“Así estamos.
Consternados. Rabiosos.
Aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles”.
72 inmigrantes latinoamericanos fueron engañados, secuestrados y masacrados en la frontera mexicano-estadounidense al parecer por un grupo de mafiosos que controla la región. Parece que esta criminal acción tenía como objetivo robar los pocos ahorros de quienes siguen soñando que en el norte está el paraíso que permite cambiar vidas llenas de miseria y de dolor. Aunque también hay derecho a pensar que pudiéramos estar ante una macabra forma de controlar los flujos migratorios. Todo puede ser, aunque duro resulte imaginárselo.
Y en Francia, la de los derechos humanos, la “igualdad, la libertad y la fraternidad” centenares de gitanos rumanos son expulsados sin consideraciones humanitarias. Con desprecio y odio racista por el gobierno de Sarkozy. En California e Italia se declara como delincuentes a los inmigrantes que no tengan regularizada su situación y en España se persigue a los manteros como peligrosos criminales y se mantienen los centros de internamiento, previos a la expulsión, que son mas denigrantes que cualquiera de las cárceles del país.
La criminalización de la inmigración está llegando a límites intolerables en este tan cacareado mundo globalizado del que tanto se ufanan los controladores del poder. La masacre, las expulsiones, las persecuciones y los internamientos no son hechos aislados. Hacen parte de procesos de fascistización y de desprecio total por el valor de la vida y la dignidad humana. Son el sustento ideológico de quienes apalean inmigrantes en las calles o en los metros, de quienes solo piden papeles en las redadas a los de piel morena o de quienes aprietan los gatillos en las fronteras.
El actual gobierno mexicano no ha reconocido nunca la gravedad de los crímenes contra los migrantes que pretenden cruzar la frontera. Solo en los últimos seis meses ha habido más de diez mil secuestros. El gobierno no solo ha minimizado el problema sino que se ha burlado de informes de organizaciones de derechos humanos, entre ellas amnistía Internacional.
Huir de la miseria y del hambre empuja a millones de seres humanos a saltar alambradas dejando en ellas no solo la piel. Saltar muros y balas. Cruzar mares tormentosos en destartaladas pateras o a meterse de polizones en barcos y aviones donde muchos han sido arrojados al mar al ser descubiertos y otros han muerto congelados escondidos en compartimientos de aviones de carga. Estos hechos evidencian con brutal fuerza las miserias del capitalismo y las políticas de despojo y atraso para los países del sur y obligan a pensar con mucha más vehemencia que otro mundo es posible y necesario. Es hora de poner el tema de los derechos de los inmigrantes en la agenda de todas las organizaciones políticas, sociales y democráticas. Las muertes en las blindadas fronteras merecen el repudio generalizado, lo mismos que las expulsiones y los brotes de xenofobia y racismo tan de moda en épocas de crisis. Luchas y movilizaciones que deben partir desde el centro mismo de la población inmigrante. Que además ha de escuchar al presidente Hugo Chavez cuando dice "ahora nuestro norte es el sur".
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