Cuando el gobierno mexicano trata de argüir sus logros en el combate al crimen organizado, destaca las detenciones de importantes capos, la supuesta disgregación de los carteles de ciertas zonas del país gracias a la persecución, algunas incautaciones de drogas y armas y el rastreo que de ellos hacen los militares (un trabajo que por cierto compete a la policía federal y no hace).
Pero para empezar, el número de los carteles que operan en el territorio nacional se ha duplicado de seis a doce, la lucha entre ellos y contra ellos ha aumentado el número de víctimas a más de 40 mil —a la estadística se suman los cuerpos encontrados de las narcofosas— y la violencia está desbordada. Pero entre lo más grave destaca que los capos mexicanos están operando extraterritorialmente en Centroamérica, precisamente porque los negocios son de corte internacional, al tiempo que aprovechan la debilidad institucional de gobierno y estados como Guatemala, Honduras y El Salvador.
En otras palabras, los narcos mexicanos están exportando la violencia y el terror entre la población guatemalteca, disputando el control del territorio de paso entre sí —reportes especiales de Proceso informan que la disputa está entre los carteles enemigos en México, los Zetas de El Z 1 o Heriberto Lazcano El Lazca, y el de Sinaloa de Joaquín El Chapo Guzmán— y para que entre narcos locales se “hable en mexicano” [se enseñan mexicanismos] tratándose del trasiego de las drogas y el tráfico de personas y armas entre México, Centro y Sudamérica, así como la venta de gasolina mexicana.
La masacre de El Petén en la comunidad La Libertad, ocurrida el 15 de mayo, adjudicada a los Zetas, que dejó como saldo a los 27 campesinos decapitados, es una muestra de la siembra del terror entre la población y los grupos locales que lleva ya cuatro años, y a la fecha define en esa lucha gansteril a la ciudad de Cobán como cuartel general Zeta en Guatemala. Amén del control territorial central que va desde la Baja Verapaz hasta El Petén, pasando por la Alta Verapaz.
La propagación de los grupos delictivos mexicanos se debe a que desde la firma de “los Acuerdos de Paz en 1996 los gobiernos civiles iniciaron la disminución de los efectivos del ejército, hecho al que atribuyen la penetración de la delincuencia organizada proveniente de México. Durante el conflicto, el ejército contaba con 46 mil hombres, (y) ahora tiene 20 mil, de los cuales 15 mil son soldados rasos y el resto (son) oficiales”, recoge el reportaje de Proceso N° 1805, de Jorge Carrasco y Jesús Esquivel.
En Guatemala se “comenzó a saber de los Zetas en (el año) 2007, cuando todavía constituían el brazo armado del cartel del Golfo y fueron llamados por narcotraficantes locales que trabajaban para esa organización mexicana a fin de cobrar cuentas a otros grupos. (Y) su primera incursión registrada por los órganos de inteligencia miliar y civil de Guatemala fue el asesinato en 2008 del narcotraficante Juanito León, quien pretendía convertirse en el principal capo de su país”.
Pero no lo dejaron, ni los Zetas ni su protegido, el narcotraficante del cartel del Golfo, Walter Overdick, a quien Juanito había robado mil 200 kilos de cocaína e intentado matar, no logrando más que deshacerse de 11 de los guardaespaldas de aquél. La respuesta del capo del cartel del Golfo sería contundente y con la participación directa de El Z 1 y otro capo ubicado como un exmilitar local de nombre William Torres, apodado El W, acabaron con Juanito.
Fue a partir de ese golpe que los Zetas se separaron del cartel del Golfo y quedaron bajo el mando de El W y operando en Guatemala. La matanza de los 27 campesinos ha sido la respuesta más sanguinaria del grupo delictivo, tal vez por la falta de respaldo social que igual ha motivado la contratación de sicarios y kaibiles —máquinas capacitadas para matar— de ese país.
Pero resulta que durante los últimos seis meses los Zetas le disputan el territorio a Los Turcios, aliados del cartel de Sinaloa de El Chapo. Eso motiva que la violencia corra hacia Honduras. Por cierto, entre Guatemala y Honduras se mueve El Chapo resguardado por un “cerco” de militares, para dirigir personalmente el tráfico de drogas entre Centroamérica-México-Estados Unidos. “Tan solo en lo que va de este año, los servicios de inteligencia guatemaltecos y de Estados Unidos han ubicado a El Chapo por lo menos cinco o seis veces en el norte y noroeste del país, muy cerca de la frontera con Honduras”. Pero además se ha establecido por temporadas en la capital guatemalteca.
Es más, según el análisis referido, “Una fuente de inteligencia civil guatemalteca sostiene que El Chapo ‘es el tema de fondo’ cuando se habla del narcotráfico en Guatemala, ya que se desplaza con todas las facilidades desde hace mucho tiempo por la frontera con Honduras, Huehuetenango, La Antigua, El Petén, en la frontera con México, y en la propia ciudad de Guatemala”. Agrega: “Lo cuidan militares mexicanos, guatemaltecos y hondureños, además de la protección que recibe de los policías de las zonas por donde se mueve. En la frontera con El Salvador, al sureste de Guatemala, también se han localizado equipos de escuchas que trabajan para él”.
Además, “se mueve en helicópteros y una de las principales empresas que utiliza es Transportes Aéreos de Guatemala (TAG), propiedad del general retirado Francisco Ortega Mendo, quien participó en la guerra civil guatemalteca. Y de acuerdo con información de Estados Unidos, quien lo lleva y trae es Gregorio Valdés, representante de la empresa de helicópteros Piper”.
El cartel de Sinaloa tiene presencia en Guatemala desde los años noventa, y al igual que el cartel del Golfo, los narcotraficantes guatemaltecos se encargaron de garantizar el traslado de las drogas a México. El Chapo se estableció a través de las familias que ya tenían el control, no así los Zetas que llegaron a la disputa violenta del territorio. Hoy, por ejemplo, se dice que “hay un sector en la frontera con México, entre los departamentos de Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango y parte del Quiché, donde el territorio no está controlado por ningún grupo del crimen organizado. ‘Es tierra de nadie’”, escriben los reporteros de Proceso.
¿Tierra de nadie?, porque lo ocurrido en México encuentra reflejo. Así, mientras el gobierno mexicano se para el cuello, los grandes capos hacen de las suyas tanto adentro como afuera.
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