Pablo González Casanova
15-10-2010
Hay algo nuevo en la historia.
Por una parte, el capitalismo, como modo de dominación y acumulación, ha
entrado en una crisis terminal. Su capacidad de destruir ya no puede ser
superada por la de construir, con ese “happy end” que Schumpeter veía en cada
crisis económica. El capitalismo ya tampoco puede resolver los problemas de la
justicia social y el desarrollo. Sus soluciones, por lo demás, excluyeron de
sus beneficios a la inmensa mayoría de la humanidad. Hoy el neo-liberalismo
aumenta aún más sus políticas de acumulación a costa de los trabajadores, los
pueblos y las juventudes.
Lo que es imposible en el
capitalismo escapa al campo de lo incierto. Sólo quienes trabajan para el
imperialismo colectivo de Ananías intentan coléricos descalificar la
autodestrucción y la impotencia moral del capitalismo. Para ocultar o prolongar
su agonía el capitalismo se engaña así mismo: usa sofisticadas políticas de
desinformación, de mentiras científicas, de campañas publicitarias millonarias,
aparatosas y subliminales, de juegos de guerra abierta y encubierta, de
millones de muertos virtuales y reales, con daños buscados y otros esperados,
“laterales”.
Los embates del gran capital y su
inmensa red de asociados y subordinados buscan –a confesión de parte—que
pueblos y trabajadores pierdan su identidad, que partidos y sindicatos de
izquierda no cumplan sus ofrecimientos y desilusionen a sus partidarios, que
frentes y movimientos sociales abandonen sus rebeldías y se transformen en
ONG’s con políticas paternalistas, o de “acción cívica”, como el discurso
contrainsurgente las llama. El gran capital, y los estados de los países más
industrializados que lo apoyan, impulsan las luchas contra el “terrorismo” que
ellos mismos difundieron desde finales de los años cincuenta, y contra el
“narcotráfico”, ambos útiles para dominar y vender armas, para “lavar dinero” y
apropiarse de inmensas regiones estratégicas, ricas en recursos naturales y en mano
de obra barata.
De éstos crímenes, las fuentes
oficiales y bancarias dejan abundantes pruebas “clasificadas” y
“desclasificadas”, “encubiertas” y des-cubiertas por sus propios agentes, o por
los expertos “hackers” que se meten hasta el cerebro del Pentágono sin que éste
tenga la menor capacidad de identificarlos. El gran capital y el imperialismo
se oponen abiertamente a ese supuesto “desarrollo” que iba a beneficiar a todo
el mundo. Olvidan ese ilusorio “Progreso” que llevaría a la humanidad a un modo
de vida cada vez mejor. Ni decir nada de aquella orgullosa “Civilización
Occidental”, superior a cualquier otra. Ellos mismos destruyen cuanto tenían
por bueno.
A más de incrementar el número de
hambrientos, de enfermos curables, de sin empleo, de desechables, de
extremadamente pobres y esqueléticos, de empobrecidos y des-regulados, los
señores del gran capital persiguen con saña, aprisionan, expulsan, y eliminan
entre fobias racistas y fanáticas, a quienes buscan escapar de los infiernos de
la miseria y pretenden trabajar en las regiones metropolitanas del mundo. Los
trabajadores inmigrantes, los “sin papeles”, son cosificados y deshumanizados
con creencias racistas, darwinianas y con religiones de hombres blancos, padres
de familias enternecedoras que se sienten amenazados por sus víctimas, y que
hasta se ríen cuando las ven sufrir, o cuando juegan con sus cuerpos y humillan
su dignidad.
Al mismo tiempo, en los círculos
más altos del poder y la cultura científica y tecnológica se busca impedir la
guerra loca, la MAD, o “Mutual assured destruction” en que es segura la
destrucción mutua de los combatientes. Con sus más sofisticadas investigaciones
no buscan lograr la paz sino hacer la guerra. Buscan una guerra en que queden a
salvo de las respuestas atómicas que hoy los amenazan. El problema es
insoluble. Por más supercálculos y modelos que hacen no logran resolver ni
diseñar el escenario de una guerra nuclear en que puedan ganar. A sabiendas de
eso, se entretienen haciendo “prácticas de guerra” con amenazas que intimiden
al enemigo, y lo obliguen a incurrir en una implosión por exceso de gastos
militares, y por fallas crecientes en la promoción de bienes y de servicios a
la población. Ellos mismos fomentan y aprovechan esas fallas para alentar las
luchas internas y las desestabilizaciones.
Hay otra novedad en la historia
mundial. La lucha reciente y emergente de “los pobres de la tierra” es muy rica
y alentadora. En ella aparecen recuerdos y experiencias de los intentos
emancipadores que la precedieron. Surge una junta de humanismos con sus ideales
y experiencias en los combates pasados y sus posibilidades creadoras
enriquecidas para construir las bases de otra libertad, otra justicia, otra
democracia, y otro socialismo. Sin la menor exageración, la lucha emergente
corresponde a la más profunda de las alternativas al capitalismo, y la más
acogedora de los distintos caminos que la humanidad ha seguido y sigue para su
emancipación.
Sobre su expresión en América
Latina querría decir unas palabras y decirlas en relación a las luchas por la
tierra, por el territorio, y por el planeta tierra. En mi intento de
comunicación no sólo procuro ser riguroso en el uso de mis fuentes e
interpretaciones. También apelo a las contribuciones epistemológicas de la
moral, y a los sentimientos que nos permiten descubrir verdades. Experiencias y
decisiones conciernen el sentido de la vida propia. Aparecen en el sentido de
la vida y de la lucha de los pobres de la tierra, que insisten en construir un
mundo mejor.
La vivencia de nuestras
contribuciones epistemológicas puede tener un origen pascaliano o jansenista,
pero sin la vivencia en las selvas o en las fábricas de los trabajadores pobres
es imposible encontrar verdades y voluntades que sólo se adquieren con la
praxis de quienes luchan por la emancipación humana. Sin oponerse a las
verdades de la academia hallan y viven otras verdades, como las que Paulo
Freire llamara “palabras verdaderas”. Son verdades que al consolidar un
“lenguaje consecuente”, comúnmente expresado y entendido, se transforman en
“palabras-actos” de los colectivos rebeldes y los empeños libertarios y
justicieros.
La “palabra verdadera” crea un
poder creador que es necesario vivir para entender. El enemigo o el conformista
no lo entienden. Así quien dice o dijo “esta guerra económica es de todo el
pueblo”, o “esta lucha la vamos a ganar entre todos”, quien se refiere o
refirió al “todo” o a “todos”, y pensó desde entonces en cómo organizar realmente a “todos”, o a ese todo
de que hablaba, creó en los actos de todos o de casi todos un poder que entraña
esa otra “palabra verdadera”; esa otra moral práctica y creadora que logra
“hacer posible” lo que sin ella era “imposible”. Nos referimos a un poder
especial. La fuerza de las palabras es el poder ético-político que desde el
principio mueve a las vanguardias genuinamente rebeldes. Con políticas
consecuentes e innovadoras permite hacer invencible a un pueblo cuando todo el pueblo organizado comparte y
comprende el camino de la ética y de los conocimientos, que en los inicios de
la Revolución, sólo tenían unos adelantados… Las nuevas vanguardias quieren
“aprender a aprender” lo que otros saben, y “enseñar a aprender” lo que sus
integrantes saben. Quieren que todo pueblo sepa lo que en una sociedad desigual
sólo conocen las vanguardias, o sólo conocen quienes dominan a pueblos
intelectualmente “entontecidos” por los que mandan. Si tras todos los conceptos
insurgentes y actuales están Marx, Fidel Castro, los jóvenes rebeldes del 53 y
el 68, o los de hoy, lo verdaderamente importante es que quienes luchan por la
emancipación humana digan lo que piensan y hagan lo que dicen con razones
practicadas. Entre éstas también se encuentra el “ofrecer hacer” y el “luchar
para lograr”. Y también la decisión existencial de arriesgarse en todo lo que
se puede. Como dicen los zapatistas: “Que cada quien haga lo que pueda”.
“Perder el miedo” tiene a su vez
profundos significados epistemológicos vinculados al poder emergente. “La
fuerza no se cuenta por el número de combatientes que un ejército tiene, sino
por el número de los que están dispuestos a ganar incluso a costa de su propia
vida”, nos dijo alguna vez un comandante del Caribe. Las maquinaciones del
enemigo buscan “meternos miedo”. Se les enfrenta con serenidad y “profundizando
el proceso” emancipador.
Las variadas políticas que el
mundo emergente plantea son una inmensa y fascinante tarea de millones de seres
humanos. Me limito a decir unas palabras sobre la emancipación territorial,
sobre la construcción de “otro mundo posible”, y, sobre las nuevas luchas por
la libertad, la justicia, la democracia y el socialismo. De América Latina tomo
políticas que han confirmado su eficacia para organizar conciencias y
voluntades emancipadoras con valor universal. Incluyo a Cuba, a los indios
mayas zapatistas, y registro algunas aportaciones muy importantes de Bolivia y
Venezuela. Al final me refiero a los habitantes de Indoamérica, sin cuya
presencia activa ningún esfuerzo será cabalmente emancipador ni en esta región
del mundo ni en otras que tengan naciones sometidas y explotadas a las que sus
sedicentes “conciudadanos” tratan como extranjeras y colonizadas en una
opresión, explotación y exclusión que aclaran la lucha de clases y de “razas”.
La ausencia de las “minorías étnicas” en la toma de decisiones nacionales sirve
para explicar el fracaso de cualquier movimiento emancipador. En América Latina
fracasará todo movimiento radical que desatienda la participación activa de los
“habitantes originales”. Hasta hoy, los liberadores colonizados frecuentemente
se olvidan de ellos, no sólo como indios sometidos, despojados y explotados
sino como fuerzas emancipadoras.
Sobre cuatro políticas eficaces y una ineludible
A unos meses del triunfo revolucionario, el 17
de mayo de 1959, Fidel Castro dio a conocer la Reforma Agraria. Ésta acabó con
el latifundio y convirtió en beneficiarias a 350,000 familias de campesinos y
trabajadores que gratuitamente tomaron posesión de tierras que antes cultivaban
para los grandes latifundistas. La cólera de los expropiados fue visceral. Se
expresó con renovadas amenazas y ataques de todo tipo. No sólo se enfureció la plutocracia
criolla. Los propietarios norteamericanos eran dueños nada menos que del 55% de
la propiedad agrícola. Terratenientes criollos y accionistas yanquis
expropiados renovaron sus viejas alianzas. La lucha de clases se planteó de
inmediato como lucha por la Independencia. El gobierno de Estados Unidos,
--desde presidente Eisenhower para abajo-- organizó una feroz ofensiva, que
incluía la posibilidad de asesinar a Fidel Castro. (Entre paréntesis: todo lo
que digo está documentado) La necesidad de defender el territorio y de defender
la vida de los dirigentes revolucionarios se hizo notoria. Las medidas que
pueblo y gobierno tomaron prueban su eficacia hasta hoy. No me detengo. Nada
más quiero resaltar que de la reforma agraria se pasó a la defensa del territorio.
Y de la defensa del territorio nacional se hizo a cargo el pueblo organizado y
distribuido a lo largo y lo ancho del país. El imperialismo combinó sus planes
conspirativos y magnicidas con una campaña bien conocida. Lo que ocurría en
Cuba era una amenaza contra la seguridad nacional de Estados Unidos. En defensa
propia Estados Unidos se disponía a atacar.
La lucha por la reforma agraria y
por el territorio nacional se complementó con la lucha por la “información”.
También por la “formación” del pueblo. Los discursos de Fidel y otros líderes,
así como de los activistas y simpatizantes realizaron la tarea de informar y
educar. También ellos aprendieron.
El tiempo que le llevaba Fidel
Castro hablarle al pueblo a menudo pasaba de cinco horas. Desenredar
razonamientos tenía un fuerte sentido pedagógico. Desenredaba a un pueblo de
trabajadores agrícolas y obreros, con una alta proporción de analfabetos.
Preparaba a todo el pueblo para tomar decisiones. Así, una de las primeras
luchas llevó a Fidel a preguntar a la multitud. La escribo como la recuerdo:
“Si para lograr la democracia tuvieran que escoger entre el voto y las armas,
¿Qué escogerían, el voto o las armas? El clamor de “¡las armas!” no se hizo
esperar. Pasado un breve tiempo, en el discurso del 15 de abril de 1961,
preguntó a la multitud que asistía: “¿Quiénes tienen las armas? ¿Acaso los
millonarios tienen las armas? (Gritos de “No”) Al final del discurso pidió otra
aclaración: “¿Es democracia una revolución en que los humildes tienen las
armas? (Gritos de sí. Aplausos.) Años después el antropólogo Jorge Alonso y
otros autores sostuvieron que el 80% del pueblo cubano estaba armado.
Los esfuerzos realizados fueron
complementarios. Desde 1960 se tuvo que organizar a todo el pueblo para la
defensa de tierras y territorio, con sus habitantes amenazados en los hechos
por crecientes actos terroristas. Así nacieron los “Comités de Defensa de la
Revolución”. Pronto se convertirían en una organización del pueblo de abajo
para arriba, en una especie de construcción piramidal del estado-pueblo. Cada
cuadra tenía su CDR; los presidentes de varias cuadras conformaban el CDR del
barrio; los presidentes de los barrios, los CDRS de las provincias, los de las
provincias los CDRS de la nación. La gigantesca organización forjó canales
paralelos de abajo a arriba y de arriba abajo. Sirvió para dialogar, discutir,
disentir, acordar adentro y con los de adentro, es decir, para “mantener al
pueblo unido y expresando sus diferencias, sus oposiciones y críticas en el
interior de sus organizaciones”. Obviamente constituyó una formación
sociopolítica que nada tenía que ver con la democracia de los partidos y de la
publicidad mercantil, ni con los regímenes del “cesarismo democrático”.
Correspondió al concepto de democracia que define con tanta claridad el teólogo
Leonardo Boff cuando dice: “El principio de la democracia es éste: <lo que interesa a todos debe poder ser
pensado y decidido por todos>”. 250,000 alfabetizadores se encargaron de
enseñar a leer y escribir a todo el pueblo. Hoy sus habitantes y gobierno
construyen un “País-Universidad” que busca acabar con el mito de que sólo una
minoría de seres humanos puede alcanzar la educación superior.
El eslabón reforma
agraria-defensa del territorio- organizaciones armadas del territorio-servicios
secretos altamente eficaces --vanguardias diseminadas en las bases— y --bases
que cuidan a los comandantes y al país de atentados y actos terroristas
enriquecieron con la acción los discursos pedagógicos sobre cómo gobernar. A
los propósitos originales de los CDR se añadieron muchos otros. Los CDR
practicaron actividades de servicios urbanos y rurales, de alfabetización, de
salud, de prevención de plagas, de prevención y curación de enfermedades.
Construyeron redes de comunicación permanente entre las organizaciones del
pueblo, y las que abarcaban el territorio nacional. La interacción de los
colectivos de esas redes fue una novedad incomprensible para los políticos
tradicionales. Fue tanto o más incomprensible que “el discurso de la verdad” y
“la política de la moral”, únicos garantes del pueblo al principio del triunfo
de sus vanguardias o avanzadas, y antes de que se diera “esa fuerte disciplina
que se impone uno a sí mismo por convicción propia” –de la que hablaba el Che-.
La puesta en marcha de todos esos factores explica en gran medida el triunfo y
resistencia de Cuba.
Cabe aquí destacar dos hechos
sobre la forma en que el proceso revolucionario no se detuvo en los límites de
la Nación sino practicó una nueva política internacional y mundial. A las
acusaciones con que el imperialismo tachó a cualquier movimiento popular de la
post-guerra de ser “comunista”, se contestó aceptando el término y
estableciendo las alianzas que implicaba con los países dirigidos por los partidos
comunistas. A la novedad de una revolución socialista, que no estaba dirigida
por el proletariado de los países más industrializados del mundo, y cuyo
conocimiento del marxismo era incipiente, y siempre relacionado con el de José
Martí --ese genio del pensamiento liberal radical y antiimperialista más
profundo--, se respondió dando nuevas características del
diálogo-discusión-disciplina-consentida-consenso, que se practican en las redes
del gobierno-pueblo, del estado-pueblo cubano, y que en el mundo inició un
nuevo internacionalismo desde las periferias coloniales rebeldes. La
organización de la “Tricontinental” y múltiples actos de solidaridad militante
incluyeron África, Asia y varias naciones de América Latina. Las misiones de
alfabetizadores y médicos cubanos trabajan con un extraordinario
profesionalismo en esas regiones del mundo.
En cuanto las contradicciones
entre lo innovado y lo heredado, lo dialogal y lo autoritario, y otras que
aparecen conforme la revolución se vuelve un proceso prolongado en que no cesan
las luchas contra la burguesía y el imperialismo, es un problema crucial que
apuntaré al final de este ensayo, en espera de profundizar en él todo lo que
merece. Por lo pronto termino este esbozo con palabras de Samir Amin a quien
cito en extenso: “Il nous faut comprendre que la polarisation produite par
l´histoire du capitalisme réellement existant impose une autre vision de la
longue transition (séculaire) du capitalisme au socialisme. Cette longue
transition doit être, pour les peuples du Sud, constituée de phases successives
de déploiement de structures nationales, populaires et démocratiques. Celles-
ci sont capables d´associer les exigences contradictoires d´un développement
efficace des forces productives encore incontournable et celles de la
progression, d´étape en étape, de logiques sociales nouvelles, celles du
socialisme, en mesure de donner toute leur ampleur au respect de la démocratie
en toutes ses dimensions sociales, et de répondre aux exigences de la vie du
planète, menacée par l´irrationalité de la logique de l´accumulation
capitaliste. Le marxisme créateur doit être capable de produire des
conceptualisations théoriques et d´inspirer les stratégies de la transition
nécessaires au déploiement du socialisme du XXIe siècle. Cuba est bien placé
pour cette création humaine”. "Tenemos que entender que la
polarización producida por la historia del capitalismo realmente existente
exige otra visión de la larga transición (secular) del capitalismo al
socialismo. Este
tiempo de transición debe ser para los pueblos del Sur, que consta de las fases
sucesivas de despliegue de las estructuras nacionales, populares y democráticas.
Ellos son capaces de combinar el desarrollo efectivo conflicto de las fuerzas
productivas y los requisitos de progresión todavía inevitables, paso a paso,
nueva lógica social, los del socialismo, capaz de dar el libre desarrollo de respeto
de la democracia en todas sus dimensiones sociales, y cumplir con las exigencias
de la vida del planeta, amenazados por la irracionalidad de la lógica de la
acumulación capitalista. El marxismo creativo debe ser capaz de producir
conceptualizaciones teóricas e inspirar a estrategias de transición para el
despliegue del socialismo del siglo XXI. Cuba está bien posicionada para esta
creación humana “.
Mi segundo ejemplo, es el de “los
hombres y las mujeres más pequeños del mundo”, el movimiento zapatista de los
pueblos indios de México. Apunto un poco, muy poco, la historia de los pueblos
mayas que fueron ocupando tierras en poder de los latifundistas mexicanos y
extranjeros. Pueblos de tzeltales, de tzotziles, choles, tojolabales y otros
idiomas, entre los que no excluían el “castilla”, o castellano, esos pueblos
llegaron a ocupar un amplísimo territorio en el sudeste mexicano. A ellos se
unieron grupos de jóvenes rebeldes que, tras algunas derrotas en el Norte y
Centro del país, habían hecho un arma de la “modestia de aprender”, y de no
dirigir a los pobres entre los pobres. Tardó tiempo para que fueran aceptados
como fuerza defensiva. Más tiempo tardó en que se organizaran como Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, un ejército en que los comandantes de los
pueblos indios eran indios, de por sí conocedores de la cultura de la
resistencia centenaria con su inmenso saber, y algunos también del marxismo
guevarista trasmitido en las escuelas republicanas, o de la teología de la
liberación que en los colegios y conventos de Centroamérica y Chiapas
prosperaba.
Mirando de cerca el Movimiento
parece como una resistencia y una rebeldía de “ensayo y error” que hasta cuando
pierde hace extraordinarios descubrimientos. Con ellos logra seguir resistiendo
y construyendo la alternativa de un mundo mejor. Descubre así y practica un
pensamiento hecho de múltiples combinaciones de las que tomo algunos ejemplos:
UNO. Las comunidades y las redes, --es decir las organizaciones que vienen de
los habitantes originales o del medievo español--, se combinaron con las que
han mostrado ser más eficaces en la época de la información electrónica, y con
las comunicaciones, acciones y organizaciones cibernéticas y complejas. DOS.
Las luchas por la tierra se combinan con las luchas por el territorio, por la
nación, por el mundo, y por la solidaridad internacional. TRES. Combinan la lucha
por la autonomía de los pueblos y las articulaciones necesarias para defender
“el interés general” de “los pueblos de los pobres de la tierra” a que
pertenecen. CUATRO. Combinan la capacidad de lucha armada, con la capacidad de
negociación, y ambas con la firme decisión de negarse a las luchas
mediatizadoras de quienes han dado muestras reiteradas de traicionar su palabra
y sus compromisos con ellos y con los trabajadores. QUINTO. Combinan su respeto
a las distintas creencias e ideologías con el pensamiento crítico y con la
creación de alternativas en que destacan las “Juntas de Buen Gobierno” y las
asociaciones de los municipios autónomos, unidades mayores, llamadas
“Caracoles”. Se trata de una experiencia de unión de las comunas y de
construcción del poder desde las comunidades y bajo su control…Hoy, los
zapatistas, tras el intento de participar a nivel nacional fuera del sistema
político en crisis, al ver que las inmensas masas que reunieron en las ciudades
cuando lucharon para que los derechos de los pueblos indios fueran reconocidos,
en la “Otra Campaña” que emprendieron a nivel nacional al tiempo de las
elecciones presidenciales, aquellas inmensas masas que los apoyaban, no
hicieron acto de presencia. Desde entonces parecen haberse consagrado a construir
“Los caracoles” sin que pueda decirse cómo van a seguir la lucha a nivel
nacional, continental y mundial.
El tiempo apremia. Mucho más
podríamos decir de Cuba y los zapatistas, y diremos mucho menos de lo que
merecen Bolivia, Venezuela y otros países de América del Sur, cuyas
aportaciones son también muy importantes en la historia mundial emergente.
En cuanto a la lucha por la
tierra, el gran movimiento que llevó a Evo Morales a la Presidencia de Bolivia
empezó con la defensa de las tierras y los territorios, con la defensa del
derecho a sembrar una planta llamada “coca” que forma parte de la dieta del
pueblo, y con la defensa del agua y sus veneros. En esas luchas el actual
presidente de Bolivia –socialista y amigo de Cuba- fue uno de los principales
líderes. Las aportaciones del movimiento boliviano al nuevo proceso emancipador
de pueblos y trabajadores pobres son inmensas. Entre ellas destaca la
vinculación de las luchas por la tierra con las luchas por el territorio y con
las luchas por el Planeta Tierra. Recientemente realizaron en Cochabamba un
Congreso que, a diferencia del de Copenhague, constituye la base para plantear
no sólo las verdaderas causas y amenazas que el capitalismo entraña para la
vida en la tierra, sino las soluciones necesarias en la transición al
socialismo, que pasan por la organización de la “democracia comunitaria” para
el “vivir bien”. Leonardo Boff ha hecho una buena definición de ambos en
relación a las estructuras que vienen de las culturas originarias de
Indoamérica: “Estas – escribe - buscan realizar un “vivir bien” que no es como
nuestro “vivir mejor”, que implica que muchos vivan peor.” Y añade: “El vivir
bien” es la búsqueda permanente del equilibrio mediante la participación de
todos, equilibrio entre hombre y mujer, entre ser humano y naturaleza,
equilibrio entre la producción y el consumo en la perspectiva de una economía
de lo suficiente y de lo decente y no de la acumulación”. Raúl Zibechi, por su
parte ha destacado con razón que, a diferencia de las anteriores luchas por las
tierras y los territorios, las actuales “están promoviendo un nuevo patrón de
organización del espacio geográfico, donde surgen nuevas prácticas y relaciones
sociales”. Característica de todos los movimientos es el respeto a la autonomía
de los gobiernos locales. Estos exigen la construcción colectiva de una nueva
organización social que tiende a superar los fracasos anteriores de “la
comuna”, “el municipio libre”, o el “soviet” como base del poder del estado de
una Nación-Pueblo hecha de muchas naciones y muchos pueblos. Tales parecen ser
las características realmente nuevas del pensamiento crítico que tiene como
antecedentes el pensamiento tradicional de los pueblos indígenas, y el
revolucionario del poder que se construye y controla desde abajo, en busca de
una sociedad alternativa de transición al socialismo, a la democracia como
poder de los pueblos y de los trabajadores, y al pluralismo ideológico y
religioso. Lo nuevo en la lucha por la tierra, por el territorio, y por el
planeta tierra es que concibe y practica una compleja lucha de clases, que
también es lucha nacional contra el imperialismo y contra las mega-empresas,
sus asociados y subordinados, y una lucha cultural o guerra de las ideas y las
imágenes que busca la paz y la supervivencia de la tierra, con la difícil
lógica del poder de “todo el pueblo”, base ineludible para la victoria. Esta se
logrará si se abandona el indianismo y el aldeanismo en la defensa de los
pueblos indios y si deja de enfrentarse la democracia ciudadana a la comunitaria,
en vez de combinarlas dentro de una lógica nacional y mundial en que los
intereses de clase y sus mediaciones no pueden olvidarse.
Entre los otros movimientos del
Sur de América, destaca el de Venezuela por el hecho de que un militar de alta
graduación, entrenado profesionalmente para la lucha contra el pueblo, se pone
del lado del pueblo en la lucha contra la plutocracia y el imperialismo, se
consagra a organizar los municipios y comunidades de los pueblos autónomos para
la defensa de su vida y de sus derechos, fenómeno que revela cómo en las
grandes revoluciones de ayer y hoy el determinismo de clase no acaba con la
libertad humana. Si muchos de los jóvenes rebeldes de los antiguos y nuevos
movimientos revolucionarios surgieron de las clases medias e incluso de las
oligarquías que en sus países estaban destinados a gobernar, ese hecho se
repite hoy con un general del Ejército que al mismo tiempo respeta las leyes
heredadas a pesar de que a menudo constituyan un gran freno incluso para las
reformas legislativas necesarias. El Presidente Hugo Chávez inicia el proceso
al socialismo del siglo XXI manifestando su respeto a la Revolución Cubana, y
añadiendo que su herencia ideológica proviene de las líderes de Venezuela desde
la época de Simón Bolívar. Muchos son los que temen que el futuro de este
movimiento sea parecido al que llevó del Nacionalismo Revolucionario, al
Populismo, y de éste al Neoliberalismo. Ese proceso no corresponde al orden de
lo necesario; las explicaciones deterministas no son atendibles. A lo que se
tiene que atender es a la lucha que se libra entre la lógica del capitalismo y
la lógica del socialismo. Si a cada ataque de aquélla se responde con un
incremento de ésta las posibilidades de victoria aumentan exponencialmente.
Pensar que “lo político” es detenerse es un error en términos generales.
Termino. Todos los nuevos
movimientos rebeldes, incluido el de Cuba son reversibles y serán fácilmente
derrocados si no cuentan con todo el pueblo o con su inmensa mayoría; con ese
80% de ciudadanos armados que Cuba tiene; o con ese 80% que votó por Evo
Morales en Bolivia, o con la inmensa movilización de masas encabezada por las
masas que en Venezuela defendieron y salvaron al presidente Chávez de los
golpistas traidores. Tener a “todo el pueblo” o a “la inmensa mayoría del
pueblo”, es la clave de toda “política del éxito” en la transición a la
emancipación humana. Para “ser político” y luchar por la emancipación no hay
más alternativa que responder con nuevos avances en la libertad, la justicia,
la democracia, y el socialismo y con el respeto a las distintas creencias y
religiones. Esa es la clave universal de la transición al socialismo del siglo
XXI. Frente a ella se levantan muchas y poderosas fuerzas dominantes. Sus armas
más peligrosas son las que corresponden a las contradicciones en el interior
del pueblo, en cuyo uso sí se ha especializado el pensamiento neoconservador del
imperialismo, sus asociados y subordinados. Nosotros no hemos dado la atención
suficiente a “las contradicciones en el interior del pueblo” para mejorar
nuestra “cultura del éxito”. De hacerlo, la corrupción aparecerá más que como
un delito como el arma oculta y más peligrosa del capitalismo, o como la que
mejor defiende y restaura ese modo de acumulación y dominación.
En nuestras sociedades y
comunidades de recursos escasos, a la deshonestidad que pueda darse en algunos
dirigentes de los procesos revolucionarios con fines de acumulación personal,
se añade el mercado paralelo, informal y prohibido en sociedades que sufren la
guerra integral, o de amplias dimensiones. El capitalismo “se hace publicidad”
como una sociedad de consumo y de lujo. Sus atractivos “se venden” como si
fueran característicos de una sociedad a la que los excluidos pueden aspirar.
La guerra de las imágenes se combina con la guerra de las ideas. Una y otra se
combinan con las políticas de asfixia financiera y comercial, con las “desestabilizaciones”
a cargo de agentes provocadores abiertos y encubiertos, y con los bloqueos
criminales. Los efectos que la guerra múltiple produce llevan en los países de
transición al socialismo a la creación del “mercado negro” que en la transición
a la emancipación y al socialismo es el inicio de la diferencia creciente entre
el socialismo formal y “el socialismo realmente existente”. Por sí sola, la
corrupción que se generaliza es el peor enemigo de las revoluciones
emancipadoras. Más que denunciarla necesitamos enfrentarla en forma reflexiva y
activa para vencerla. Creo que la venceremos.
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