lunes, 21 de enero de 2013

Desde nuestro punto de vista...

...lo que sucede en Latinoamérica es la expresión de gobiernos con tintes antineoliberales pero no anticapitalistas, es decir aplican políticas que amortiguan algunos de los costos sociales que implica el seguir permitiendo la reproducción del capital en sus territorios. Las posibles transformaciones que liderean dichos gobiernos tienen su límite en el margen que los dueños del dinero les permitan.

De tal manera que es adecuado cuestionar el término “gobiernos progresistas” y las falacias que se dicen de ellos y generar otras categorías para el entendimiento de lo que es la realidad de Latinoamérica y dejar de usar el lugar común y facilón de “progresistas”.

Abya Yala tiene en común el sentir y vivir la codicia del capital sobre sus territorios y los bienes comunes y naturales que en ella se encuentran. La megamineria, la extracción y apropiación de germoplasma, la apropiación de saberes de los pueblos originarios y campesinos, la apropiación de territorios biodiversos principalmente los de los pueblos originarios, los grandes proyectos de infraestructura, la introducción de OGM’s, el desmantelamiento de instituciones públicas de educación y salud donde existían, entre otras acciones, permitidas por los gobiernos, “progresistas” o no, son parte de la actual dinámica del capital, como consecuencia de su desenfrenado afán de mantener sus tasas de ganancia a pesar de sus crisis, por lo que es más adecuado llamarlo capitalismo del despojo.

Para que ocurra el despojo es necesaria la acción gubernamental que flexibilice y haga leyes a modo, facilite el flujo de capital, abarate el costo del trabajo disminuyendo los derechos laborales, reordene los territorios, criminalice la defensa de los derechos, aplique algunas políticas sociales más como mecanismos de control poblacional que de combate a la pobreza.

En Latinoamérica existe, en mayor o menor grado de acuerdo a la realidad de cada país, una embestida en contra de los derechos sociales de la población, la precarización del trabajo, el incremento de la violencia, sobre todo la vinculada a los grupos del crimen organizado y narcotráfico, incluyendo la trata de personas.

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