viernes, 29 de enero de 2010

Haití en nuestras mentes, ensayo de Mumia Abu-Jamal

Mumia Abu Jamal

El reciente desastre natural en Haití ha colocado este país, una vez más, en la mirada del mundo y acentuado lo mejor y lo peor de nosotros. La magnitud del sufrimiento humano ha evocado compasión masiva en el mundo y muchos gobiernos se movilizan para ayudar a los que no tienen con que ayudarse.

Haití, conocido en tiempos coloniales como “la perla de las Antillas” y luego “la madre de las revoluciones”, ha sufrido durante casi dos siglos por atreverse a pelear y ganar su libertad del colonialismo y saqueo europeo.

Los medios corporativos nos informan que Haití es la nación más pobre del Occidente. Pero nunca nos dicen cómo llegó a serlo. ¿Cuántos sabemos que Estados Unidos brutalmente ocupó a Haití y se quedó ahí durante 20 años? ¿Cuántos sabemos que Haití, que tenía la temeridad de derrotar no sólo uno, ni dos, sino tres ejércitos coloniales ––el francés, el inglés y el español–– , fue obligado a pagar reparaciones a Francia durante casi 200 años? Ésta fue la primera y única vez que un vencedor en guerra tuvo que pagar al país que había derrotado.

Haití no solo es pobre. Ha sido empobrecido por un sistema global de explotación y una economía capitalista de plantación que fue diseñada como una sanción contra la liberación negra. C.L.R. James, el gran estudioso y activista revolucionario, sostiene que la Revolución Haitíana fue un evento singular en la historia humana ––más importante que la Revolución Francesa o la Americana. Esto es, en parte, porque la Revolución Haitíana acabó con el imperialismo francés en las Américas. Napoleón, quien había perdido su vaca lechera Haitíana, vendió extensas tierras a Estados Unidos por monedas, duplicando el tamaño del país en un solo día. El hecho de que un predicador americano compara la venta con un pacto con el diablo, nos da una idea del peso que todavía tiene.

Increíblemente ninguna de las otras dos revoluciones puso fin a la esclavitud. Todo lo contrario, porque George Washington y Thomas Jefferson eran dueños de esclavos, y Napoleón Bonaparte envió su ejército a Haití para defender la esclavitud.

Las décadas y décadas de dictadores respaldados por el Estados Unidos ––un legado del capitalismo de plantación y explotación––, los golpes de estado apoyados por Estados Unidos como la expulsión de Jean Bertrand Aristide, y el ahorcamiento corporativo de los obreros pobres de Haití han dejado un país gravemente subdesarrollado e incapaz de sobrellevar los desastres naturales.

Hace varios años cuando un huracán golpeó una ciudad en la nación más rica del mundo, la gente rica y de clase media tenían los recursos para salir justo antes de que el huracán le cayera. En Haití casi no existen este tipo de recursos.

Pero un temblor no es un huracán. Golpea de repente, sin aviso. Muchas naciones como Japón han construido edificios que resisten las sacudidas y las vueltas de los temblores. Semejantes técnicas aplicadas a las casas y escuelas de Haití pudieron haber reducido la pérdida de vidas y el sufrimiento. De no haber sido desangrado y explotado durante siglos, Haití hubiera tenido los recursos disponibles para proteger a su gente en la medida que fuera posible.

Ojalá el futuro de Haití sea más esperanzador que su pasado post-colonial.

Del corredor de la muerte, soy Mumia Abu-Jamal.

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