viernes, 18 de enero de 2013

A propósito del "regreso"





Algunas compañeras y compañeros nos han hecho preguntas acerca del “retorno” del zapatismo y si sólo se trataba de decir “aquí estamos, existimos, no nos vencieron” o es también entrarle a disputar espacios de poder nacional, regional, del campo de la izquierda.


Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. A pesar de todo lo que han hecho en contra del movimiento zapatista este sigue -y para sorpresa de mucha gente, sobre todo la de arriba independientemente del color partidario y la de abajo que para arriba mira- con fuerza y mayor amplitud. Con una grande base social formada por jóvenes que se han crecido en todo este periodo y les ha tocado vivir y sobrevivir con resistencia y resilencia las estrategias de guerra contrainsurgente, y que con sus tiempos y ritmos van tomando la conducción del proceso.


Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. Con todo en contra, incluso con sectores importantes de la intelectualidad "progresista" y la izquierda partidista abonando al descrédito y al olvido –la memoria no es un musculo muy ejercitado en este país-, construimos futuro en este presente, el mundo muy otro que se sueña es realidad, desde que lo soñamos no hemos parado de construir.


Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. Cuando en este país la sociedad en general se encuentra en un estado de aletargamiento y sin brújula aparente, cuando el desprecio a la vida es lo cotidiano, cuando la muerte, la tristeza y el dolor parecen interminables, cuando la desesperanza se esfuerza en sembrarse de raíz, cuando se mama todos los días que no hay más rumbo a seguir que el que arriba marcan, hay propuestas reales que hacen de la vida algo digno de vivirse.


Existimos a pesar de todo: a pesar de los deseos de los dueños del dinero y sus gobiernos de turno, a pesar de la guerra de desgaste integral asesorada por la gringada y aplicada por los tres niveles de ¿gobierno?, a pesar de la "izquierda" electorera y legalista, a pesar de la intelectualidad sabihonda, a pesar de la sociedad civil voluble y olvidadiza, existimos porque no nos conocen ni les interesa conocernos, porque pervive una mirada de desprecio y discriminación, porque se sigue creyendo que los pueblos originarios necesitan "desarrollo y progreso", es decir modernidad o caridad en su caso, porque cuando no se conoce no se entiende ni se respeta, se sigue pensando que los pueblos caminan los pasos de un líder, que están subordinados a él, que hay que seguir los caminos que la política tradicional marca, porque no conocen otra ni se atreven a imaginarla.


La casta política mexicana, los colores partidarios significan  básicamente diferencia cromática, es sorda a conveniencia, está acostumbrada a apuntar sus oídos a la boca del capital y sus ojos a donde pueda sacar más provecho, es anémica de ideología y principios, no me refiero solamente a la que se encuentra a la derecha o centro -¿existe?-, sino también la que se autodenomina "izquierda", han dado múltiples muestras de ello. 


López Obrador y sus allegados reinciden en andar un camino que es un circulo al fracaso, tuvo seis años para favorecer la construcción de un movimiento estructurado y fuerte pero mejor uso ese tiempo para lucir sus dotes de líder al fin que “hay líder para rato”, se ha rodeado de gente que en su momento no sólo fue contraria sino activa agresora del zapatismo y de las organizaciones y comunidades que simpatizan con él. Su aspiración: ser la izquierda moderna “que no rompe un vidrio” de la derecha retrograda que rompe este país y a su gente.


Más que un llamado a la casta política, honestamente de ella no esperamos nada que no haya mostrado ya, es decir sí les conocemos, el zapatismo hace un nuevo llamado a la sociedad -paradójicamente desde el silencio-, le comparte una inyección de vitaminas y energía para que mire que se puede andar la vida de otra manera, que se puede construir desde lo propio, que se puede tomar el rumbo de nuestras vidas, de nuestras comunidades, de nuestro país en nuestras manos, que se pueden construir, desde donde estamos y desde lo que somos, las herramientas que necesitamos para generar procesos de emancipación. 


Más que disputar espacios de poder a la “izquierda”, se trata de construir otra manera de ser personas y pueblos, no desde la contra-hegemonía, es decir no desde imponer un poder supuestamente bueno sobre otro que sabemos malo, sino desde la anti-hegemonía, desde lo que somos y desde lo que queremos ser, sabiendo que el no-futuro de muerte que a diario nos recetan, no es nuestro futuro, por lo que es necesaria otra imaginación, otra creatividad, otra lógica, otros tiempos, otros modos, mirando, oyendo, sintiendo y pensando con todos los otros que somos, desde abajo y a la izquierda.


Gabriel García, enero 2013

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