sábado, 9 de octubre de 2010

Los caminos de un hombre sabio

Los caminos de un hombre sabio
El CD/DVD acompaña al cantautor canadiense desde Tel Aviv hasta Ontario, en un viaje que también puede entenderse en sentido temporal. Cohen luce su voz grave y profunda en clásicos como “Suzanne”, “Hallelujah” y “Chelsea Hotel”, entre otros.

Leonard Cohen concretó 195 conciertos en dieciocho meses.

El hombre que había confiado sus angustias y sus recuerdos a la inmovilidad ascética de un monasterio zen decidió un día reconvertirse en juglar itinerante. En 2008, a los 74 años, guiado más por una súbita necesidad económica que por cualquier otra pulsión vital, Leonard Cohen volvió a subirse a un escenario. No a uno, en rigor, sino a 195, a lo largo y a lo ancho del planeta, generosidad que no alcanzó a sus –ya a esta altura– resignados fans argentinos. Y gracias a la buena acción de su representante, que a partir de una estafa provocó la repentina hiperkinesis de Cohen, la feligresía pudo disfrutar el año pasado de Live in London y desde hace unos días tiene acceso a Songs from the road. Si aquel CD/DVD capturaba un momento específico de la gira que se extendió durante 18 meses, éste pone el acento precisamente en el carácter errante del proyecto. Un día el cantautor se levantó y anduvo. Un estudio móvil y una cámara tradujeron y multiplicaron las emociones que despertó ese simple acto de la voluntad.

Como hombre sabio que es, Cohen inocula en sus oyentes los sentimientos que éstos quieren (o pueden) absorber. Songs from the road funciona en ese sentido como un viaje a pedido del consumidor. Cuando muestran imágenes del Mena Arena de Manchester, por ejemplo, uno intuye que cada uno de los fans lleva a su propia “Suzanne” de la mano; en el momento en que Cohen canta el último estribillo de “Hallelujah” en un festival californiano, una suerte de éxtasis litúrgico parece apoderarse del colectivo, pero es probable que cada cual tenga su íntima versión del asunto cuando el poeta reza: “Bueno, quizá haya un dios allá arriba. / Pero todo lo que he aprendido sobre el amor / fue cómo dispararle a alguien que ha desenfundado más rápido. / No es un lamento que oigas por la noche. / No es nadie que haya visto la luz. / Es un frío y roto aleluya”.

El repertorio es un repaso de soledades y misterios acumulados a lo largo de cuarenta años. Pero las variaciones melódicas y estilísticas que acompañaron ese itinerario se ven aquí neutralizadas por el principio superador de la austeridad. Para que el despojo al que aspira Cohen adquiera estatura estética es necesaria una gran banda: un puñado de músicos –imposible obviar a Javier Mas, a cargo de la guitarra de las doce cuerdas– se lucen en la sustracción de toda carga superflua, para que la voz profunda, grave y cansada del canadiense apriete las fibras sensitivas sin necesidad de añadidos melodramáticos.

A diferencia de Live in London, que incluía muchas canciones de I’m your man (ese “greatest hits” involuntario que, debe decirse, fue subvalorado por algunos fundamentalistas que lo consideraban muy “pop”), Songs from the road atraviesa un arco temporal más amplio, con un registro musical más homogéneo. Va de los años ’60 (“The partisan”) hasta el siglo XXI (“That don’t make it junk”), pasando por inevitables de los ’70 como “Famous blue raincoat” y “Chelsea Hotel”. Y aunque de un track a otro viaje de Tel Aviv a Ontario, da la sensación de que Songs from the road dibuja un camino más sensible a las peripecias del tiempo que a los esquemas del espacio.













LLEVAME BAILANDO HASTA EL FINAL DEL AMOR
Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas
Llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté recuperado contigo y a salvo dentro
Alzame como a una vara de olivo y sé para mí la paloma que indica el camino de vuelta a casa
Llévame bailando hasta el final del amor

Llévame bailando hasta tu belleza cuando hayan desaparecido los testigos
Déjame sentirte moviéndote como lo hacen en Babilonia
Muéstrame poco a poco aquello de lo que sólo conozco los límites
Llévame bailando hasta el final del amor

Llévame bailando ahora hasta la boda, llévame bailando adelante y adelante
Llévame bailando muy tiernamente, llévame bailando muy duramente
Nosotros, ambos dos por debajo de nuestro amor, ambos dos por encima de él
Llévame bailando hasta el final del amor

Llévame bailando hasta los niños a los que se pregunta si quieren nacer
Llévame bailando atravesando los telones que han ajado nuestros besos
Monta una tienda de campaña como refugio aunque todos los hilos de la urdimbre estén rotos
Llévame bailando hasta el final del amor

Llévame bailando hasta tu belleza con un violín en llamas
Llévame bailando atravesando el pánico hasta que esté recuperado contigo y a salvo dentro
Tócame con tu mano desnuda o tócame con tu guante
Llévame bailando hasta el final del amor

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