lunes, 30 de mayo de 2011

El factor Sicilia


Carlos Fazio
 
Desdibujados o invisibilizados por el ruido mediático de una prensa bajo control monopólico que reproduce la ideología dominante, los seis puntos del pacto propuesto por el movimiento Por un México en paz con justicia y dignidad no están a discusión. Así lo aseguró el propio Javier Sicilia, impulsor del movimiento. El punto principal es detener la guerra fratricida entre mexicanos impuesta por Estados Unidos, que ha llevado a la actual escalada de caos, terror y violencia en distintas partes del territorio nacional, con la consiguiente ruptura del tejido social.
 
Dicha estrategia ha derivado en una militarización intensiva y extensiva de la seguridad pública, con su impresionante estela de asesinatos, desaparecidos, ejecutados extrajudicialmente, torturados y fosas comunes, producto todo, indistintamente, del accionar de agrupaciones criminales irregulares (sicarios, bandas, paramilitares, escuadrones de la muerte para la limpieza social, mercenarios), comandos de elite de las fuerzas armadas especializados en contrainsurgencia, oficiales y tropa del Ejército y la Marina, y militares duros adscritos a labores policiales que, como los generales Carlos Bibiano Villa y Jesús Espitia, y el teniente coronel Julián Leyzaola, han incurrido en la apología del delito al reivindicar el derecho de matar presuntos enemigos, colocándose, como autoridad, al margen de las leyes vigentes.

Erigido en la coyuntura en líder simbólico de un movimiento horizontal y pluriclasista de nuevo tipo, Sicilia ha planteado la necesidad de refundar México. Lo que lleva a la pregunta de qué tipo de país se quiere. Pero además, deja abiertas otras interrogantes, por ejemplo, sobre la estrategia de construcción de la resistencia en la etapa; la forja de un poder dual, contrahegemónico, y las vías para lograrlo.

El movimiento impulsa un pacto ciudadano y un posterior diálogo con el Estado. Frente a la actitud guerrerista de Felipe Calderón, alias El Churchill o El terapista, Sicilia opone la fuerza de su conciencia ética y moral; la fuerza de la verdad. Para Sicilia, la conciencia es un campo de batalla y hacia allí intenta arrastrar a Calderón, a fin de someterlo, de cara a la nación, a un diálogo de iguales con las víctimas de una guerra estúpida. Busca desarmar moralmente al Otro haciendo evidente la verdad. Además, a partir del método de la resistencia civil activa ha dejado esbozado el proyecto constructivo de una nueva sociedad y un nuevo Estado nacional. Se trata, pues, de un movimiento transformador, que con base en la verdad, la firmeza y la resistencia a la opresión, busca romper el miedo impuesto por la violencia criminal en todas sus formas, incluida la que los amos de México imponen a través de los órganos coercitivos del Estado.

A partir de las tesis gandhianas, la estrategia general que parecen impulsar Sicilia y sus compañeros es la acción de masas, en una dinámica de reformas sucesivas que habrán de ser alcanzadas con métodos pacíficos, una vía distinta a la de la dinámica de la violencia revolucionaria. Una no violencia activa como método para cambiar las relaciones sociales y de poder, en la perspectiva de construir un poder popular autónomo. O una verdadera ciudadanía capaz de construir una democracia participativa.

Frente a la actual república plutocrática y cleptocrática con su clase política corrupta, el mensaje de Sicilia apunta a la generación, en el campo de lo popular, de espacios de desarrollo propios, autonómicos. 

Horizontales o circulares, no piramidales. Alternativos a las estructuras de dominación vigentes, a la manera de un doble poder, en el que subyace la desobediencia a toda orden de inhumanidad y a leyes injustas que deshonran.

Asimismo, Sicilia persigue la humanización del adversario (que no enemigo), singularizado en la coyuntura por Calderón, como administrador del poder real. Sicilia no es ingenuo; es táctico. En el marco de una militarización, paramilitarización y mercenarización exacerbada del país, le exige a Calderón una relación de iguales, con base en una moral pública no violenta, y a partir de un franco cuestionamiento a la autoridad legal y legítima del régimen, de quien rechaza activamente el ejercicio perverso del poder. El objetivo implícito de la confrontación es romper la relación viciosa de colaboración establecida entre gobernantes y gobernados en los marcos del sistema; una relación que con base en el acatamiento a la legalidad vigente, reproduce la dialéctica del amo y el esclavo.

Con independencia de otras formas de lucha condicionadas a condiciones objetivas y subjetivas, la oportunidad que ofrece el movimiento desencadenado por Sicilia pasa en la coyuntura por una toma de conciencia de sectores populares y de clase media sometidos a una obediencia pasiva o sumidos en el conformismo. El movimiento apunta a una ruptura gradual con la cultura política establecida, reproducida a la manera de la domesticación de los cuerpos y del comportamiento desde la cuna, la familia, la escuela y la iglesia. Implica, por tanto, una ruptura con el adoctrinamiento de la cultura dominante y con el injusto modelo capitalista vigente.

Pasa, también, por romper el miedo impuesto por la militarización del país, a partir de construir un territorio moral de las mayorías, desde la dimensión de una resistencia de nuevo tipo que se irá forjando en la lucha cotidiana, y que a partir de las condiciones concretas, llegado el caso podrá incluir la desobediencia civil pacífica, la huelga general política, el boicot (social, económico, laboral), el no pago de impuestos, la marcha, la acción de masas, el ayuno y otras variables, combinadas con la información y el diálogo públicos, de cara a la sociedad. El método contiene potencialidades para contender contra toda forma de violencia estatal, criminal, mediática y económica, y de todo ello existe un caudal acumulado a partir de experiencias recientes como la insurrección zapatista y la resistencia contra el fraude electoral de 2006.

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