Se ha de educar a todo el mundo sin distinción de razas ni colores. No nos alucinemos: sin educación popular no habrá verdadera sociedad.
Instruir no es educar. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen, y tendrán quien haga.
Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su “porque” el pie. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respaldando las órdenes que recibe, la echa de menos cuando nos las ve, y preguntando por ella diciendo: “¿por qué?” Enseñen a los niños a ser preguntones para que, pidiendo el por qué de lo que se les manda hacer, se acostumbren a obedecer a la razón; no a la autoridad, como los limitados, ni a la costumbre como estúpidos.
En las escuelas deben estudiar juntos los niños y las niñas. Primero, porque así desde niños los hombres aprenden a respetar a las mujeres; y segundo, porque las mujeres aprenden a no tener miedo a los hombres.
Los varones deben aprender los tres oficios principales: albañilería, carpintería y herrería, porque con tierra, madera y metales se hacen las cosas más necesarias. Se ha de dar instrucción y oficio a las mujeres, para que no se prostituyan por necesidad, ni hagan del matrimonio una especulación para asegurar sus subsistencia.
Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra.
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