Jesusa Cervantes
MÉXICO, D.F., 13 de mayo (apro).- Los muertos de San Fernando, Ciudad Mier y Valle Hermoso, Tamaulipas. Los de “La Bestia”. Los de Monterrey, Nuevo León. Las fosas clandestinas de Durango y Zacatecas. Los huérfanos de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Los inmigrantes masacrados en el corredor Guatemala-Chiapas-Veracruz-Tabasco-Tamaulipas. Los del corredor Chiapas-Oaxaca.
Los ejecutados en Sonora y Sinaloa. Los granadazos en los centros comerciales de Nayarit. Los asesinatos en la zona de La Laguna. Los cuerpos destazados de Guerrero y Morelos… Esa es la realidad que hoy vive México.
En los medios informativos no aparece todo lo que en el país acontece. Las comunidades lejanas no sólo están abandonadas, también están incomunicadas. Y de lo que se vive en esos lugares poco o nada se sabe.
Pero nadie como las organizaciones de derechos humanos para conocer y sentir lo que en verdad enfrenta nuestro país. Organizaciones que también padecen diariamente la amenaza y la injuria.
En días recientes, el director de una de estas agrupaciones dijo que aún falta por decir y reportear sobre los llamados “escuadrones de la muerte”, que recorren las ciudades del norte del país. Algunos, acusó, son formados por militares.
Tampoco se habla de las fosas clandestinas “hechas por militares”, sostuvo. Y para mayores datos, señaló que en “la comarca lagunera” hay varias de esas fosas, aunque también hay que hablar de las ejecuciones en los penales, agregó.
Lo anterior es una estampa que se multiplica en diversas zonas del país y que, en resumen, forman parte de los resultados de esta absurda guerra sin razón declarada por Felipe Calderón Hinojosa desde que inició su sangriento gobierno.
En México no hay un estado libre de la barbarie del crimen organizado. No hay tranquilidad en la mayoría de los hogares. No se respira seguridad. La impotencia ya se convirtió en reclamo y, lo peor, la falta de entendimiento del gobierno se ha vuelto odio.
Avasalla el desdén del gobierno, y la inacción de los políticos genera rabia. La complicidad de todos los partidos da vergüenza. El cinismo del secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, cuando afirma que el Instituto Nacional de Migración no es nido de criminales, provoca coraje, inevitablemente.
Los dichos de Calderón y los actos de la clase política (de todos los partidos) demuestran que no escucharon los 70 testimonios desgarradores del pasado domingo 8 en la plancha del Zócalo de la ciudad de México.
El dolor y maratón de tristeza no sólo fue por la desgracia que vivió el poeta Javier Sicilia, fue por todos los que tomaron el micrófono, llegados de todas partes de la República, y que condensaron el corazón desgarrado de México.
Difícil parece revertir ese rencor que, seguramente, anida ya en los huérfanos, en los hijos de militares que quedaron en el desamparo, en las mujeres que perdieron a sus hombres, en los padres a quienes les arrancaron un pedazo de vida.
Hay hombres, pocos, que ante tanto dolor mantienen un corazón amoroso, como Sicilia, pero no todos los mexicanos (los afectados) tienen esa forma de sentir.
Nadie quiere más muertos, nadie quiere más odios. Sin embargo el cinismo y empecinamiento de Felipe Calderón y su gobierno, de Genero García Luna (secretario de Seguridad Pública) y sus hombres, de los grupos criminales y sus seguidores, parece que trabajan en otra dirección.
Educación, programas sociales, valor al ser humano, alimentación, bienestar para todos y no para unos cuantos, salud, trabajo digno, salarios justos, esparcimiento sano y convivencia amorosa… quizá con un poco de todo esto la paz regrese a México.
Pero de la mano de todo ello deberán ir las acciones firmes de un hombre de Estado, de un grupo de personas que con mano justa, afable y calidad social, sea capaz de mirar por el bien del país.
Si hay un gobierno que se atreva a quitar a las televisoras ese poder nocivo, a los empresarios sus privilegios, a la clase política sus canonjías, a meter a la cárcel a los verdaderos ladrones de la paz, entonces quizá México pueda tener un respiro para volver a empezar.
Y si no hay un hombre o un puñado de hombres que puedan hacer todo esto, no hay problema, para eso esta la sociedad misma, que el pasado domingo 8 de mayo, en la Marcha Nacional por la Paz, dio muestras de su poder, incipiente aún, pero poder al fin… y ganas de cambiar la situación.
MÉXICO, D.F., 13 de mayo (apro).- Los muertos de San Fernando, Ciudad Mier y Valle Hermoso, Tamaulipas. Los de “La Bestia”. Los de Monterrey, Nuevo León. Las fosas clandestinas de Durango y Zacatecas. Los huérfanos de Ciudad Juárez, Chihuahua.
Los inmigrantes masacrados en el corredor Guatemala-Chiapas-Veracruz-Tabasco-Tamaulipas. Los del corredor Chiapas-Oaxaca.
Los ejecutados en Sonora y Sinaloa. Los granadazos en los centros comerciales de Nayarit. Los asesinatos en la zona de La Laguna. Los cuerpos destazados de Guerrero y Morelos… Esa es la realidad que hoy vive México.
En los medios informativos no aparece todo lo que en el país acontece. Las comunidades lejanas no sólo están abandonadas, también están incomunicadas. Y de lo que se vive en esos lugares poco o nada se sabe.
Pero nadie como las organizaciones de derechos humanos para conocer y sentir lo que en verdad enfrenta nuestro país. Organizaciones que también padecen diariamente la amenaza y la injuria.
En días recientes, el director de una de estas agrupaciones dijo que aún falta por decir y reportear sobre los llamados “escuadrones de la muerte”, que recorren las ciudades del norte del país. Algunos, acusó, son formados por militares.
Tampoco se habla de las fosas clandestinas “hechas por militares”, sostuvo. Y para mayores datos, señaló que en “la comarca lagunera” hay varias de esas fosas, aunque también hay que hablar de las ejecuciones en los penales, agregó.
Lo anterior es una estampa que se multiplica en diversas zonas del país y que, en resumen, forman parte de los resultados de esta absurda guerra sin razón declarada por Felipe Calderón Hinojosa desde que inició su sangriento gobierno.
En México no hay un estado libre de la barbarie del crimen organizado. No hay tranquilidad en la mayoría de los hogares. No se respira seguridad. La impotencia ya se convirtió en reclamo y, lo peor, la falta de entendimiento del gobierno se ha vuelto odio.
Avasalla el desdén del gobierno, y la inacción de los políticos genera rabia. La complicidad de todos los partidos da vergüenza. El cinismo del secretario de Gobernación, Francisco Blake Mora, cuando afirma que el Instituto Nacional de Migración no es nido de criminales, provoca coraje, inevitablemente.
Los dichos de Calderón y los actos de la clase política (de todos los partidos) demuestran que no escucharon los 70 testimonios desgarradores del pasado domingo 8 en la plancha del Zócalo de la ciudad de México.
El dolor y maratón de tristeza no sólo fue por la desgracia que vivió el poeta Javier Sicilia, fue por todos los que tomaron el micrófono, llegados de todas partes de la República, y que condensaron el corazón desgarrado de México.
Difícil parece revertir ese rencor que, seguramente, anida ya en los huérfanos, en los hijos de militares que quedaron en el desamparo, en las mujeres que perdieron a sus hombres, en los padres a quienes les arrancaron un pedazo de vida.
Hay hombres, pocos, que ante tanto dolor mantienen un corazón amoroso, como Sicilia, pero no todos los mexicanos (los afectados) tienen esa forma de sentir.
Nadie quiere más muertos, nadie quiere más odios. Sin embargo el cinismo y empecinamiento de Felipe Calderón y su gobierno, de Genero García Luna (secretario de Seguridad Pública) y sus hombres, de los grupos criminales y sus seguidores, parece que trabajan en otra dirección.
Educación, programas sociales, valor al ser humano, alimentación, bienestar para todos y no para unos cuantos, salud, trabajo digno, salarios justos, esparcimiento sano y convivencia amorosa… quizá con un poco de todo esto la paz regrese a México.
Pero de la mano de todo ello deberán ir las acciones firmes de un hombre de Estado, de un grupo de personas que con mano justa, afable y calidad social, sea capaz de mirar por el bien del país.
Si hay un gobierno que se atreva a quitar a las televisoras ese poder nocivo, a los empresarios sus privilegios, a la clase política sus canonjías, a meter a la cárcel a los verdaderos ladrones de la paz, entonces quizá México pueda tener un respiro para volver a empezar.
Y si no hay un hombre o un puñado de hombres que puedan hacer todo esto, no hay problema, para eso esta la sociedad misma, que el pasado domingo 8 de mayo, en la Marcha Nacional por la Paz, dio muestras de su poder, incipiente aún, pero poder al fin… y ganas de cambiar la situación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario