domingo, 5 de junio de 2011

Cuarenta y cuatro años de ocupación


Randa Nablusi*
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Miles de israelíes de izquierda participan en Tel Aviv en una manifestación en apoyo de un Estado palestino basado en las fronteras de 1967Foto Reuters
 
De nuevo el fatídico 5 de junio, concretando 44 años de ocupación. Terrible y última ocupación de los tiempos modernos, condenada internacionalmente. Una ocupación basada en el uso abundante de tecnología militar por parte de un Estado, en el robo de tierra a un pueblo y en instalarse durante 44 años a como dé lugar, confiscando las tierras por la fuerza de las armas y trayendo emigrantes de las cuatro esquinas del mundo para asentarse en contra del derecho internacional, poniendo a su servicio los recursos naturales e hídricos. Una colonización que controla la vida de las personas impidiendo cualquier progreso social, así como el desarrollo de sus recursos y privándolas de todas sus libertades día a día, y ni hablar de lo que respecta a la educación y al tránsito de personas, controlado a través de 650 puestos de control militar fijos, además de los flotantes, entre todas las ciudades y aldeas, que hacen de cada una de ellas una prisión a cielo abierto. Una colonización que se manifiesta por el cerco de más de 2 millones de personas en la franja de Gaza, sujetas a una política de hambre, con el abastecimiento de electricidad controlado, así como el combustible, los medicamentos y sus propias vidas, por invasiones diarias de ciudades de Cisjordania, que aumentan los prisioneros y los muertos, por el robo de tierra para la construcción de asentamientos y las autopistas que los unen, construcciones que llevan a la tala de cientos de miles de árboles y a la demolición de decenas de miles de casas.
Un tercio del pueblo palestino ha estado en cárceles israelíes por lo menos una vez a lo largo de estos 44 años, mientras 8 mil personas permanecen presas, 300 de ellas son niños, mil 500 enfermos, 38 mujeres, menores de edad y madres, 180 han pasado más de 20 años en prisión, nueve de ellos más de 53 años, 12 son congresistas electos (no todos son de Hamas como podría pensarse, como Marwan Bargouti, Ahmad Saadet, Hassan Youssif, Yamal Tirawi), 14 prisioneros en aislamiento por más de nueve años, como Hassan Salamee, Ahmad Mougrabi y Mahmoud Aissa. Más de 250 presos administrativos, sin saber por qué están en prisión, sin acusación y sin juicio por más de cinco años. Una estadística documentada señala que el número de detenidos desde el inicio de la ocupación hasta ahora sobrepasa los 850 mil, entre los cuales 630 mil estuvieron presos en el periodo entre 1968 y 1994 (fecha de instalación de la Autoridad Nacional Palestina, ANP), lo que nos da una media de mil 950 personas por mes. Este número sube y baja incluso con la presencia de la ANP debido a violaciones de las fuerzas israelíes que invaden diariamente las ciudades y aldeas de Cisjordania, aprehendiendo y asesinando a voluntad. No se respeta la Cuarta Convención de Ginebra en ninguna de estas prisiones.
Cuarenta y cuatro años han pasado y los números continúan creciendo, así como el dolor y el sufrimiento. Las vidas oscilan entre la negación de la libertad en las prisiones israelíes y la tortura y humillación en cárceles primitivas creadas en el desierto, como la de Nafha. Niños crecen en las prisiones, madres dan a luz, ancianos y jóvenes mueren después de largos años pasados en esta situación (200 personas han muerto en las cárceles desde 1967) o debido a la detención y tortura (120 presos). Vidas hechas en prisiones israelíes con las autoridades presidiarias que determinan la cantidad de alimentos, el color de la ropa (una ley recientemente aprobada por la administración penitenciaria designa el color naranja para la ropa de los prisioneros, una determinación fuertemente rechazada por los presos palestinos) y que controlan hasta el aire que respiran, y si lo consideran necesario, controlan la naturaleza de los tratamientos médicos si es que otorgan el acceso a los mismos y las visitas de los familiares, pese a que un prisionero está autorizado a recibir, una vez por mes, la visita de un pariente cercano. Visita que sólo tiene lugar si la familia consigue obtener una autorización difícilmente otorgada y pasar por cientos de puestos de control militar. Los prisioneros de la franja de Gaza no han tenido visitas durante los últimos cuatro años y medio
Israel deliberadamente castiga colectivamente a las familias de los presos, aprehendiendo a madres y esposas y demoliendo sus casas en una violación explícita de la Cuarta Convención de Ginebra. Más todavía, Israel es capaz de castigar a un ser humano incluso después de su muerte mediante la detención de cientos de cuerpo de mártires en fosas comunes, lo que priva a sus familias de darles el último adiós y enterrarlos de acuerdo con los rituales islámicos o cristianos, según sea su religión. Tresciento veinte prisioneros que fallecieron durante estos años aún permanecen en estas fosas comunes, cerca de Jericó.
Semanalmente a lo largo de estos años, representantes de 8 mil prisioneros que permanecen en prisiones israelíes se concentran frente a la Cruz Roja Internacional en Cisjordania y la franja de Gaza, en espera hacer llegar su voz al mundo.
No es verdad que esté amenazada la existencia de Israel porque las conversaciones de paz están basadas en tierra por paz: todos los territorios ocupados a cambio de una paz global, mas Israel, un Estado expansionista, quiere tierra y paz al mismo tiempo. Este fue un principio aprobado por la legitimidad internacional y representa la esencia de la iniciativa árabe, que también fue aprobada por la Conferencia Islámica.
La paz no puede ser alcanzada mientras la construcción de asentamientos continúe. No hay asentamientos legales y otros ilegales. Todo lo que fue construido por Israel en los territorios ocupados en 1967 es ilegal y los colonos nos han enseñado una nueva forma de colonialismo condenado y rechazado por todo el mundo. Ningún país apoya la política israelí de colonización, incluyendo a Estados Unidos.
Hasta la fecha han sido construidos 144 asentamientos sobre 3.3 por ciento de Cisjordania, además de los puestos de avanzada (105). En estos asentamientos ilegales vive medio millón de colonos, 55 por ciento de ellos sólo en Jerusalén oriental.
Decenas de resoluciones de la ONU y decisiones de la Legitimidad Internacional han ya condenado esta colonización, así como lo hicieron el Cuarteto, la Unión Europea y Estados Unidos. Aún así, Israel continúa ejerciendo su política de indiferencia construyendo asentamientos en tierras palestinas robadas por la fuerza de las armas a sus propietarios.
Al nivel de pérdidas humanas, han muerto, desde el inicio de la ocupación, 27 mil personas, mientras que 160 mil han sido heridas y más de 850 mil hechas prisioneras. En cuanto a las pérdidas materiales, es difícil cuantificarlas o dar una estimación, pero baste saber que, de 2000 a 2007, Israel taló un millón 600 mil olivos.
El número de casas destruidas desde 2000 asciende a 77 mil 433. Fue emitida por las autoridades israelíes una decisión de demoler más de 5 mil viviendas en la llamada zona C, área bajo total control de Israel, entre 2000 y 2008. Además, hay 3 mil casas en espera de un fallo sobre su demolición, la mayoría en Jerusalén.
Ni qué decir respecto a 2008, un año en que las negociaciones de paz estaban en curso: los primeros tres meses las fuerzas israelíes demolieron 124 casas, número superior a todas las demoliciones que tuvieron lugar durante 2007 (107 viviendas). Estas cifras no incluyen la demolición de casas y edificios en Jerusalén, y para tener una idea sobre el crimen que ocurre en Jerusalén basta señalar que las demoliciones que estaban previstas en esta ciudad comenzaron en 1967 con la destrucción de 8 mil 500 casas desde sus ocupaciones. Así, fue destruido por ejemplo el barrio de Al Magareba, con sus 135 edificios que incluyen escuelas y hospitales. También fueron destruidas 500 viviendas y edificios en las cercanías de la Explanada de las Mezquitas, para poder construir una plaza frente al Muro de las Lamentaciones. Tres aldeas del distrito de Jerusalén –Emaús, Balu y Beit Nuba– tuvieron el mismo destino luego de la demolición de 500 mil de sus casas y edificios.
En lugar de todo aquello que ha sido destruido se han construido asentamientos que aíslan a Jerusalén de su entorno árabe y hacen que el acceso a la ciudad exija un permiso especial raramente concedido por las autoridades israelíes. Subráyese que éstas confiscan los documentos de identificación de los habitantes de Jerusalén; en este sentido, entre 1967 y 2000, de acuerdo con documentos del Ministerio del Interior israelí, han sido confiscados 8 mil 269 documentos de identidad de jefes de familias palestinas de Jerusalén, lo que trajo como consecuencia la abolición de las cédulas de identidad de otros miembros de su familia, y así se lleva a cabo una política de vaciamiento de la ciudad de su población árabe (musulmanes y cristianos).
A pesar de que la comunidad internacional y las resoluciones de Naciones Unidas confirman la ilegalidad de la anexión de Jerusalén, Israel continúa lidiando con la anexión como un hecho consumado y enfrenta con indiferencia el rechazo de todos los estados del mundo de este hecho y su negativa a transferir sus embajadas de Tel Aviv a Jerusalén. Todas las declaraciones de la Unión Europea, de Estados Unidos y de todos los países del mundo condenan la anexión de Jerusalén y se rehúsan a reconocerla como capital de Israel.
Israel continúa construyendo el muro de separación racista a pesar de las resoluciones de Naciones Unidas y del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya. Obsérvese que si el muro fuera construido realmente por razones de seguridad, como Israel alega, debería ser edificado sobre las fronteras de 1967, pero la realidad es que este muro roba un tercio de Cisjordania y del valle del Jordán y confisca los recursos hídricos subterráneos, lo que transforma los centros habitacionales palestinos en guetos semejantes a los del apartheid en Sudáfrica. Semanalmente y por más de cinco años, haya lluvia o sol, los palestinos y extranjeros solidarios organizan protestas junto al muro en las aldeas de Baalin, Naalim y Al Maazara. Semanalmente son objeto de agresiones por parte de las fuerzas de ocupación israelíes con balas de goma y gas lacrimógeno y a veces con balas reales. Semanalmente hay heridos y, a veces, asesinados.
Sobre el robo de los recursos acuíferos, los palestinos toman 270 millones de metros cúbicos anualmente, 150 en Cisjordania y 120 en la franja de Gaza, en tanto que necesitan 400 millones. Mientras que Israel confisca 26 pozos tras el muro, después de 44 años de ocupación 58 por ciento de las familias están bajo la línea de extrema pobreza.
Una generación ha nacido y crecido y ahora tiene 44 años sin haber gozado de libertad un solo día. Libertad que es el mayor valor humano. Por otro lado, hay otra generación que nació en Israel y creció y cumplió 44 años viendo que su país ocupa la tierra de otro pueblo, robando su tierra, recursos y libertad, inmolándole, y muchos de ellos no sienten vergüenza de ser parte del ocupante.
El pueblo palestino, desde el primer momento de la ocupación, ha peleado por su independencia, desde la lucha militar por los grupos de fedayines hasta la primera y segunda intifada, que fueron piedras contra Merkaba (tanques) y pechos desnudos contra balas. En los 44 años la ocupación ha sido siempre rechazada, no se lucha por algunos kilómetros aquí y otros allá sino que es un desacuerdo sobre principios. No se puede, de ninguna manera, dar legitimidad a la anexión de territorios por la fuerza de las armas. La colonización en su esencia es inaceptable, y son inaceptables también todas sus consecuencias, como la construcción de asentamientos o el muro de separación. Cualquier desdén de Israel por este hecho sólo fortalecerá el extremismo y llevará a toda la región a un flagelo de violencia.
Todas las acusaciones que se arguyen sobre la amenaza a la seguridad de Israel son verdaderas, sobre la seguridad de Israel y no sobre su existencia, pues la diferencia entre los dos conceptos es bien clara. La seguridad de Israel continuará amenazada si mantiene los territorios palestinos ocupados, pues el pueblo palestino no permanecerá convencido del camino de las negociaciones de paz por siempre si Israel continúa con su política de arrogancia e intimidación de este pueblo por la fuerza de la tecnología de guerra. Continuar humillando al pueblo palestino, robando sus riquezas y reteniendo su libertad va contra todo lo que el derecho internacional defiende.
Es obvio que el pueblo palestino no puede derrotar a Israel, pero Israel tampoco tiene el poder de exterminar a los palestinos, que rechazarán siempre la ocupación y exigirán el legítimo derecho de establecer su Estado independiente con Jerusalén oriental como su capital. La negativa israelí a pagar las exigencias de la paz mantendrá la puerta abierta para una mayor violencia y es receta infalible para el aumento del extremismo, que nadie puede prever hasta donde llegará.
El pueblo palestino tiene todo el derecho al establecimiento de su Estado libre e independiente con Jerusalén oriental como su capital. La tierra por paz fue el eslogan de la paz de los valientes y fue la base de las negociaciones que aceptamos tener con Israel, pero Tel Aviv ha hecho todo para escapar de las exigencias de ese principio y se siente seguro de que las naciones del mundo no tomarán medidas, más allá de condenar, exigir o esperar.
¿Ya no bastan las cientos de resoluciones de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad, así como del Tribunal Internacional de Justicia para resolver esta cuestión? ¿Será que no ha llegado el momento de presionar y sancionar a Israel para poner fin a la ocupación? Cuarenta y cuatro años de complacencia y negativismo por parte de la comunidad internacional que ya ha condenado, tal como condenó los hechos consumados que Israel ejerce y quiere que los palestinos y el mundo acepten, algo que es rechazado por todos.
Ya han sido ejercidas sanciones y presiones sobre países que violan el derecho internacional, los derechos humanos y la legitimidad internacional. No basta condenar la ocupación, es preciso ponerle fin pues el pueblo palestino ya ha concedido 18 años de negociaciones, los cuales podrían haber servido para construir y desarrollar su Estado independiente en las fronteras de 1967, tal como garantizan la legitimidad internacional y las resoluciones de Naciones Unidas. Cuarenta y cuatro años de ocupación son más que suficiente. Basta ya.
*Embajadora de Palestina en México.

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