Por Boaventura de Sousa Santos *
Murió
el líder político democrático más carismático de las últimas décadas.
Cuando esto sucede en democracia, el carisma crea entre gobernantes y
gobernados una relación particularmente movilizadora, porque reúne a la
legitimidad democrática con una identidad de pertenencia y un conjunto
de objetivos compartidos que van mucho más allá de la representación
política. Las clases populares, habituadas a ser golpeadas por un poder
lejano y represor (las democracias de baja intensidad alimentan ese
poder), viven momentos en los que la distancia entre representantes y
representados casi se desvanece. Los opositores hablan de populismo y
autoritarismo, pero raramente logran convencer a los votantes. Es que,
en democracia, el carisma permite niveles de educación cívica
difícilmente alcanzables en otras condiciones. La compleja química entre
carisma y democracia profundiza ambos procesos, sobre todo cuando se
traduce en medidas de redistribución social de la riqueza. El problema
del carisma es que termina con el líder. Para continuar sin él, la
democracia necesita ser reforzada con dos ingredientes cuya química es
igualmente compleja, sobre todo en un inmediato período poscarismático:
la institucionalidad y la participación popular.
Al gritar en las calles de Caracas “¡todos somos Chávez!”, el pueblo
es lúcidamente consciente de que Chávez hubo uno solo y que la
Revolución Bolivariana tendrá enemigos internos y externos lo
suficientemente fuertes como para poner en cuestión la intensa
experiencia democrática de los últimos catorce años. En Brasil, el
presidente Lula fue también un líder carismático. Después de él, la
presidenta Dilma aprovechó la fuerte institucionalidad del Estado y de
la democracia brasileñas, pero ha tenido dificultades para
complementarla con la participación popular. En Venezuela, la fortaleza
de las instituciones es mucho menor, mientras que el impulso de la
participación popular es mucho mayor. Es en este contexto que debemos
analizar el legado de Chávez y los desafíos en el horizonte.
El legado
La redistribución de la riqueza. Chávez, al igual que otros
líderes latinoamericanos, aprovechó el boom de los recursos naturales
(en especial, el petróleo) para realizar un programa sin precedentes de
políticas sociales, sobre todo en las áreas de educación, salud,
vivienda e infraestructura, que mejoraron sustancialmente la vida de la
inmensa mayoría de la población. La Venezuela saudita dio lugar a la
Venezuela bolivariana.
La integración regional. Chávez fue un artífice incansable de la
integración del subcontinente latinoamericano. No se trató de un cálculo
mezquino de supervivencia o hegemonía. Chávez creía como nadie en la
idea de la Patria Grande de Simón Bolívar. Las diferencias políticas
sustantivas entre los países de la región eran vistas por él como
discusiones dentro de una gran familia. Cuando tuvo la oportunidad,
procuró restaurar los lazos con el miembro de la familia más reticente y
más pro estadounidense, Colombia. Procuró que las relaciones entre los
países latinoamericanos fueran mucho más allá de los intercambios
comerciales y que éstos se pautasen por una lógica de complementariedad y
reciprocidad, y no por una lógica capitalista. Su solidaridad con Cuba
es bien conocida, pero fue igualmente decisiva con la Argentina durante
la crisis de 2001-2002 y con los pequeños países del Caribe.
Fue un entusiasta de todas las formas de integración regional que
ayudaran al continente a dejar de ser el patio trasero de Estados
Unidos. Encabezó el ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas),
luego ALBA-TCP (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América -
Tratado de Comercio de los Pueblos), también quiso ser miembro del
Mercosur. La Celac (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) y
la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) son otras de las
instituciones de integración a las que Chávez dio su impulso.
Antiimperialismo. En los momentos más críticos de su gobierno
(incluyendo la resistencia al golpe de Estado del que fue víctima en
2002), Chávez se enfrentó con el unilateralismo estadounidense más
agresivo (George W. Bush), que llegó a su punto más destructivo con la
invasión de Irak. Chávez tenía la convicción de que lo que estaba
pasando en Medio Oriente pasaría un día en América Latina, si la región
no se preparaba para esa eventualidad. De ahí, su interés por la
integración regional. Pero también estaba convencido de que la única
manera de frenar a los Estados Unidos era alimentar el multilateralismo,
fortaleciendo lo que quedaba de la Guerra Fría. De ahí, su acercamiento
a Rusia, China e Irán. Sabía que los Estados Unidos (con el apoyo de la
Unión Europea) continuarían “liberando” a todos los países que pudiesen
desafiar a Israel o ser una amenaza para el acceso al petróleo. De ahí,
la “liberación” de Libia, seguida por la de Siria y, en un futuro
próximo, Irán. De ahí, también, el desinterés de los Estados Unidos y la
Unión Europea por “liberar” el país gobernado por la dictadura más
retrógrada, Arabia Saudita.
El socialismo del siglo XXI. Chávez no consiguió construir el
socialismo del siglo XXI, al que llamó socialismo bolivariano. ¿Cuál
sería su modelo de socialismo, teniendo en cuenta que siempre mostró una
reverencia por la experiencia cubana que muchos consideraron excesiva?
Me consuela saber que en varias ocasiones Chávez se refirió con
aprobación a mi definición de socialismo: “El socialismo es la
democracia sin fin”. Es cierto que eran discursos y que la práctica
sería sin duda mucho más difícil y compleja. Quiso que el socialismo
bolivariano fuera pacífico, pero armado para que no le ocurriera lo
mismo que a Salvador Allende. Nacionalizó empresas, lo que causó la ira
de los inversores extranjeros, que se vengaron con una impresionante
campaña de demonización de Chávez, tanto en Europa (especialmente en
España) como en los Estados Unidos. Desarticuló el capitalismo que
existía, pero no lo sustituyó. De ahí, las crisis de abastecimiento e
inversión, la inflación y la creciente dependencia de los ingresos
petroleros. Polarizó la lucha de clases y puso en guardia a las viejas y
a las nuevas clases capitalistas, que habían tenido durante mucho
tiempo un monopolio casi total de la comunicación social y que siempre
mantuvieron el control del capital financiero. La polarización llegó a
la calle y muchos consideraron que el gran aumento de la delincuencia
era su producto (¿dirán lo mismo del aumento del delito en San Pablo o
Johannesburgo?).
El Estado comunal. Chávez sabía que la máquina estatal construida
por las oligarquías que siempre habían dominado el país haría todo lo
posible para bloquear el nuevo proceso revolucionario que, a diferencia
de los anteriores, nacía con la democracia y se alimentaba de ella.
Buscó, por eso, crear estructuras paralelas. Primero fueron las misiones
y las grandes misiones, un amplio programa de políticas públicas en
diferentes sectores, cada una con un nombre sugestivo (por ejemplo, la
Misión Barrio Adentro, para ofrecer servicios de salud a las clases
populares), con participación social y ayuda de Cuba. Después fue la
institucionalización del poder popular, un ordenamiento territorial
paralelo al existente (estados y municipios), con la comuna como célula
básica, la propiedad social como principio y la construcción del
socialismo como objetivo principal. A diferencia de otras experiencias
latinoamericanas que trataron de articular la democracia representativa
con la democracia participativa (el caso del presupuesto participativo y
los consejos populares sectoriales), el Estado comunal asume una
relación de confrontación entre esas dos formas de la democracia. Tal
vez ésa sea su gran debilidad.
Los desafíos
La unión cívico-militar. Chávez asentó su poder sobre dos bases:
la adhesión democrática de las clases populares y la unión política
entre el poder civil y las fuerzas armadas. Esta unión siempre ha sido
problemática en el continente y, cuando existió, tuvo casi siempre
orientación conservadora e, incluso, dictatorial. Chávez, él mismo un
militar, consiguió una unión de sentido progresista que le dio
estabilidad al régimen. Pero para eso tuvo que darles poder económico a
los militares, lo que, además de ser una fuente de corrupción, mañana
puede volverse en contra de la Revolución Bolivariana o, lo que es lo
mismo, subvertir su espíritu transformador y democrático.
El extractivismo. La Revolución Bolivariana profundizó la
dependencia del petróleo y los recursos naturales en general, un
fenómeno que, lejos de ser específico de Venezuela, está hoy presente en
otros países administrados por gobiernos que consideramos progresistas,
como Brasil, Argentina, Ecuador o Bolivia. La dependencia excesiva de
los recursos naturales bloquea la diversificación de la economía,
destruye el medioambiente y, sobre todo, constituye una agresión
constante a las poblaciones indígenas y campesinas, en cuyos territorios
se encuentran esos recursos, contaminando sus aguas, desconociendo sus
derechos ancestrales, violando el derecho internacional que exige la
consulta a las poblaciones, expulsándolas de sus tierras, asesinando a
sus líderes comunitarios. Hace apenas unos días asesinaron a un gran
líder indígena de la Sierra de Perijá (Venezuela), Sabino Romero,
referente de una lucha con la que me solidarizo desde hace años. ¿Sabrán
los sucesores de Chávez enfrentar este problema?
El régimen político. Aun cuando es votado democráticamente, un
régimen político hecho a medida de un líder carismático tiende a ser un
problema para sus sucesores. Los desafíos son enormes en el caso de
Venezuela. Por un lado, la debilidad general de las instituciones; por
el otro, una institucionalidad paralela, el Estado comunal, dominado por
el partido creado por Chávez, el PSUV (Partido Socialista Unido de
Venezuela). Si se instaura el vértigo del partido único, será el fin de
la revolución bolivariana. El PSUV es un agregado de diversas tendencias
y la convivencia entre ellas ha sido difícil. Desaparecida la figura
aglutinante de Chávez, es necesario encontrar maneras de expresar la
diversidad interna. Sólo un intenso ejercicio de democracia interna le
permitirá al PSUV ser una de las expresiones nacionales de
profundización democrática que bloqueen el avance de las fuerzas
políticas interesadas en destruir, punto por punto, todo lo que fue
conquistado por las clases populares en estos años. Si la corrupción no
es controlada y si las diferencias internas son reprimidas por
declaraciones de que todos son chavistas y que cada uno es más chavista
que el otro, se abrirá el camino para los enemigos de la Revolución. Una
cosa es cierta: si hay que seguir el ejemplo de Chávez, es crucial que
no se repriman las críticas. Es necesario abandonar el autoritarismo que
ha caracterizado a grandes sectores de la izquierda latinoamericana.
El gran desafío para las fuerzas progresistas del continente es
saber distinguir entre el estilo polemizante de Chávez, ciertamente
controvertido, y el sentido político sustantivo de su gobierno,
inequívocamente a favor de las clases populares y de una integración
solidaria de América latina. Las fuerzas conservadoras harán todo lo
posible para confundirlos. Chávez contribuyó en forma decisiva a
consolidar la democracia en el imaginario social. La consolidó donde es
más difícil que sea traicionada, en el corazón de las clases populares. Y
donde también la traición es más peligrosa. ¿Alguien imagina a las
clases populares de tantos otros países derramando ante la muerte de un
líder político democrático las lágrimas amargas con que los venezolanos
inundan las pantallas de televisión del mundo? Este es un patrimonio
precioso, tanto para los venezolanos como para todos los
latinoamericanos. Sería un crimen desperdiciarlo.
* Doctor en Sociología del Derecho, profesor de las universidades de Coimbra (Portugal) y Wisconsin (EE.UU.).
6 comentarios:
inmejorable
inmejorable
Hay muchos retos, son enormes, pero aún falta muuucho por ver y siento que seguiremos sorprendiéndonos en el ejercicio de la ciudadanía que hemos aprendido
De todas maneras, aún falta muucho por presenciar y es probable que sigamos sorprendiendo al mundo con el civismo que hemos aprendido.
No podemos darnos el lujo de ser una izquierda no ecologista, una izquierda autoritaria, una izquierda que depende del Estado y de los fondos que le provee el extractivismo, acuenta de construir el socialismo, porque en ese tránsito lo habremos destruido... Grandes desafíos para el PSUV! Fuerza, compañerxs!
No podemos darnos el lujo de ser una izquierda no ecologista, una izquierda autoritaria, una izquierda que depende del Estado y de los fondos que le provee el extractivismo, acuenta de construir el socialismo, porque en ese tránsito lo habremos destruido... Grandes desafíos para el PSUV! Fuerza, compañerxs!
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