Ilán Semo
Polvo eres... Ciudad Juárez es el site del nuevo (si es que la novedad tiene cabida aquí) Holocausto, pero ya posmoderno. Site es el lugar donde la pantalla se funde con el cuerpo. Tan sólo fluoresecnecia digital. El cuerpo que ha sido reducido a una cifra, una marca, desprovista incluso de su carácter de objeto. El grado cero de la cosa. Aquí la identidad ha perdido ya toda forma. Ni siquiera es líquida. ¿Polvo eres?, pero polvo polvoriento –parece ser su lema. Y quién sabe en qué te convertirás.
On the road es la estrategia de la caravana que ha emprendido la marcha el 4 de junio, desde Cuernavaca, auspiciada por el porvenir de una desilusión: "¡Estamos hasta la madre!". Quince camiones cargados de un primer atisbo de esperanza recorren San Luis Potosí... Zacatecas... Durango... Chihuahua... hasta llegar a Juárez. Desde Dante sabemos cómo entrar al infierno; ahora el problema es cómo salir de él.
Inversión de valores. Sólo quien entiende el subtexto de una sociedad en la cual ya no asombra ningún espectáculo, percibe la ascética pareja de la fábrica de la presencia: repetición y diferencia. Es el relámpago de una historia vivida, una historia de la carne y de la palabra, el que acaso es capaz de interrumpir el síndrome de deja vu. Esa exhausta versión de la memoria que cierra el espacio al menor respiro de la diferencia. Porque de lo que se trata precisamante es de fraguar la diferencia.
"Ya no somos viudos, ni huérfanos. Somos nada" (seres zoe), dice Javier Sicilia. En cada plaza, la nada toma el micrófono. Y el efecto es el acontecimiento, un simbólico acontecer (que es el epicentro del movimiento): el retorno de la afección. Los afectados son el sujeto que asoma en esta inversión. La antitesis acaso de la "víctima". Cada relato vuelve al ejercicio fundamental del paso que separa al abismo de la ausencia de la producción del sujeto: fijar el nombre, el rostro y la historia de quien la guerra redujo a una estadística. Y a veces ni siquiera a eso.
Para una vida mejor, Nietzsche recomienda "la inversión de todos los valores". El despliegue de este método para volver de la nada ejerce sus primeros efectos. La verdad (una vez más Nietzsche) es un "ejército de metáforas". Pero la única arma que tiene el de la caravana para postularla es la palabra. (Sólo quien no conoce su poder puede despecharla con la mofa: buenas intenciones contra AK47). "Esta lucha es para reinventar el lenguaje", escribe Sicilia: la manera en que nos decimos. Y su primer frente reside en la pregunta: ¿quién es el criminal?, ¿quién el enemigo? El argumento del orden (banal hasta lo sumiso) es: el Estado ha matado a 40 mil criminales menos "un porcentaje de daños colaterales". El argumento de zoe es: "El Estado (al menos el mexicano) no cuenta con ninguna ley para matar a nadie; ergo: el Estado está del lado del criminal". Hay 40 mil muertos que reclaman rostro, juicios, historia y memoria. Zoe habla no desde la ley, sino desde algo más poderoso aún: la fuerza de ley.
Jueces y fiscales. Es este argumento el que desata el nerviosisimo en la sociedad política. Giorgio Agamben lo explica con detalle en el libro “Estado de excepción: Como el Estado en su conjunto no puede ser el criminal (dejaría de existir), se vuelve contra sí mismo. Debe enjuiciar(se). Y quien toma la palabra son antiguos y actuales miembros del sistema jurídico (ver, por ejemplo, la entrevista a Diego Valadés en la revista Proceso). Hay una manera de poner un alto a la autodestrucción del propio Estado: enjuiciar a los funcionarios responsables del genocidio, del abuso de autoridad, de la usurpación de funciones, de la asociación delictiva, etcétera. Lo que asoma así es una larguísima historia porvenir en que jueces y fiscales tendrán en su manos una parte de la labor de la reconstrucción (ahora sí) del "tejido social". Pasó en Argentina, pasó en Chile, pasó en Colombia, pasó en Sudáfrica... ¿Por qué no en México?
¿Acaso, como escribe Eduardo Vázquez, ese espectro ha empezado a afectar "el alma de la política"? El arrastre de lo simbólico es siempre asombroso. En esos camiones viaja la otra (la suave) patria (Enzia Verducci dixit). Lo esencial es no olvidar la máxima de Walter Benjamin: "el orden total comienza cuando el policía y el delincuente se dan la mano".
Un inventario que crece. Pero las propuestas para una posible reconstrucción provienen de múltiples franjas de la sociedad. En primer lugar está la demanda de la despenalización del uso de ciertas drogas. La idea de que el mercado, y no la clandestinidad, regule su consumo apunta hacia una inversión axial. Nadie podría imaginar que para acabar con el alcoholismo habría que matar a los dueños de la Bacardí o del Tequila Sauza. Con el alcoholismo, en ciertas franjas de la población, no se puede acabar. El problema reside en la definición de la soberanía del cuerpo. ¿Quién ejerce esa soberanía? ¿Quién es el responsable de sus usos? ¿El Estado o el individuo? ¿Mi cuerpo es realmente mi cuerpo? Esta es otra salida: el problema del consumo de drogas puede ser visto como uno de los temas de la salud pública y no como un blanco de la policía federal.
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