Pietro Ameglio
Esta
movilización actual de jóvenes – en su origen universitarios- nos ha
inyectado a todos en el país una semilla de esperanza y lucha no
menores, en momentos muy oscuros de la realidad nacional, por diversas
razones, y sin soluciones viables en el corto plazo: en medio de la
constante y brutal “cuota de muertos y desaparecidos” del “exterminio
masivo”, con formas de guerra civil que nos atraviesa, ahora con
masacres ejemplares en Guadalajara, Chihuahua, Cadereyta y Nuevo Laredo,
aunada a una nueva ola de “exterminio selectivo” (como cíclicamente
conoce la historia mexicana), con los asesinatos de la periodista de
Proceso Regina Martínez y 3 reporteros más en Veracruz, de los tres
comuneros de Cherán y del maestro Teódulo de Ostula.
En esta
movilización, muy incipiente y frágil aun, pero también real, creemos
que están presentes algunas originalidades de la historia de nuestro
país. Apuntaremos aquí sólo unas breves reflexiones acerca del terreno
de la acción noviolenta y de la resistencia civil pacífica, que es una
de las características visibles que tiene. Nos parece que se trata de
una prolongación –o actualización- del “Ya basta” (enero del 94) y del
“Estamos hasta la madre” (marzo 2011), lo que no quiere decir que tenga
formas o duración similares. Para empezar, este “grito de masas en la
calle” –eso sí análogo a los otros dos- está encabezado por un sujeto
social distinto: no las comunidades indígenas mayas chiapanecas
zapatistas o los familiares de las víctimas de la brutal “guerra al
narco de Calderón”, sino por jóvenes –en su mayoría estudiantes- que se
rebelan ante la manipulación informativa y el trato de “no sujetos” a
los que se les somete, ante la imposición del gran capital de un virtual
presidente nacional y, sobre todo, ante la “ausencia de esperanza en su
futuro”: son más de la cuarta parte de la población del país (30
millones) y las principales víctimas del desempleo, de la falta de
educación, de la violencia social.
Nos parece así importante
asociar estos tres gritos de la reciente historia mexicana, que expresan
tres actores sociales distintos, todos violentados y exterminados por
el sistema económico y político, que movilizan, una vez más, a una parte
sustantiva de la “reserva moral” mexicana, en forma masiva, en la calle
y radical en sus demandas. Estos jóvenes actores han colocado en el
debate nacional una nueva “frontera moral y material de inhumanidad” y
nos están advirtiendo que no van a traspasarla con sus cuerpos. Es una
expresión clara de indignación y firmeza moral, seguida de acciones
noviolentas materiales en concordancia con esa firmeza. Estamos así
asistiendo tal vez a la constitución de una nueva “arma moral” (cuerpos
firmes con reflexión, según J.C.Marín, fuerza de enorme importancia en
el México actual, que muestra cómo la fuerza material nace de la moral y
no viceversa como muchos creen). Su “fuerza social” dependerá de la
capacidad de desarrollar una reflexión y acción autónomas y radicales,
en el sentido de enfrentar las raíces del problema que apuntan, por ello
la necesidad del mayor cuidado en su crecimiento, en todo sentido, en
mantenerse firmes en la coherencia entre el fin y los medios
(intercambiar libros, moverse y reflexionar colectivamente, boicotear…),
sin dejarse penetrar por las ideologizaciones, falsos radicalismos,
sectarismos o partidismos.
Asimismo, “Yo soy el #132” es un lema
profundo, que se puede asociar a otros del tipo “Todos somos Marcos” o
–en sentido inverso- “No en nuestro nombre”; nace de una valiente acción
de jóvenes de la jesuita universidad Iberoamericana que deciden “dar la
cara”, con toda su identidad, y confrontar abiertamente las acusaciones
de “no pensantes” que les hizo el equipo de campaña del candidato del
PRI. Inició con la activación de una importante “arma noviolenta” que es
el “judo político” donde se revierten los efectos de una acción
negativa del adversario sobre sí mismo.
Es, en el México actual,
también una forma importante de “romper el miedo” y “enfrentar al
adversario”. No es poca cosa en una sociedad atravesada por una guerra
que ha generado casi 60 mil muertos y 10 mil desaparecidos. Otra
variable muy importante en este aspecto es que se trata de una lucha que
se expresa “en la calle” y confronta así a la frase más común que los
señores de la guerra han instalado, para construir la “inseguridad
ciudadana” y el consecuente aterrorizamiento social: “Ya no puedo salir a
la calle”. Recuperar el espacio público para la sociedad civil es una
de las tareas de construcción de paz y justicia más centrales
actualmente para “parar la guerra en México”.
Otro elemento
interesante de resaltar en cuanto a la acción noviolenta de este
movimiento, es la decisión mayoritaria, en la gran concentración del
miércoles 23 de mayo, de dirigirse a Televisa y no al zócalo, lo que que
esconde atrás una importante variable táctica en el sentido que el
“lugar de la acción” es determinante para el mensaje que se quiere dar y
en la acumulación de fuerza moral. Además de las pancartas, lemas,
cantos, símbolos usados para expresar la protesta, vemos que se va
construyendo una reflexión estratégica en consonancia, lo que es
fundamental para mantener la coherencia indispensable entre palabra y
acción.
Esto se une con la actual propuesta de realizar el próximo
30 de mayo un “boicot de 2 horas a Televisa” en la nochecita. Lo que
está detrás de esta acción es otro elemento estratégico noviolento
importante: escalar las formas de acción. Con el actual nivel de control
político-militar en México, todos percibimos que las movilizaciones de
masas en espacios abiertos
(marchas-caravanas-mítines-conciertos-acciones simbólicas…) no son
suficiente presión hacia los aparatos de poder que instalan la
violencia, el autoritarismo y la injusticia. En las formas de acción
noviolenta existe una rica experiencia histórica mundial – donde el
gandhismo y el zapatismo son referencias obligadas- en el terreno de lo
que se llama la “no-cooperación”: dejar de reproducir, con el cuerpo, la
reflexión o los recursos, las fuentes de poder del adversario en la
situación de inhumanidad que confrontamos. Es una forma más radical de
decir “No cuenten conmigo”, “Hasta aquí llegué”. La historia apunta que
para que estas formas de acción sean eficaces necesitan ser sobre todo
masivas, tener objetivos claros y posibles de alcanzar por la mayor
cantidad de población, que apunten al centro del sujeto que agrede,
tener alternativas para quien la ejerce, cesar cuando el adversario
corrige realmente su violencia. Las acciones más frecuentes, en este
terreno, han sido la huelga o el boicot, o incluso ciertos tipos de
ayunos, pero es un campo muy fértil de la lucha, que antecede al de la
desobediencia civil, donde sí abiertamente se desobedece una ley, cosa
que en la no-cooperación no sucede y permite así que mucha más gente se
integre.
En la situación de guerra actual existe un hecho social
por el que muchos estamos co-operando con ella normalizando lo inhumano:
el “silencio”, aunado a hacer como que no es tan grave lo que pasa, que
“está mejorando” la situación porque baja la curva de muertos en
algunos periodos, que con el regreso del PRI todo volverá a “ser
normal”, que las víctimas “algo habrán hecho”…etc. etc. Así, uno de los
obstáculos más grave y costoso para detener esta guerra ha sido el
“silencio de los cuerpos” (y en muchísimos casos también en las
palabras) de una parte clave de la reserva moral nacional que debería
constituir un arma fundamental de lucha noviolenta en las calles, como
son los jerarcas de las iglesias, de las universidades e instituciones
educativas, escritores y artistas…todos hemos dejado solas a las
víctimas. Por ello, adquiere mayor trascendencia la acción de esta
porción de la juventud que, una vez más, “nos educa”; los “de abajo” nos
muestran el camino de la “indignación moral”. Ojalá no repitamos lo que
ha pasado en estos últimos meses con las víctimas de la “guerra al
narco” y dejemos solos a estos jóvenes. Por lo pronto, podríamos ser
convocados a “Dejar de co-operar con nuestro silencio” un día próximo
muy preciso y “Reflexionar colectiva y simultáneamente” en todo el país
–aulas, plazas, mercados, parques, calles…- cómo construir una verdadera
democracia informativa, cambiar el modelo económico y parar la guerra.
26 de mayo de 2012
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