Pablo Cingolani
¡Ay que dolor por ti, Haití! Espero que nuestras manos no sirvan sólo para abrazarte, sino para alzarte de nuevo; expresen no sólo el amparo que necesitas, sino el compromiso para que vuelvas a ser lo que siempre has sido, lo que fuiste Haití, cuna y faro de la libertad.
Allí va Toussaint-Louverture libertando las montañas y los campos, sublevando los pueblos y los árboles, haciendo de la unión la fuerza. Allí van sus generales y el ejército en su tiempo más grande del planeta proclamando la primera independencia de la América Negra, India, Morena, Pobre, Popular. La América Profunda, como señaló el Maestro Kusch. ¡Allí empezó el sueño de una América Nuestra, de una Patria Grande y para todos! ¡Eso es Haití! ¡Eso será siempre Haití! ¡Ay que dolor por ti, ay que dolor por mis hermanos!
Las estadísticas de mierda siempre dicen que ahora eres el país más pobre, la más sangrada de las patrias, la más mortificada. Pocos recuerdan que tú fuiste, Haití, la inspiración de América, ejemplo del mundo, sangre de la sangre libre que corre en nuestras venas. Pocos se conmueven con tu historia de dignidad, pocos se acuerdan del patriota Toussaint que se murió de frío y pena en una cárcel de los Alpes porque tuvo la osadía de vencer a las tropas del propio Napoleón en su apogeo.
Todos querían tu azúcar, tu café y tu tabaco, más no tu libertad. Tu índigo, tu algodón, tu cacao, más no tu libertad. Tu solito te la forjaste, Haití. Tú, en tu negra soledad, Haití, te liberaste. Tú, en tu terrible lucha, señalaste el camino y nos guiaste.
¡Si algo deberíamos apreciar y sin dudarlo es tu ejemplo, Haití! ¡Si algo debería conmovernos es esa lucha inolvidable por la libertad! ¡Si ahora hay un dolor que sobrepasa todos nuestros propios dolores es el tuyo! ¡Es el dolor de Haití! ¡Es el dolor por ti!
¿Cómo abrazarte de nuevo? ¿Cómo alzarte una vez más? Toda la sangre derramada siempre debería encendernos. Toda la libertad añejada en tus montes debería guiarnos otra vez. Toda esa dignidad de tu pueblo, que se liberó a sí mismo como debe ser, debería regenerar y volverse cauce.
¡Ay que dolor por ti, Haití!
Tu dolor es el nuestro, porque es el dolor de esa América Profunda que es la nuestra.
Tu dolor es el nuestro, porque aunque no nos tiemble la tierra, lo sentimos igual.
El dolor de Haití es el dolor de la América Profunda.
El dolor de la América Profunda es el dolor de Haití.
Porque el dolor de la América Profunda sigue siendo dolor negro, dolor indio, dolor moreno, dolor pobre, dolor popular.
Dolor porque mataron a los indígenas en Baguá y no hay justicia, dolor porque mataron a los campesinos en Porvenir y tampoco la hay, dolor porque engañan a los Mosetenes y quién sabe qué tipo de justicia habrá, dolor porque los Qom se mueren de hambre, dolor porque encarcelan a los mapuches, dolor porque les roban las tierras como a todos los pueblos indígenas, dolor porque inundan la Amazonia, dolor porque la quieren seguir inundando, y a los campesinos que viven de ella: dolor, dolor, dolor, porque no hay nada, por la Pachamama, mi dios, que los detenga.
Dolor porque hay dolor.
Dolor negro, dolor indio, dolor moreno, dolor pobre, dolor popular.
Como el dolor de Haití que es el dolor de la América Profunda.
El dolor de la América Profunda que es el dolor de nuestro Haití.
Pero siempre hay esperanza.
Siempre habrá un Toussaint que dará un paso al frente.
Siempre habrá un pueblo que decida, por si mismo, volver a librar la batalla.
Por su verdadera independencia, contra todas las ataduras. Porque nos merecemos algo más nuestro que sólo el dolor. El dolor por los nuestros es nuestro, pero la identidad también.
Por ello la lucha de Haití es la lucha de la América Profunda.
La lucha de la América Profunda es la lucha de Haití.
La lucha de la América Profunda y la lucha de Haití debería ser, a la vez, la lucha de todos nosotros..
Porque la verdad: no nacimos para sufrir tanto dolor y tanta pena.
Hoy somos todos haitianos. Hoy deberíamos ser todos Toussaint.
Para que nos liberemos de sismos, de REPSOL, de Geokinetics, de poderes, de los gringos, del capitalismo, de los discursos, de las imposturas, de toda esa mierda, de una vez y para siempre.
Hoy, aunque sea por esos cinco minutos de magia que reclamaba Rodolfo Walsh, todos deberíamos sentir que todos somos haitianos, todos somos víctimas pero todos también tenemos derecho a ser libres, con identidad y con justicia.
Todos por Haití.
Todos por Nuestra América Profunda.
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