrumbados, otros sin usar por el peligro que representan luego de los daños que sufrieron, una demanda que sobrepasa en mucho las capacidades de respuesta, las nuevas salas de hospitalización instaladas en los espacios que fueran los jardines usando carpas.
El pabellón de personas enfermas de tuberculosis instalado en un pequeño espacio a lado del cual pasan constantemente vehículos oficiales, de ong's, de proveedores de algún insumo, de familiares de las personas hospitalizadas, ambulancias, y a pesar de estar en un hospital las bocinas de los carros gritan constantemente su prioridad.
La irradiante claridad exterior contrasta tremendamente con la oscuridad lóbrega de los pabellones interiores del hospital, personas encamadas conectadas a tubos que llevan a su cuerpo sueros y medicamentos, y miradas que dicen “no quiero estar aquí”.
Impresión 7. ¿Donde están?
Permaneciendo en Puerto Príncipe no es algo notorio, el bullicio propio de la ciudad no permite darte cuenta, pero luego de estar un par de días en el campo, note que algo faltaba, más en las mañanas y en las tardes... no se había escuchado en todo este tiempo el canto de los pájaros.
Primero pensé que las aves de esta región son mudas o al menos muy discretas, pero al comenzar a buscarlas con el oído y con la vista, me di cuenta que no solo no los oía sino que tampoco les veía, de pronto solo algún audaz colibrí, o -en mis escasos conocimientos en pajarología- un despistado gorrión.
¿En donde están los pájaros de Haití?, quizás fueron a seguir a los arboles haitianos.
Porque no puede menos que doler la mirada cuando los ojos recorren las montañas desnudas en este país. Inicialmente pensé que exageraban quienes me lo habían dicho o que solo era algo que había ocurrido en las montañas que rodean Puerto Príncipe, que como toda ciudad vive de los bienes del campo.
Pero pudimos ver inmensas serranías que impúdicamente mostraban su desnudez vegetal.
Alguien me digo que los haitianos consideran a un árbol, un lujo y un lucro, que no los dejan crecer y, cometiendo un juvenicidio arbóreo, carbón los vuelven y comercio con ellos practican.
Tal vez quien esa palabra me dijo parte de razón tiene, pero... ¿y la destrucción española y francesa de las selvas de esta porción de la isla para permitir las grandes plantaciones de caña, que hicieron que este país en su momento, llenara de dulzor el exquisito, refinado y culto paladar europeo?, ¿Y cuántas elegantes y no tan elegantes mansiones francesas y europeas están amuebladas y decoradas con los arboles haitianos, entregados como pago por la deuda que Francia cobro por la libertad?, ¿Cómo olvidar que en su momento dos tercios de la pujante economía francesa estaban sustentados en la plusvalía robada a Haití?, ¿Por qué no recordar que medio millón de esclavas y esclavos negros explotados en 800 ingenios, añilerías y cafetales fueron parte esencial de la acumulación originaria para poner en marcha el capitalismo industrial europeo?, ¿Y cómo olvidar que aprovechando las ventajas competitivas que la ocupación militar por 20 años de Haití por el ejercito de su país brindaban, los EEUU pusieron su parte para seguir desnudando las montañas?, además de las 19 intervenciones anteriores entre 1857 y 1900, y la apropiación del tesoro nacional. Además de producirle generosamente al menos 15,000 muertes al pueblo haitiano para que hubiera civilización y democracia, ¿Y la actual ocupación?
Sí, seguramente la población haitiana parte tiene en que “bosque” sea una palabra que aquí no tenga sentido y poco se escuche, pero se olvida que cocinar es necesario, que casa deben tener y herramientas de trabajo fabricar.
Y tengo la certeza que en la mayoría de las viviendas haitianas no encontraremos las elegantes cómodas y muebles que entre sus cajones tienen prisioneros a los pájaros de Haití.
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* Este escrito intenta ser un homenaje al noble pueblo haitiano, quien nos entrego su hospitalidad y sonrisas a pesar de la situación que vive. Gabriel García Salyano