La historia que te voy a contar no me la contó nadie. Bueno, me la contó mi abuelo pero él me advirtió que sólo la entendería cuando la soñara. Así que te cuento la historia que soñé y no la que me contó mi abuelo:
“En cada surco de piel que se nace en el
rostro de los grandes abuelos se guardan y se viven los dioses nuestros.
Es el tiempo de lejos que se llega hasta nosotros. Por el tiempo camina
la razón de nuestros antepasados. En los viejos más viejos hablan los
grandes dioses, nosotros escuchamos. Cuando las nubes se acuestan sobre
la tierra, apenas agarradas con sus manitas de los cerros, entonces se
bajan los dioses primeros a jugar con los
hombres y mujeres, cosas verdaderas les enseñan. Poco se muestran los
dioses primeros, traen cara de noche y nube. Sueños son que soñamos para
ser mejores.
“Por los sueños nos hablan y enseñan los dioses primeros. El hombre
que no se sabe soñar muy solo se queda y esconde su ignorancia en el
miedo. Para que pudiera hablar, para que pudiera saber y saberse, los
primeros dioses enseñaron a los hombres y mujeres de maíz a soñar, y
nahuales les dieron para que con ellos caminaran la vida.
“Los nahuales de los hombres y mujeres
verdaderos son el jaguar, el águila y el coyote. El jaguar para pelear,
el águila para volar los sueños, el coyote para pensar y no hacer caso
del engaño del poderoso.
“En el mundo de los dioses primeros, los
que formaron el mundo, todo es sueño. Es la tierra que vivimos y morimos
un gran espejo del sueño en el que viven los dioses. Viven todos juntos
los grandes dioses. Parejos están. No hay quiénes arriba y quién abajo.
Es la injusticia que se hace gobierno la que descompone el mundo y pone
a unos pocos arriba y a unos muchos abajo. No así en el mundo. El mundo
verdadero, el gran espejo del sueño de los dioses primeros, los que
nacieron el mundo, es muy grande y todos se caben parejos. No es como el
mundo de ahorita que chiquito lo hacen para que los pocos se estén
arriba y los muchos se estén abajo. El mundo de ahora no es cabal, no es
un buen espejo que refleje el mundo de sueños donde viven los dioses
primeros.”Por eso los dioses regalaron a los hombres de maíz un espejo
que se llama dignidad. En él los hombres se ven iguales y se hacen
rebeldes si no son iguales. Así empezó la rebeldía de nuestros primeros
abuelos, los que hoy se mueren en nosotros para que vivamos.
“El espejo de la dignidad sirve para derrotar a los demonios que reparten la oscuridad.
Visto en el espejo, el señor de la oscuridad se ve reflejado como la
nada que la forma. Como si fuera nada, en nada se deshace frente al
espejo de la dignidad el señor de la oscuridad, el desparejador del
mundo.
“Cuatro puntos pusieron los dioses para que el mundo se estuviera acostado. No porque cansado se estuviera, sino para que parejos se caminaran los hombres y mujeres, para que todos cupieran, para que nadie encima de otro se pusiera.
Dos puntos pusieron los dioses para volar y estarse en tierra se
pudiera. Un punto pusieron los dioses para que los hombres y mujeres
verdaderos se estuvieran caminando. Siete son los puntos que dan
sentido al mundo y trabajo a los hombres y mujeres verdaderos: el
frente y el atrás, el uno y el otro costado, el arriba y el abajo, y el
séptimo es el camino que soñamos.
“Una luna en cada pecho regalaron los
dioses a las mujeres madres, para que alimentaran de sueño a los hombres
y mujeres nuevos. En ellos viene la historia y la memoria, sin ellos se
come la muerte y el olvido. Tiene la tierra, nuestra madre grande, dos
pechos para que los hombres y mujeres aprendan a soñar. Aprendiendo a
soñar aprenden a hacerse grandes, a hacerse dignos, aprenden a luchar.
Por eso cuando los hombres y mujeres verdaderos dicen ‘vamos a soñar’
dicen y se dicen ‘vamos a luchar’.”
Se calló el viejo Antonio. Se calló o dormido me quedé. Sueño que sueño, sueño que sé, sueño que entiendo…
Se calló el viejo Antonio. Se calló o dormido me quedé. Sueño que sueño, sueño que sé, sueño que entiendo…
Arriba el seno de la luna regalaba leche en el camino de Santiago. La madrugada era reina y todo estaba por hacer, por soñar, por luchar.
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