Algunas compañeras y compañeros nos han
hecho preguntas acerca del “retorno” del zapatismo y si sólo se trataba de
decir “aquí estamos, existimos, no nos vencieron” o es también entrarle
a disputar espacios de poder nacional, regional, del campo de la izquierda.
Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. A pesar de todo lo
que han hecho en contra del movimiento zapatista este sigue -y para sorpresa de
mucha gente, sobre todo la de arriba independientemente del color partidario y
la de abajo que para arriba mira- con fuerza y mayor amplitud. Con una grande
base social formada por jóvenes que se han crecido en todo este periodo y les
ha tocado vivir y sobrevivir con resistencia y resilencia las estrategias de
guerra contrainsurgente, y que con sus tiempos y ritmos van tomando la
conducción del proceso.
Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. Con todo en contra,
incluso con sectores importantes de la intelectualidad "progresista"
y la izquierda partidista abonando al descrédito y al olvido –la memoria no es
un musculo muy ejercitado en este país-, construimos futuro en este presente,
el mundo muy otro que se sueña es realidad, desde que lo soñamos no hemos
parado de construir.
Por supuesto que sí se trata de decir “No nos vencieron”. Cuando en este país
la sociedad en general se encuentra en un estado de aletargamiento y sin
brújula aparente, cuando el desprecio a la vida es lo cotidiano, cuando la
muerte, la tristeza y el dolor parecen interminables, cuando la desesperanza se
esfuerza en sembrarse de raíz, cuando se mama todos los días que no hay más
rumbo a seguir que el que arriba marcan, hay propuestas reales que hacen de la
vida algo digno de vivirse.
Existimos
a pesar de todo: a pesar de los deseos de los dueños del dinero
y sus gobiernos de turno, a pesar de la guerra de desgaste integral asesorada
por la gringada y aplicada por los tres niveles de ¿gobierno?, a pesar de la
"izquierda" electorera y legalista, a pesar de la intelectualidad
sabihonda, a pesar de la sociedad civil voluble y olvidadiza, existimos porque
no nos conocen ni les interesa conocernos, porque pervive una mirada de
desprecio y discriminación, porque se sigue creyendo que los pueblos
originarios necesitan "desarrollo y progreso", es decir modernidad o
caridad en su caso, porque cuando no se conoce no se entiende ni se respeta, se
sigue pensando que los pueblos caminan los pasos de un líder, que están
subordinados a él, que hay que seguir los caminos que la política tradicional marca,
porque no conocen otra ni se atreven a imaginarla.
La casta política mexicana, los colores
partidarios significan básicamente
diferencia cromática, es sorda a conveniencia, está acostumbrada a apuntar sus
oídos a la boca del capital y sus ojos a donde pueda sacar más provecho, es
anémica de ideología y principios, no me refiero solamente a la que se
encuentra a la derecha o centro -¿existe?-, sino también la que se autodenomina
"izquierda", han dado múltiples muestras de ello.
López Obrador y sus allegados reinciden
en andar un camino que es un circulo al fracaso, tuvo seis años para favorecer
la construcción de un movimiento estructurado y fuerte pero mejor uso ese
tiempo para lucir sus dotes de líder al fin que “hay líder para rato”, se ha rodeado de gente que en su momento no
sólo fue contraria sino activa agresora del zapatismo y de las organizaciones y
comunidades que simpatizan con él. Su aspiración: ser la izquierda moderna “que no rompe un vidrio” de la derecha
retrograda que rompe este país y a su gente.
Más que un llamado a la casta política,
honestamente de ella no esperamos nada que no haya mostrado ya, es decir sí
les conocemos, el zapatismo hace un nuevo llamado a la sociedad -paradójicamente
desde el silencio-, le comparte una inyección de vitaminas y energía para que mire
que se puede andar la vida de otra manera, que se puede construir desde lo
propio, que se puede tomar el rumbo de nuestras vidas, de nuestras comunidades,
de nuestro país en nuestras manos, que se pueden construir, desde donde estamos
y desde lo que somos, las herramientas que necesitamos para generar procesos de
emancipación.
Más que disputar espacios de poder a la
“izquierda”, se trata de construir otra manera de ser personas y pueblos, no
desde la contra-hegemonía, es decir no desde imponer un poder supuestamente bueno
sobre otro que sabemos malo, sino desde la anti-hegemonía, desde lo que somos y
desde lo que queremos ser, sabiendo que el no-futuro de muerte que a diario nos
recetan, no es nuestro futuro, por lo que es necesaria otra imaginación, otra
creatividad, otra lógica, otros tiempos, otros modos, mirando, oyendo, sintiendo
y pensando con todos los otros que somos, desde abajo y a la izquierda.
Gabriel García, enero 2013
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