sábado, 5 de junio de 2010

Pancho Villa (5 de junio 1878 - 20 de julio 1923



Su nombre de nacimiento fue Doroteo Arango; nacido en San Juan del Río (en el estado mexicano de Durango) en 1878, en un México dominado por la dictadura de Porfirio Díaz, los terratenientes, y el imperialismo comercial moderno, en un México de población paupérrima donde ya se incubaba la revolución, a diferencia de otros países latinoamericanos que dieron el paso hacia el sufragio universal de una manera más o menos pacífica. De padres analfabetos, peones de hacienda, Pancho Villa nunca fue a la escuela. El hombre que forjó de si mismo tuvo esa particularidad de entender las cosas por su propio criterio. De joven repartía leche en Chihuahua; en esta ciudad, a los 16 años, mató a un funcionario público, probablemente porque dicho funcionario violó a su hermana, como cuenta la leyenda popular. Huyó y se "echó al monte", convirtiéndose poco a poco, con estas primeras correrías, en uno de los grandes y famosos "bandidos" de la historia.

Porque se dedicó a asaltar trenes y bancos, saquear negocios, o atentar contra el sistema, repartiendo entre los pobres gran parte de lo robado; por eso era llamado "el amigo de los pobres", y posteriormente, con su actividad revolucionaria, "el general invencible" o "la esperanza de la República india". En pocos años se convirtió en una leyenda viva, el pueblo le componía canciones y poemas, contaba en rumores sus hazañas, exaltando su valentía de héroe romántico. Tanto era su poder que era capaz de alimentar a poblados enteros, desalojados por la dictadura de Porfirio Díaz. Pancho Villa conocía profundamente la miseria en la que vivía el pueblo mexicano, y actuaba en consecuencia; tan activo fue en su compromiso con el pueblo que pasó a formar parte, con los años, de los grandes personajes de la historia de México.

En 1910, aprovechando una rebelión de peones en su estado natal, se une al bando de Madero, que había entrado en combate directo contra el mal gobierno. En Morelos, los campesinos apoyados por Emiliano Zapata habían logrado hacerse dueños de las primeras parcelas de tierra. En 1911 Madero había logrado vencer a Pancho VillaDíaz, quien huyó del país, pero había que hacerle frente todavía a la contrarrevolución, comandada por todo el aparataje militar y político que no huyó como Porfirio Díaz. Pancho Villa fue prontamente elevado al grado de capitán, y en Ciudad de México nombrado General honorario de los nuevos rurales. Con un contingente inferior de hombres y tras incorporarse a las tropas del general Huerta, ganó en Rellano la única batalla decisiva, contra el general rebelde Orozco. Pero poco tiempo después Huerta lo acusó de insubordinación, se lo procesó en una corte marcial, y fue condenado a pena de muerte por fusilamiento. Por suerte Madero ya estaba enterado y logró salvarlo, pero como subordinado que obedece a sus superiores, tuvo que encarcelarlo en la capital. Pancho Villa aprovechó el encierro para aprender a leer y escribir en tan sólo nueve meses, comenzando de cero. En 1912 pudo huir de la cárcel con la complicidad de Madero.

Se asentó en El Paso (Texas) hasta 1913, cuando emprendió la nueva batalla revolucionaria al enterarse del asesinato de Madero. Se iniciaba la segunda fase de la revolución mexicana, terminada la primera etapa, llamada revolución maderista, defensora de las libertades y opuesta a la reelección de Porfirio Díaz. Madero en el poder, había consumado la ruptura con el campesinado y utilizado al ejército en contra de Zapata, quien había radicalizado su acción contra la oligarquía y el gobierno. Aprovechando la inestabilidad provocada por Zapata, Huerta se autoproclamó presidente (con el apoyo de los Estados Unidos a través del Pacto de la Embajada), y mandó matar a Madero y su vicepresidente Pino Suárez.

Carranza, gobernador del estado de Coahuila, se proclamó en 1913 continuador de la obra de Madero, con el apoyo de jóvenes generales como Obregón y Blanco, pero también de rebeldes como el propio Pancho Villa. Zapata seguía sus luchas en el sur y el este de México. Los anarquistas hacían lo suyo también, a través de la Casa del Obrero Mundial, organizando grandes mítines en la capital. Entre mayo y octubre de ese año, el grupo de Carranza había ocupado todo el Norte y varias ciudades del centro de México. Huerta dimitió en Julio, y en agosto de 1914 Carranza entraba en la capital.

El apoyo de Pancho Villa y su pequeño ejército de tres mil hombres fue fundamental para la victoria de Carranza; por ejemplo en tan solo dos meses logró expulsar del estado de ChihuahuaPancho Villa en Torreón, 1913 a todas las tropas federales. En septiembre de 1913 hacía lo mismo en la ciudad de Torreón. Pancho Villa y su ejército se habían convertido para sus rivales en un coloso sobrenatural, invencible al mando de un ser inmortal. En Noviembre del mismo año, ocupaba ciudad Juárez, pero sin bastantes fuerzas como para vencer. Saca a relucir entonces su astucia, que vemos descrita en el testimonio de periodista norteamericano John Reed, que lo acompañó durante parte de su campaña:

... Villa se encontró con que no disponía de bastantes trenes para transportar a todos sus soldados, aun cuando había tendido una emboscada y capturado un tren de tropas federales, enviado al Sur por el general Castro, comandante federal en Ciudad Juárez. De modo que telegrafió a dicho general, firmando con el nombre del coronel que mandaba las tropas del tren, lo siguiente: "Locomotora descompuesta en Moctezuma. Envíe otra y cinco carros". Castro, sin sospechar, despachó inmediatamente otro tren. Villa le telegrafió entonces: "Alambres cortados entre Chihuahua y este lugar. Se aproximan grandes núcleos de fuerzas rebeldes por el Sur. ¿Qué debo hacer?". Castro contestó: "Vuélvase inmediatamente". Villa obedeció, telegrafiando alegremente desde cada estación que pasaba. El general federal fue informado del viaje hasta como una hora antes de la llegada, que esperó sin avisar siquiera a su guarnición. De tal suerte que, fuera de una pequeña matanza, Villa tomó Ciudad Juárez casi sin disparar un tiro...

En apenas siete meses, casi todo el norte mexicano había sido barrido de tropas federales. Pancho Villa se proclamó gobernador militar del estado de Chihuahua. Despidió a los extranjeros en un tren de refugiados proclamando: "Ya no habrá más palacios en México". Dispuso que sus soldados se dedicaran a labores productivas, como medida imprescindible para reorganizar y reabastecer al estado. Emitió moneda propia, "bajo la única garantía de su nombre", tratando de restablecer el movimiento comercial. También redactó leyes para el estado, con la colaboración de ayudantes letrados. Fundó más de cincuenta escuelas en la capital del estado, "allí donde veía a los niños corretear por la calle, edificaba una escuela". Con respecto al reparto de la tierra, a pesar de no estar tan preparado como Zapata para estas lides, demostró su sinceridad revolucionaria confiscando vastos latifundios de la oligarquía terrateniente (unos 7 millones de hectáreas), y repartió 25 hectáreas a cada hombre adulto del estado, proclamando además su inalienabilidad durante al menos 10 años. Confiscó también las grandes residencias, y les dio otro uso. También estatizó las grandes empresas comerciales.

A pesar de todas estas medidas, Pancho Villa mantuvo su modestia y se negó rotundamente a asumir la presidencia de México, aún si se lo pidiera su jefe (Carranza), porque decía simplemente que no estaba capacitado para ello, que había aprendido a leer hacía poco y que no tenía la cultura suficiente como para tratar con congresistas o embajadores extranjeros. Y sin embargo, a pesar de la fidelidad de Villa por Carranza, este último al asumir el poder en agosto de 1914 le dio la espalda a él y a Zapata, impidiéndoles la entrada a la capital.

Tres grandes grupos aspiraban al gobierno del país en el México de 1914: los villistas, con fuerzas considerables en el norte, pero sin doctrina política ni económica; los carrancistas, con el objetivo bien definido de conformar una nueva oligarquía; y los zapatistas, bien organizados, apoyados por intelectuales y marxistas, pero con presencia solamente en el sur y el este de México. Se daba la oportunidad entonces de que Villa y Zapata se unieran en su lucha común por un México más justo. Hubo un intento de hacerlo durante la convención de Aguascalientes, y a pesar de haber entrado juntos en la capital en 1914, el trato no cuajó. Surgieron diferencias políticas y de mando, pues al parecer primó el orgullo de Villa. Esto fue fatal para la revolución, sobretodo cuando los hombres de Villa asesinaron a Paulino Martínez, jefe zapatista de la convención.

Carranza aprovechó la discordia, atacando junto a Obregón en el norte las ciudades donde Villa tenía predominio. Vencieron, y Villa tuvo que ir refugiándose cada vez más solo. Zapata no hizo nada por ayudarlo. Emiliano Zapata había reorganizado la vida comunitaria en Morelos, haciendo a los campesinos dueños de sus tierras y de sus negocios, y entrenándolos para defenderse a si mismos. Carranza se ganó la tolerancia de los agraristas al permitir la vida comunitaria; en 1915 fue reconocido como presidente de México por los Estados Unidos. En 1916 Carranza ya reprimía las huelgas en la capital, y cerraba la Casa del Obrero Mundial, quienes apoyaban a Zapata. Mientras tanto y durante tres años Villa era perseguido y menguaba su poder en el norte; así dejaba de ser el General Invencible para volver a ser un gran bandolero, porque continuaban sus atracos. El último estorbo al gobierno carrancista era el agrarismo zapatista. En 1919 se llevó a cabo el asesinato a traición de Zapata, bajo la venia de Carranza. En 1923 Pancho Villa tuvo el mismo destino, asesinado a la entrada de Parral por Jesús Salas Barraza y Miguel Trujillo.

Para que no quede la tristeza como recuerdo, transcribamos lo que contaba Reed de Pancho Villa cuando guerreaba:

"Durante todos esos años aprendió a no confiar en nadie. Cuando hacía sus jornadas secretas a través del país con un acompañante leal, acampaba a menudo en un lugar despoblado y allí despedía a su guía; dejaba una fogata ardiendo y cabalgaba toda la noche para alejarse de su fiel acompañante. Así fue como Villa aprendió el arte de la guerra; y hoy, en el campo, cuando llega el ejército para acampar en la noche, Villa tira las bridas de su caballo a un asistente, se echa el sarape sobre los hombros y se va, solo, a buscar abrigo entre los cerros. Parece que nunca duerme. En medio de la noche se presenta de improviso en cualquier parte de los puestos avanzados para ver si los centinelas están en su lugar; cuando retorna en la mañana viene de una dirección distinta. Nadie, ni siquiera el oficial de mayor confianza en su Estado Mayor, conoce nada de sus planes hasta que está listo para entrar en acción.

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