miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Y cuándo dejaremos de emplear el término "raza"

Por Jorge Agurto*

El 2007 Servindi produjo un audio sobre el tema racial (Mundo: Pero… ¿Existen las razas?) donde registramos que para la ciencia en el género humano no existen las razas, pues todos los seres humanos procedemos de una misma especie biológica.

Es decir los negros, chinos, mulatos, mestizos, blancos, cobrizos, o lo que comúnmente se cataloga como “raza” no tiene ninguna validez científica y hace mucho tiempo los antropólogos del mundo se han puesto de acuerdo en esto.

Es importante recordar que el uso de la palabra “raza” es producto de la era colonialista europea y sirvió para especular sobre las diferencias físicas, sociales y culturales a medida que los europeos se hallaron con personas de diferentes partes del mundo.

El racismo surgió así para justificar el trato bárbaro de los esclavos africanos y posteriormente de los indígenas de América y otras partes del mundo.

¿Son los indígenas una “raza”?

Insistimos. Todos los seres humanos formamos parte de una misma especie. En consecuencia todos somos humanos en la misma calidad o condición biológica. Las teorías que se apoyan en la inferioridad o superioridad de una u otra “raza” no tienen ningún sustento válido.

Las diferencias fenotípicas entre los seres humanos corresponden a procesos relacionados al clima y a la adaptación al ambiente antes que diferencias de orden biológico o genético.

Por tando los indígenas no son una raza distinta, especial, diferente a las de los demás seres humanos.

¿Que soy: Indio o Indígena?

El término “indio” fue acuñado erróneamente por Cristóbal Colón cuando llegó a las costas de América y creyó haber llegado a las Indias, en el lejano oriente. Por extensión, se aplicó el término “indoamericano” o “amerindio” a todos los nativos u originarios de América y así lo registra el diccionario de la Real Academia Española.

El término “indio” fue y aún es usado peroyativamente en muchos contextos sociales discriminadores. Y no faltan quienes se han afirmado en dicho término y lo han reivindicado como propio, tal es el caso del movimiento indígena ecuatoriano. Posteriormente, el indianismo o indianidad ha intentado convertir esta reivindicación en doctrina o ideología reivindicatoria.

Pero es importante remarcar que la palabra “indígena” tiene otro origen y otro significado. Proviene de la unión de dos palabras latinas: “inde” (de allí) y “gens” (gente) que significa “gente de allí”. Es decir, el término “indígena” no tiene nada que ver con las Indias ni con el nombre que Colón atribuyó a este continente.

Indígena es un término técnico de consenso que sirve para distinguir a los que son originarios de un lugar de los que no lo son. Por eso es sinónimo de otros términos como “aborigen”, “nativo”, “originario”, que no son insultantes ni peyorativos.

La legislación internacional ha avanzado mucho en reconocer los derechos de los pueblos originarios empleando el término de “pueblos indígenas”. Bajo esta denominación se encuentran oficialmente reconocidos derechos colectivos tanto en el Convenio sobre Pueblos Indígenas Nº 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como en la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.

Rechazar el término “indígena” por una confusión con el significado peyorativo o equivocado de “indio” es ir contra la corriente progresiva de reivindicar los derechos inherentes a los pueblos ancestrales, que existen desde antes de los estados coloniales y que se autoreconocen como tales.

Es oportuno remarcar que los pueblos indígenas son sujetos históricos. No son creaciones culturales artificiales. Los pueblos existen de por sí, ante sí y para sí en la medida que tengan conciencia de su identidad como pueblos originarios con derechos colectivos.

En tal sentido representa una categoría de derecho superior al concepto clasista de “campesino”, que designa una categoría económica rural. Por razones de desarrollo histórico-social muchos indígenas son campesinos pero no todos los campesinos son indígenas.

No tiene nada de malo ser campesino pero es bueno esclarecer que los derechos de los campesinos no tienen el mismo alcance que los derechos de los pueblos indígenas los cuales tienen mayor amplitud y relevancia.

Bien y ¿cómo me llamo?

La palabra indígena es un término comúnmente adoptado en la esfera internacional para referirse a los pueblos con raíces ancestrales y sujeto colectivo de derechos. Pero es una denominación genérica, no específica. Nadie tiene por nombre propio “indígena” y no existe ningún pueblo en el mundo que tenga este nombre propio o singular.

Por eso la autodenominación es un derecho de cada pueblo específico. Cada pueblo debe reivindicar su nombre y escritura propia y no dejar que los foráneos le atribuyan nombres ajenos a ellos mismos.

Eso ha sucedido mucho tiempo con el pueblo Ashaninka al quién erróneamente se le llama “campa” en numerosos estudios y documentos oficiales, o el pueblo Yanesha a quién se le aplicaba el término “amuesha”, peyorativo para ellos mismos.

Ahora bien, ¿soy o no soy indígena?

Los intentos coloniales y neoliberales de desaparecer a los pueblos indígenas han tenido diversas estrategias. Una de ellas es invisibilizarlos y eliminarlos de un plumazo bajo la teoría del mestizaje.

Es decir, se sostiene que debido a la fusión cultural y biológica “todos nos hemos mezclado”, “nadie es puro en su origen”, y “todos somos mestizos”. Esto es aderezado con frases populares como: “quien no tiene de Inga tiene de Mandinga” y se levanta la imagen del Perú como un crisol de razas que se funden como en la antigua moneda “Sol de Oro del Perú”.

Pero el error de esta visión es que quiere ver lo indígena en la raza, en lo biológico, y no en lo histórico-cultural.

El problema del indígena no es racial ni étnico (en esto tiene algo de razón Hernando de Soto). El problema del indígena tiene un origen histórico y cultural pero debe resolverse en lo económico y político (en esto último se equivoca Hernando de Soto quien reduce el problema indígena al económico, pero con un enfoque neoliberal).

Lo indígena se encuentra en la identidad como pueblo antes que en el color de la piel o la vestimenta.

Algunos periodistas despistados piensan que alguién es más o menos indígena según se ciña de manera estricta a su forma de vestir tradicional, no importandole el contexto o situación donde se encuentra.

Nuestro amigo Gil Inoach, indígena awajún, es tan indígena vestido con saco y pantalón en una reunión capitalina y sería totalmente absurdo pedirle que se vista con el torso desnudo en una reunión donde la humedad y el frío pondrían en riesgo su salud.

El problema indígena, en perspectiva

Estas anotaciones no tendrían mucho sentido sino fuera por la cantidad de yerros y apreciaciones equivocadas que se suele escuchar en las personas que se acercan al tema indígena, cargadas de prejuicios. Primero los ignoran, luego los cuestionan por que no se asemejan a su idea, luego terminan por rechazarlos sin entenderlos.

En primer lugar, los pueblos indígenas existen y tienen derechos, les guste o no les guste a los demás. Y tenemos la obligación jurídica y moral de respetarlos.

Deberíamos hacer un esfuerzo porque las colectividades nacionales, y en especial los escolares que están menos contaminados de prejuicios, conozcan más de los pueblos indígenas y de sus aportes a la vida nacional. No solo en el campo de las danzas costumbristas o la gastronomía sino también en el campo de la agricultura, las cosmovisiones, la salud, la tecnología, entre otras áreas del saber humano.

La agenda que construye el movimiento indígena nacional e internacional es muy rica y variada y puede contribuir de manera importante al desarrollo de una propuesta para todo el país, incluyendo los sectores no indígenas, pues abarca contenidos que van desde la conservación y aprovechamiento sostenible de los bosques, la gestión comunitaria de las aguas, el fomento prioritario de la agricultura, la defensa de la soberanía alimentaria, el manejo de las cuencas y los ecosistemas, el cuidado de los suelos, el cultivo de los productos orgánicos, entre muchas otras propuestas.

Si aprendiéramos a escuchar a los pueblos indígenas comprenderíamos que ellos no se oponen al “desarrollo” a secas, sino que tienen otras visiones más humanas y holísticas, otras apuestas más armoniosas y vitales con la naturaleza a quienes ellos respetan de manera profundamente espiritual.

Para las fuerzas políticas progresistas o progresivas los pueblos, comunidades y organizaciones indígenas deben ser vistas como una fuerza social que por su necesidad de sobrevivencia resiste y combate el neoliberalismo más descarnado y sus aportes pueden servir de manera constructiva para afirmar un horizonte de cambio positivo para el país.

De aquí se desprende la necesidad de no distraernos o enfrascarnos en aspectos secundarios o teoréticos como la distinción de “razas” o los alcances del término “indio-indígena”, para ceñirnos de manera positiva a construir una agenda programática que una a los diversos sectores y clases sociales en torno a la visión común de una nación pluricultural, multiétnica y plurilingüe donde quepamos todos en condiciones de respeto y equidad.

*Jorge Agurto es comunicador social autodidacta y promotor del Servicio de Información Indígena. Actualmente preside Servicios en Comunicación Intercultural Servindi.

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