sábado, 22 de octubre de 2011

¿Quién mató al Che?



guernicamag.com

Traducido del inglés para Rebelión por Atenea Acevedo, S. Seguí y Germán Leyens. Revisado por Caty R.



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Photograph via Flickr by Christian Zamora
Este mes se cumple el 44 aniversario del asesinato del Che Guevara. Un análisis de documentos del gobierno de EE.UU. recolectados en un nuevo libro* revela un complejo plan de la CIA.
El Che y la CIA en Bolivia
¿Por qué eligió el Che Bolivia? Sin salida al mar, Bolivia era el país más pobre, más analfabeto, más rural y más indígena de Latinoamérica. También era el país más inestable de América Latina, con más de 190 cambios de gobierno desde que llegó a ser una república independiente en 1825. Como México entre los años 1910 y 1920, y Cuba más recientemente, Bolivia era un país latinoamericano cuya revolución en 1952 se basó en la participación popular. Y, claro está, Bolivia es vecina a la patria del Che, Argentina.
Constantio Apasa, un minero boliviano, resumió la situación política de su país en el año en el que llegó el Che: “Cuando el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario) llegó al poder en 1952, pensamos que era un partido de los trabajadores y que las cosas cambiarían. Pero entonces los políticos del MNR organizaron una policía secreta y se llenaron los bolsillos. Reconstruyeron el ejército que habíamos destruido, y cuando fue suficientemente grande, el ejército los echó. Ahora el ejército tiene nuevas armas que no podemos igualar”. El golpe militar de 1964 terminó con el reino de doce años del MNR. Todos los oficiales que llegaron a dirigir Bolivia fueron entrenados en EE.UU.
El Che llegó a Bolivia vía Uruguay a principios de noviembre de 1966, disfrazado de empresario uruguayo. Su apariencia era tan engañosa –la barba afeitada, gafas con montura de carey, traje de negocios a medida– que Phil Agee, el agente de la CIA en Uruguay encargado de recibir al Che y que posteriormente dejó la agencia y se convirtió en un partidario de la Revolución Cubana, escribió que el Che evitó fácilmente a los funcionarios uruguayos a pesar de un panfleto de advertencia que Agee había preparado y salió del aeropuerto en Montevideo. De hecho, Fidel dijo al autor Ignacio Ramonet que incluso Raúl Castro no pudo reconocer al Che cuando se encontró con él antes de que saliera de Cuba hacia Bolivia.

El plan del Che era establecer un campo para sus guerrilleros y, una vez que estuvieran entrenados, llevar a sus tropas hacia el norte para enfrentar al débil ejército boliviano. El 7 de noviembre de 1966, el Che llegó a la base guerrillera del río Ñacahuasu en Bolivia. Es la primera fecha del Diario Boliviano del Che, y empieza diciendo: “Hoy comienza una nueva fase. Llegamos a la base de noche. El viaje fue bastante bueno”. Debían entrenarse durante unos cuatro meses antes de entrar en batalla. No existen documentos del gobierno de EE.UU. desde aproximadamente el día que el Che llegó a Bolivia hasta unos cuatro meses más tarde. Parece probable que EE.UU. no conocía su paradero hasta entonces. Hemos utilizado el diario del Che para llenar ese vacío.
Lo que sigue son versiones abreviadas de los resúmenes mensuales del Che respecto a noviembre, diciembre, enero y febrero de 1967. Durante ese período los guerrilleros se estaban entrenando, explorando el terreno y preparándose para la batalla. El Che mantuvo reuniones secretas con Mario Monje, jefe del Partido Comunista de Bolivia, quien finalmente se negó a apoyar la expedición. El Che anotó en su diario que “ahora el partido está tomando las armas ideológicas contra nosotros”.
A finales de noviembre, el Che escribe: “Todo ha salido bastante bien; mi llegada sin inconvenientes… El panorama se perfila bueno en esta región apartada…” A finales de diciembre: “Se ha completado el equipo de cubanos con total éxito; la moral de la gente es buena y solo hay pequeños problemitas. Los bolivianos están bien aunque sean pocos.”
A finales de enero: “Ahora comienza la etapa propiamente guerrillera y probaremos la tropa; el tiempo dirá qué hará y cuáles son las perspectivas de la revolución boliviana. De todo lo previsto, lo que más lentamente anduvo fue la incorporación de los combatientes bolivianos.”
El 1 de febrero, el Che condujo a la mayoría de los hombres en lo que debería haber sido una misión de entrenamiento de una quincena de duración. Resultó ser una experiencia dura, de casi cincuenta días en la cual se ahogaron dos de los bolivianos. A finales de febrero, mientras todavía estaba en la misión de entrenamiento, el Che escribió:  “Aunque no tengo noticias de lo ocurrido en el campamento, todo marcha más o menos bien, con las debidas excepciones, fatales en estos casos… La próxima etapa será de combate y decisiva.”
A mediados del mes siguiente las cosas habían dejado de ir “razonablemente bien”. El 16 de marzo, tres días antes de que el Che y sus guerrilleros retornaran al campo, dos hombres, Vicente Rocabado Terrazas y Pastor Barrera Quintana, desertaron del grupo que habían dejado atrás. Fueron aprehendidos e interrogados por las autoridades bolivianas. Dieron información sobre la guerrilla y su ubicación. Como resultado, la policía allanó una granja donde estaban estacionados algunos de los guerrilleros. Desde entonces, el Che y sus hombres estuvieron efectivamente en fuga. El ejército boliviano buscaba por todas partes, y los que se habían quedado atrás vieron a un avión dando vueltas por la zona durante días enteros.
El informe de los desertores causó alarma a los niveles más altos del gobierno boliviano, como señala un telegrama del Departamento de Estado al secretario de Estado y otros del embajador estadounidense en Bolivia, Douglas Henderson. Este había sido embajador en Bolivia desde 1963, un año antes del derrocamiento de la revolución boliviana en 1964. Era un funcionario de carrera en el servicio exterior cuyo padre había estado en el ejército de EE.UU. y ayudó a reprimir la insurrección filipina de 1899-1902, así como la Revolución Mexicana en 1916. El telegrama de Henderson describe una reunión celebrada el 17 de marzo. La reunión fue entre el presidente Barrientos, su jefe de las fuerzas armadas y otros oficiales militares bolivianos por una parte, y por la otra, Henderson, su jefe de misión adjunto y el agregado de defensa.
El tema del memorando es “Informe sobre actividad de guerrilla en Bolivia”. Comienza con una referencia a un llamado telefónico al embajador. “Por solicitud urgente del presidente Barrientos, lo llamé a su casa esta tarde”. Resumiendo, el telegrama de Henderson informa de la captura de los dos desertores, su admisión de que estaban asociados con unos cuarenta guerrilleros y su ubicación. Los desertores dijeron que estaban dirigidos por cubanos castristas y que el contingente incluía a otras nacionalidades. Los dos mencionaron al Che Guevara como el líder pero admitieron que nunca lo habían visto. Tanto Henderson como Barrientos dudaron de la presencia de Guevara. Barrientos “solicitó ayuda inmediata, especialmente equipamiento de ubicación de radios para ayudar a determinar con precisión los transmisores de radio de la guerrilla”. Henderson respondió sin hacer compromisos y dijo a Washington que: “Estamos tomando este informe de actividad guerrillera con una cierta reserva”. Pero dijo que trataría de proveer el equipamiento de radio localmente antes de solicitar más ayuda.
Barrientos había llegado al poder del modo típicamente boliviano: El gobierno democráticamente elegido de Víctor Paz Estenssoro fue derrocado en noviembre de 1964 por un golpe apoyado por EE.UU. y dirigido por Barrientos. La CIA y el Pentágono deseaban la salida de Paz. En 1964, Paz había votado a favor de mantener a Cuba en la Organización de Estados Americanos y contra las sanciones impuestas por la OEA a Cuba auspiciadas por EE.UU., negándose a romper las relaciones entre su país y la isla asediada. El Che calificó a la OEA de “Ministerio de Colonias”. Barrientos había sido entrenado en EE.UU. y tenía una estrecha relación con la CIA y los militares estadounidenses. Su amigo e instructor de vuelo mientras se entrenaba en EE.UU. fue el coronel Edward Fox, que fue agregado militar en la embajada estadounidense en La Paz en 1964. Entonces Fox trabajaba para la CIA.
Veinte de los veintitrés máximos militares bolivianos que dirigían el país fueron entrenados por EE.UU. en la Escuela de las Américas, que entonces estaba en la Zona del Canal de Panamá, así como 1.200 oficiales y soldados de las fuerzas armadas bolivianas. La Escuela de las Américas entrenó y adoctrinó a tantos militares latinoamericanos que se conocía en toda Latinoamérica como “Escuela de Golpes”. Acontecimientos muy recientes de Vietnam estaban muy presentes en la mente del embajador Henderson y desconfiaba de Barrientos. Estaba a favor de una reacción más medida ante la guerrilla que la línea dura sugerida por el presidente boliviano. Creía que un despliegue militar innecesario podría convertir fácilmente a los campesinos bolivianos en enemigos duraderos de EE.UU.
En un estudio sobre inestabilidad en América Latina realizado en 1965, la CIA colocó a Bolivia en segundo lugar, después de República Dominicana, país que invadiría ese mismo año. La CIA temía que los disturbios políticos en Bolivia llevaran a los comunistas a desbancar a Barrientos. Por medio de Henderson, Barrientos solicitó que los Estados Unidos proveyeran al ejército boliviano de un avión de alto desempeño y napalm, además de radiolocalizadores. También pidió a Henderson que advirtiera a los gobiernos de Paraguay y Argentina de la amenaza guerrillera; el embajador obedeció. No obstante, por consejo de Henderson, el gobierno estadounidense pospuso el envío del avión y el napalm, pues se temía que su uso resultara contraproducente al fomentar la simpatía del campesinado hacia el Che.
El 19 de marzo el Che volvió al campamento base de la guerrilla después de la prolongada misión de entrenamiento que había fracasado. A su regreso recibió las malas noticias sobre las dos deserciones. Él también había visto un avión volar en círculos el día anterior y estaba preocupado. Le avisaron de la redada policial en el rancho y le informaron de la posibilidad de que el ejército estuviera avanzando.
Se encontró con Tania Bunke, la agente clandestina enviada a La Paz dos años antes para apoyar al Che y que había llegado al campamento durante su ausencia. Tania tenía 32 años y había crecido en Argentina, país que dio refugio a sus padres, provenientes de la Alemania nazi. Su padre, maestro de idiomas, era alemán; su madre, judía rusa. Ambos eran comunistas. Tania y el Che se conocieron en 1959 cuando él llevó a una delegación a Alemania del Este y ella estudiaba Filosofía en la Universidad Humboldt, en Berlín Oriental. Ella se mudó a Cuba dos años después, estudió en la Universidad de La Habana, trabajó en el Ministerio de Educación y se unió a la Milicia de Mujeres Cubanas antes de partir hacia Bolivia.
Tania había llegado al campamento en febrero con Regis Debray y Ciro Bustos. Se suponía que Debray llevaría los mensajes del Che a La Habana y posteriormente a París. Provenía de una familia parisina de clase alta y había asistido a la prestigiosa École Normale Supérieure. Hacía poco Debray había enseñado Filosofía en La Habana y había escrito el popular libro ¿Revolución en la Revolución?, obra que plantea lo que habría de convertirse en la teoría fidelista de la revolución: pequeños grupos guerrilleros operando en el campo y vinculándose con apoyos urbanos de manera tal que se produjera el catalizador capaz de favorecer la toma del poder. Se desechó el concepto leninista de construir un partido socialista masivo. Debray popularizó el argumento guevarista según el cual un partido de esas característica no era necesario en esta tardía etapa del imperialismo. En situaciones como la de Bolivia, donde el gobierno y su ejército eran sumamente débiles y el ejército estadounidense menguaba tras el despliegue de 500.000 efectivos en Vietnam, una guerrilla con apoyo en las zonas urbanas podía tomar el poder sin el desarrollo de un partido conforme a la concepción leninista. Eso, afirmaba Guevara, era lo que había sucedido en Cuba.
Tania había conseguido documentos falsos para Debray y Bustos, artista argentino y una de las primeras figuras que apoyó la Revolución Cubana. Bustos había viajado a Cuba en 1960, había conocido al Che y había trabajado con él en la organización del apoyo a los revolucionarios en Uruguay antes del viaje a Bolivia. Tania hizo caso omiso de las órdenes del Che y acompañó a los hombres de La Paz al campamento de la guerrilla en Camiri. El ejército boliviano descubrió su jeep mientras esperaba al Che, la vinculó con la guerrilla y con la red de apoyo en La Paz. El Che escribe: “Todo parece indicar que Tania ha sido individualizada, con lo que se pierden dos años de trabajo bueno y paciente... La salida de la gente es muy difícil ahora.”
Unos días después del retorno del Che al campamento base, en las primeras horas del 23 de marzo de 1967, la guerrilla libró su primera batalla. El Che había enviado a algunos de sus hombres a establecer un perímetro defensivo. Durante la tarea emboscaron a un grupo de soldados bolivianos, mataron a siete y atraparon a 18. Según el Che dos prisioneros, un mayor y un capitán, hablaron como loros. Después de esta batalla el Che no tuvo duda de que habían descubierto su paradero, de manera que tanto él como sus hombres tendrían que desplazarse constantemente.
Un informe de inteligencia del Departamento de Defensa de los Estados Unidos del 31 de marzo de 1967 dedicado a las capacidades de contrainsurgencia en Bolivia relata detalladamente la batalla del 23 de marzo: “Después de los infrecuentes informes de actividad guerrillera durante el fin de semana del 17 al 21 de marzo de 1967, el 23 de marzo una patrulla militar boliviana tuvo un enfrentamiento con un grupo de guerrilleros que podrían ser entre 50 y 400 personas. Los hechos tuvieron lugar en Ñacahuasu (1930S/6340W) […] Constituyen una fuerza bien organizada, cuentan con armamento moderno y responden al mando de cubanos castristas […] El ejército boliviano cuenta aproximadamente con 600 hombres […] Tienen el apoyo de la Fuerza Aérea […]”.
El éxito de las fuerzas del Che alarmó a los oficiales bolivianos. El día de la batalla, Barrientos se reunió nuevamente con el Jefe Adjunto de Misión de los Estados Unidos y le dijo que las cosas con la guerrilla estaban peor y que creía que la guerrilla era “Parte de un movimiento subversivo más amplio, dirigido por cubanos y otros extranjeros”. Barrientos dijo que sus tropas “estaban verdes y mal pertrechadas” y otra vez pidió la asistencia urgente de los Estados Unidos. Los recientes ataques hicieron creer a los oficiales que la guerrilla “podía constituir una amenaza a la seguridad del gobierno boliviano”. Dicho informe de inteligencia también señala que “Los Estados Unidos son el único país extranjero que da asistencia militar y equipos a Bolivia”.
Henderson y Barrientos volvieron a reunirse el 27 de marzo de 1967. En una reunión de hora y media Barrientos solicitó la ayuda directa de los Estados Unidos para apoyar a las fuerzas armadas bolivianas y hacer posible su respuesta ante la “emergencia” que implicaba “ayudar a combatir a favor de los Estados Unidos”. El Departamento de Estado respondió a Henderson con renuencia a apoyar a un ejército tan numeroso, pero con disposición a brindar “una cantidad limitada de materiales esenciales para apoyar una respuesta cuidadosamente orquestada a la amenaza”. Si eso fuera insuficiente, Henderson tenía órdenes de asegurar a Barrientos que los Estados Unidos considerarían otras solicitudes de ayuda. El 31 de marzo de 1967, el Departamento de Estado informó a las embajadas estadounidenses en los países vecinos de que el plan era “bloquear las salidas de la guerrilla y después introducir, entrenar y preparar un unidad tipo ranger para eliminarla”. Además, el Departamento de Estado consideraba el uso de un equipo especial de entrenamiento militar “para acelerar el entrenamiento de la fuerza contraguerrillera”.
En su informe sobre la reunión, Henderson destacó el penoso estado de las fuerzas armadas bolivianas: “Sospecho que Barrientos empieza a estar verdaderamente angustiado por el triste espectáculo de sus fuerzas armadas y su pobre desempeño en este episodio: una impetuosa incursión en territorio dominado por la guerrilla, aparentemente basada en un mínimo de inteligencia, capaz de producir un pequeño desastre que después llevó al gobierno boliviano al pánico y a una retahíla de descoordinadas medidas, con escasa planeación profesional y logística”.
El análisis del Che en la anotación de su diario registrada a finales de marzo incluye, entre otros puntos, una evaluación de la situación: “El panorama general se presenta con las siguientes características: Etapa de consolidación y depuración de la guerrilla, cumplida cabalmente; lenta etapa de desarrollo con la incorporación de algunos elementos venidos de Cuba… Etapa de comienzo de la lucha caracterizada por un golpe preciso y espectacular [la batalla del 23 de marzo de 1967] fue jalonada de indecisiones groseras antes y después del hecho [mala conducta y oportunidades perdidas por dos de los guerrilleros]… Concluye: “Evidentemente tendremos que emprender el camino antes de lo que yo creía y movernos dejando un grupo en remojo y con el lastre de cuatro posibles delatores. La situación no es buena, pero ahora comienza otra etapa de prueba para la guerrilla, que le ha de hacer mucho bien cuando la sobrepase”.
El 10 de abril la guerrilla volvió a participar en dos emboscadas; murieron ocho soldados bolivianos, otros ocho resultaron heridos y 22 o 28 (el diario no lo especifica) fueron hechos prisioneros. Murió uno de los hombres del Che; el 17 de abril el Che decidió dividir el grupo. Tania y otros guerrilleros estaban mal de salud y, con otros rezagados, se quedaron con Joaquín (el mayor Juan Vitalio Acuña, comandante de la Revolución), mientras que el Che y los demás siguieron adelante. Los dos grupos nunca volverían a encontrarse.
Después del descubrimiento de la guerrilla en marzo, el general estadounidense Robert W. Porter, jefe del comando del sur, viajó a Bolivia para evaluar la situación. Otros generales y almirantes estadounidenses viajaron unas seis veces entre marzo y octubre, mes en que muere el Che. El 18 de abril el general Porter envió al brigadier de la Fuerza Aérea William A. Tope a Bolivia para que elaborara un informe completo de la situación de la guerrilla y de la ayuda que necesitaban los bolivianos. Se quedó hasta el 30 de abril y se reunió en tres ocasiones con Barrientos y también con el general Ovando, de la Fuerza Aérea.
Tanto el Che como los estadounidenses sabían que el ejército boliviano era muy débil. El general Tope, después de reunirse con Barrientos, escribió un informe que llegó a Walt Whitman Rostow, asesor del presidente Lyndon Johnson en asuntos de América Latina. Tope reportó que Barrientos y los altos mandos bolivianos querían aviones de guerra y napalm. Tope creía que el razonamiento de los generales bolivianos era “arcaico, impulsivo y evidenciaba delirios de grandeza”. Al igual que Henderson, temía que Barrientos bombardeara indiscriminadamente a la población civil, lo que sería contraproducente.
El general Tope propuso al general Ovando que el gobierno estadounidense entrenara a un batallón boliviano cuya misión sería exterminar a las guerrillas del Che. Ovando se mostró entusiasmado. Así el 28 de abril, con Tope aún en Bolivia, el Grupo de Asesoría Militar de los Estados Unidos firmó un acuerdo con el gobierno boliviano para dotar al ejército de este país de entrenamiento y equipos. Nuestro libro reproduce la totalidad del documento, titulado “memorando de entendimiento sobre la activación organización y entrenamiento del segundo batallón de rangers del ejército boliviano”.
El acuerdo comienza con el reconocimiento de “una posible amenaza a la seguridad interna de la República de Bolivia en el oriente” y concuerda en “la futura creación de una fuerza de reacción rápida y del tamaño de un batallón, capaz de ejecutar operaciones de contrainsurgencia en terreno selvático y agreste de la región en la vecindad de Santa Cruz, República de Bolivia”. Los generales bolivianos acordaron “aportar tropas y un lugar adecuado para su entrenamiento”. Los estadounidenses convinieron en darles pertrechos y entrenamiento y aportar inteligencia. Prometieron el envío de 16 oficiales estadounidenses cuya misión sería “producir una fuerza de reacción rápida, capaz de llevar a cabo operaciones de contrainsurgencia”:
Los estadounidenses rápidamente desplegaron la red de inteligencia prometida en el acuerdo, algo muy necesario para Bolivia. El general Tope reportó: “Las fuerzas armadas de los bolivianos no cuentan con un sistema de inteligencia sólido, ni siquiera funcional”. Era así porque el ejército boliviano se había desmantelado tras la revolución de 1952 y su reconstrucción no empezó hasta 1964, cuando la dictadura militar se consolidó en el poder. Tope envió a Bolivia a William K. Skaer, su jefe de inteligencia en Panamá y general de la Fuerza Aérea estadounidense, a fin de establecer la red. Hector Maloney, oficial de la CIA asignado al mando de Porter, fue también enviado para apoyar a Skaer en el cumplimiento de la tarea.
El 20 de abril, una semana antes de la firma del memorando de entendimiento, Regis Debray y el argentino Ciro Bustos abandonaron el campo de la guerrilla junto con el periodista George Andrew Roth. Éste había rastreado a la guerrilla y pudo haber sido colaborador de la CIA. Debray no sabía nada de esa posible participación. Debray pensó, erróneamente que él y Bustos también se presentarían como periodistas. Su plan no funcionó, y después de entrar a una aldea el mismo día que abandonaron al Che, Debray, Bustos y Roth fueron capturados por el ejército boliviano. Su rápida captura y el hecho de que Roth fuera liberado en junio antes que los otros prestan credibilidad a la afirmación de que Roth ciertamente trabajaba para la CIA. Debray y Bustos fueron torturados. A Debray le golpearon con un martillo. Bustos confesó cuando le mostraron fotos de sus hijas. Admitieron que el Che estaba en Bolivia, suministrando confirmación sólida, por primera vez, de lo que sospechaban los gobiernos de EE.UU. y Bolivia. Bustos incluso hizo a mano retratos exactos de los guerrilleros. Un agente de la CIA, un cubano-estadounidense con el nombre de código Gabriel García García, ayudó en los interrogatorios.
El resumen de la actividad de abril que aparece en el diario del Che es que “todo se ha resuelto dentro de lo normal”, pero “el aislamiento sigue siendo total”, “la base campesina sigue sin desarrollarse”, y “no se ha producido una sola incorporación”. Respecto a la estrategia militar, el Che subraya que “parece que los norteamericanos intervendrán fuerte aquí y ya están enviando helicópteros y, parece, boinas verdes, aunque no se han visto por aquí”. El Che concluye que “la moral es buena en todos los combatientes que habían aprobado su examen preliminar de guerrilleros”.
El 8 de mayo, después del Memorándum de Acuerdo, dieciséis boinas verdes llegaron a Bolivia para entrenar al segundo batallón de rangers boliviano, que había sido establecido para rastrear y eliminar a la guerrilla. Los boinas verdes fueron creados por el presidente John F. Kennedy después de que los estadounidenses en la Bahía de Cochinos [Playa Girón] no lograron operar como una fuerza para la contrainsurgencia internacional. El grupo de Bolivia estaba bajo el mando de un oficial llamado Ralph “Pappy” Shelton. Soldado de carrera, Shelton provenía de una familia empobrecida y tenía solo una educación de décimo grado. Había sido herido en Corea antes de ir a la Escuela de Candidatos a Oficiales donde se entrena a los soldados para oficiales. Luego combatió en Vietnam y Laos. Shelton llegó a Bolivia desde Panamá la segunda semana de abril de 1967. El entrenamiento duró hasta el 19 de septiembre.
Los boinas verdes entrenaron a los bolivianos para que operaran en unidades divididas en pelotones, compañías, y finalmente el batallón. Les enseñaron cómo marchar, disparar, detectar trampas explosivas, combatir de mano a mano, encarar alambradas de púas y moverse por la noche. Se fortalecieron físicamente y practicaron el tiro contra objetivos. Fue particularmente importante que les enseñaran cómo evitar emboscadas. Se dice que el propio Shelton era muy popular entre los civiles del lugar. Se esforzaba por socializar, visitaba bares locales y tocaba la guitarra.
Mientras tanto, también el 8 de mayo, los guerrilleros del Che montaron otra emboscada a los soldados bolivianos en la que mataron a tres y capturaron a diez junto con algunos rifles, munición y alimento. A la mañana siguiente liberaron a los soldados.
El 11 de mayo, Walt Rostow escribió una carta a John informando de que había se había recibido “el primer informe verosímil de que el ‘Che’ Guevara está vivo y operando en Latinoamérica”, pero que “necesitamos más evidencia antes de concluir que Guevara está operando, y no muerto…” La información probablemente había venido del interrogatorio de Bustos y Debray o de los guerrilleros capturados en Bolivia.
A finales de mayo, el Che resumió su situación en su diario. Lo más significativo es que escribió que ahora hay “falta total de contacto con Manila (la Habana), La Paz y Joaquín, lo que nos reduce a los 25 hombres que constituyen el grupo”. La situación solo iba a empeorar.
Agentes de la CIA disfrazados de soldados bolivianos
A la luz de la información obtenida en los interrogatorios de los guerrilleros capturados, y en especial la proporcionada por Debray y Bustos, Estados Unidos intensificó sus esfuerzos para aplicar el acuerdo de abril con los bolivianos. Entre mediados y finales de junio EE.UU. había reclutado a dos estadounidenses de origen cubano, encargándoles que se vistieran con el uniforme militar boliviano, que se mezclaran con los soldados bolivianos y que acompañaran al batallón de rangers bolivianos en su esfuerzo para eliminar a la guerrilla. Uno de ellos era Gustavo Villoldo, conocido en Bolivia por el alias Eduardo González.
Villoldo, un contrarrevolucionario de Miami que había luchado en Playa Girón y cuyo acaudalado padre había sido dueño de un concesionario de coches en La Habana antes de la revolución, fue contratado por la CIA para establecer una red de información en Bolivia. En una etapa anterior de su carrera, había sido enviado por la CIA al Congo con un grupo de contrarrevolucionarios cubanos para ayudar al gobierno de Moisés Tshombe a luchar contra los cubanos castristas que operaban allí. Villoldo había tenido noticias de que el Che se encontraba en el Congo.
Villoldo llegó por primera vez a Bolivia en febrero de 1967 y regresó allí en julio. En una entrevista celebrada en Miami, el 21 de noviembre de 1995, contó a José Castañeda: “Colocamos una serie de agentes, y éstos comenzaron a darnos la información que necesitábamos para neutralizar (el levantamiento). Todo el mecanismo, todo el apoyo logístico a la guerrilla... dejó a la guerrilla completamente aislada. Conseguimos penetrar totalmente la red urbana”.
A las órdenes de Villoldo estaba el segundo cubano-estadounidense empleado por EE.UU.: el agente de la CIA Félix Rodríguez, quien llegó a ser conocido por su afirmación de que fue el militar de más alto rango presente cuando ejecutaron al Che. La autobiografía de Rodríguez, de 1989, lleva el título, propio de su habitual bravuconería, de Shadow Warrior: The CIA Hero of a Hundred Unknown Battles (Guerrero en la sombra: Héroe de la CIA en cien batallas ignoradas). En él cuenta que se crió como hijo único de una acomodada familia cubana de provincias de ascendencia vasco española. Uno de sus tíos fue ministro en un gobierno de Fulgencio Batista, otro era juez. Él pasó temporadas en la granja de su tío, Félix Mendigutía, donde montaba a caballo, y a los siete años aprendió a disparar un rifle. A los diez años se fue a la escuela militar mientras vivía con otro tío, José Antonio Mendigutía, ministro de Obras Públicas de Batista, en una casa grande en el distinguido barrio de Miramar, en La Habana. En el séptimo grado salió para inscribirse en un internado de Pensilvania. Su familia se enfrentó al Movimiento 26 de Julio aún antes del derrocamiento de la dictadura de Batista, y se mudaron a Miami después de la revolución. Rodríguez asegura a sus lectores que eran “muy anticomunistas”. A los diecisiete años, Rodríguez se unió a la Liga Anticomunista del Caribe, patrocinada por el autócrata de la República Dominicana, el general Rafael Trujillo, al que se refiere Rodríguez en términos de “supuesto tirano”. A partir de entonces, Félix se entrenó en la República Dominicana para una invasión de Cuba, pero no participó en el fracasado intento de 1959. Radicado ya en Miami, Rodríguez se unió a la Cruzada Constitucional Cubana, uno de los muchos grupos anticomunistas de la ciudad, cuyo objetivo era “iniciar operaciones militares contra Castro”. Rodríguez recibió el grado de sargento, al mando de un pelotón. Se consideraba a sí mismo un “revolucionario”, hablaba a menudo de “honor” y “libertad”, y soñaba con la “liberación de Cuba”. Tenía dieciocho años y acababa de terminar la enseñanza secundaria. Su familia le regaló un coche deportivo caro y pasó el verano persiguiendo chicas en la playa. Decidió no ir a la universidad y falsificó la firma de su padre al pie de una solicitud para ir a luchar a Cuba.
En 1961, a los veintiún años, Rodríguez se ofreció para asesinar a Fidel Castro con lo que describió como “un hermoso rifle alemán de cerrojo con mira telescópica de gran alcance, todo ello cuidadosamente embalado en una caja de transporte acolchada. También había una caja de munición, veinte cartuchos”. Para el asesinato se eligió un lugar que Castro solía frecuentar. El joven asesino intentó tres veces tomar un barco desde Miami a La Habana, pero el barco no se presentó y, finalmente, la misión se canceló. Rodríguez se confiesa “terriblemente decepcionado”, porque “yo era un soldado cubano y me consideraba en guerra con Fidel. En lo que a mí se refiere, sigue siendo un objetivo militar legítimo, incluso en la actualidad”.
Mucho más tarde, Rodríguez relató que se había enterado de otros muchos intentos de la CIA de asesinar a Castro. En 1987, el abogado independiente que investigaba el escándalo Irán-Contra le preguntó si él mismo había intentado matar a Castro con un puro explosivo. “No señor, no lo hice”, respondió”. Pero sí que me presenté voluntario para matar a ese hijo de puta con un rifle de mira telescópica en el año 1961”. Rodríguez participó en la invasión de Playa Girón ese mismo año, donde se infiltró en Cuba con un grupo antes de la invasión. Cuando la operación fracasó, se las arregló para que no le capturasen, huyó a Venezuela y luego regresó a Miami.
Después de su participación en el asesinato del Che, Rodríguez comenzó a trabajar con la CIA en Vietnam, y durante la guerra de la Contra nicaragüense en El Salvador y Nicaragua. Se jactaba de su amistad con el entonces vicepresidente George Bush y mostraba con orgullo a cualquiera el reloj Rolex que llevaba como un trofeo, asegurando que se lo arrebató al Che después de que le asesinaran.
Estados Unidos temía que una gran presencia de soldados estadounidenses en Bolivia fuera contraproducente y sólo autorizaron a Villoldo y Rodríguez, disfrazados de oficiales del ejército boliviano, a entrar en las zonas de combate. Los más altos niveles del gobierno, el ejército y los servicios de inteligencia estadounidenses siguieron de cerca los acontecimientos. El 23 de junio, W.W. Rostow envió al presidente Lyndon Johnson un resumen de la situación “con la guerrilla en Bolivia”. En él indicaba que el 24 de marzo, las fuerzas de seguridad bolivianas habían sufrido una emboscada, que desde entonces se habían librado otros seis combates y que las fuerzas armadas bolivianas habían salido mal paradas de estos compromisos”. El resumen de Rostow hacía referencia al cable que había enviado al presidente Johnson el 4 de junio en el que informaba de que la guerrilla tenía entre cincuenta y sesenta efectivos, pero que tal vez podían llegar al centenar. Señalaba a Johnson que el equipo de diecisiete efectivos de los boinas verdes había llegado y estaba ya proporcionando entrenamiento a un nuevo batallón de rangers bolivianos. Asimismo, afirmaba que la CIA, a partir de la información proporcionada por Debray y Bustos, creía que era el Che quien dirigía las fuerzas guerrilleras. En ese momento, 600 soldados bolivianos se encontraban en la lucha contrainsurgente, con el apoyo de la Fuerza Aérea Boliviana. El plan de los militares bolivianos era mantener el contacto con la guerrilla y bloquear su fuga hasta que la unidad de rangers que estaba siendo entrenada por los estadounidenses pudiera entrar en combate y eliminarlos.
Había un tono de urgencia en la evaluación de Rostow, en el sentido de que sin la ayuda y el entrenamiento de EE.UU. los problemas en Bolivia podrían llegar a ser muy graves. Señalaba que el ejército boliviano estaba “superado” por la guerrilla, y que si las fuerzas de ésta se incrementaban el gobierno de Bolivia podría verse amenazado: “El panorama no está claro. Los guerrilleros fueron descubiertos muy pronto, antes de que fueran capaces de consolidarse y pasar a la ofensiva. La persecución por parte de las fuerzas del Gobierno, aunque no muy eficaz, los mantiene en movimiento. Con dos añadidos: en su actual estado de fuerza, la guerrilla no parece plantear una amenaza inmediata a Barrientos. Si sus fuerzas pudieran aumentar rápidamente y fueran capaces de abrir nuevos frentes en un futuro próximo, como ahora se rumorea, las escasas fuerzas armadas bolivianas se verían en apuros y la frágil situación política estaría amenazada. La esperanza es que con nuestra ayuda las capacidades de las fuerzas de seguridad bolivianas superen las capacidades de la guerrilla y, eventualmente, la desbaraten.”
El presidente Johnson indicó a Rostow, el 23 de junio, que debía entrevistarse con la CIA, el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa sobre el “problema global de la guerrilla en América Latina”. Rostow se reunió al día siguiente con representantes de la CIA, el Departamento de Estado y el Departamento de Defensa, y colocó en primer lugar a Bolivia en la lista de asuntos de mayor urgencia, debido a la debilidad del ejército y la frágil situación política. Estos factores fueron fundamentales en la decisión del Che de ir a Bolivia en primer lugar; evidentemente, la CIA y el Departamento de Estado estuvieron de acuerdo con su análisis.
Estados Unidos y sus clientes bolivianos se prepararon para el ataque. Todo estaba en su lugar. Rodríguez y Villoldo se encontraban en el terreno, recogiendo información para el ejército boliviano. El titular del Ministerio del Interior boliviano, Antonio Arguedas, estaba en nómina de la CIA, y el agente Edward Fox, de la CIA, figuraba en la embajada estadounidense de La Paz como “agregado militar”.
Los gobiernos estadounidense y boliviano también estaban preocupados por los vínculos del grupo del Che con los trabajadores bolivianos, especialmente con los militantes mineros de la gran mina Siglo XX. En la madrugada del 24 de junio, aviones de la Fuerza Aérea Boliviana ametrallaron una población donde se alojaban los trabajadores del pueblo y sus familias, matando a algunos centenares mientras estaban en sus camas después de una fiesta la noche anterior. Esta acción preventiva se conoce como la masacre del día de San Juan. El gobierno de EE.UU. “fue cómplice de la represión de los mineros”. EE.UU. apoyaba los MAP (Programas de Asistencia Militar) en las zonas mineras, ya que contribuían a la “estabilidad” de la junta militar y sus “reformas”. La embajada en La Paz “aplaudió la respuesta del gobierno al problema de Siglo XX”. Inmediatamente después de la masacre, Rostow envió a Johnson un informe de tres páginas sobre el incidente.
El 29 de junio William G. Bowdler, que trabajaba para el Consejo de Seguridad Nacional, fue invitado a reunirse con el embajador de Bolivia en su residencia de Washington. Bowdler describió la mayor parte de la conversación como un “monólogo a cargo del locuaz embajador” sobre Barrientos y la situación política en Bolivia. Tras un largo rodeo, el embajador de Bolivia llegó a lo que era “obviamente, el objetivo principal de la invitación”: solicitar ayuda para el establecimiento de un equipo de acoso y exterminio para erradicar la guerrilla”. El embajador señaló que la idea no era suya, sino de unos amigos suyos de la CIA. Bowdler le preguntó si el batallón de rangers en formación en Bolivia no era suficiente. El embajador respondió que lo que él tenía en mente era un equipo de “cincuenta o sesenta jóvenes oficiales del ejército, con suficiente información, motivación y arrojo, que se podrían entrenar rápidamente y lanzar en busca de la guerrilla con tenacidad y valentía”. Bowdler le dijo que su “idea podía ser interesante, pero que requería un análisis más cuidadoso”.
Aparte de demostrar cuán estrechamente colaboraron EE.UU. y Bolivia ​​en la búsqueda del Che, este documento aclara el nefasto papel de la CIA. La CIA sugiere a los funcionarios bolivianos utilizar equipos de “cazadores-asesinos”, y a su vez los funcionarios bolivianos transmiten a continuación la demanda a los representantes de la rama ejecutiva del gobierno estadounidense. Estados Unidos está a ambos lados de la ecuación. Bolivia es esencialmente un mensajero entre la CIA y el Consejo de Seguridad Nacional, que asesora al Presidente.

A finales de junio, la situación del Che empeoraba. Como éste escribió en su diario, “sigue la falta total de contacto [con el grupo de Joaquín]”, y “nuestra tarea más urgente es restablecer el contacto con La Paz y reabastecernos de equipo militar y médico y lograr la incorporación de unos 50-100 hombres de la ciudad aunque la cifra de los combatientes se reduzca en la acción a unos 24”.
En un memorando del 5 de julio a Rostow, Bowdler resumió el papel de EE.UU. en esos momentos en materia de entrenamiento militar en Bolivia: “El Departamento de Defensa está ayudando a entrenar y equipar un batallón de rangers. Dada la capacidad de absorción de Bolivia, una asistencia militar adicional no parece por ahora aconsejable. [Tres líneas del texto original no se han desclasificado, n. del a.]” Ese mismo 5 de julio, se celebraba una reunión de alto nivel en Washington. Rostow, Bowdler y Peter Jessup (otro miembro del equipo del Consejo de Seguridad Nacional) se reunieron en la Situation Room de la Casa Blanca con representantes del Departamento de Estado, el embajador en Bolivia Henderson, un funcionario del Departamento de Defensa y dos funcionarios de la CIA, Desmond Fitzgerald y William Broe. El grupo decidió que la fuerza de ataque especial que había sido solicitada por Bolivia a sugerencia de la CIA no era aconsejable debido a las objeciones de la Embajada de EE.UU. en La Paz, y decidió también que Estados Unidos se concentrara “en la formación del segundo batallón de rangers con la preparación de una unidad de inteligencia como parte integrante del batallón”.

En el resumen de la reunión se estableció que “los esfuerzos de EE.UU. para apoyar el programa de contrainsurgencia en Bolivia contra la guerrilla dirigida por los cubanos debía seguir un enfoque de dos vías: “Junto al equipo de capacitación de dieciséis militares de las Fuerzas Especiales de EE.UU., se debería también proporcionar munición, radios y equipos de comunicaciones con carácter de emergencia previstos en los Programas de Asistencia Militar (MAP) y entregar rápidamente cuatro helicópteros.”
La inteligencia también era motivo de preocupación, y en esto le dieron la responsabilidad primordial a la CIA: “A medida que progresaba el entrenamiento del batallón de rangers, emergieron debilidades en su capacidad de recolección de inteligencia. Se le dio formalmente la responsabilidad a la CIA de desarrollar un plan para suministrar una capacidad semejante el 14 de julio… Un equipo de tres instructores llegó a La Paz el 2 de agosto. Aparte de entrenar a los bolivianos en técnicas de recolección de inteligencia, los instructores [texto no desclasificado] planificaban acompañar el segundo batallón de rangers en el terreno. Aunque el equipo fue asignado en la capacidad de consejeros, la CIA ‘esperaba que en realidad ayudaran en la dirección de operaciones’. La Agencia también consideraba este plan ‘un programa piloto para probable duplicación en otros países latinoamericanos enfrentados al problema de guerra de guerrillas’.” Los dos instructores, como hemos visto, eran Villoldo y Rodríguez.
Un Informe del Departamento de Información de Inteligencia de la Defensa de fecha 11 de agosto de 1967, describe “la primera operación organizada realizada por el ejército boliviano en la actual situación guerrillera”, durante el período del 8 al 27 de julio. El informe de dos páginas fue probablemente transmitido por los agentes de la CIA en el terreno en Bolivia –sea Rodríguez o Villoldo–. Como los nombres de las fuentes, los autores, las referencias y el autor que lo aprobó se borraron, no sabemos quién lo preparó. Va acompañado de un mapa que muestra el área de Ñacahuasu donde cientos de rangers bolivianos habían realizado redadas militares. La operación fue considerada un éxito por los estadounidenses que los acompañaban, “a pesar de que no tuvieron éxito en capturar una unidad guerrillera”. Según informan resultó muerto un guerrillero. El 9 de julio, después del primer encuentro con los guerrilleros, se ubicó un campamento abandonado, y un trozo de papel encontrado en un pomo vacío de pasta de dientes indicaba nueve nombres: JOAQUÍN, POLO, PEDRO, ALEJANDRO, MÉDICO, TANIA, VÍCTOR, WALTER, BRAULO, NEGRO y GUEVARA. La operación fortaleció supuestamente la moral de los rangers y, “por primera vez cuando les dispararon, no arrojaron sus armas y corrieron”.
A finales de julio, el Che informa en su Diario de que “se mantiene… la imposibilidad de contacto con Joaquín”. Escribe que “ahora somos 22, con tres baldados, incluyéndome a mí, lo que disminuye la movilidad”.
A principios de agosto el ejército boliviano ayudado por mapas detallados que Bustos dibujó para él encontró las cuevas de almacenamiento y el antiguo campo de base de Ñacahuasu. El Che escribió en su diario el 14 de agosto que fue un “mal día”, que fue “un día negro” y que “Es el golpe más duro que nos han dado”. La documentación que encontraron en las cuevas condujo a los bolivianos a Loyola Guzmán, contacto clave y organizadora financiera de la red de apoyo en La Paz. Trató de suicidarse lanzándose desde un piso alto del Ministerio de Gobernación, pero sobrevivió. Los documentos hallados en las cuevas se enviaron a la central de la CIA en Langley, Virginia, para analizarlos. Rostow escribió una nota a Johnson sobre el hallazgo, diciéndole que los bolivianos querían la devolución de todos los materiales para usarlos como evidencia en el futuro juicio contra Debray.
La red se cierra
El 28 de agosto Joaquín, Tania, y otros ocho fueron emboscados al cruzar el río Masicuri, pero murieron todos menos uno. El grupo de Joaquín fue traicionado ante el ejército boliviano por un agricultor llamado Honorato Rojas. Según José Castillo Chávez, un guerrillero boliviano sobreviviente cuyo nombre de guerra era Paco, Rojas fue sobornado por un agente de la CIA en Santa Cruz llamado Irving Ross. Fue Rojas quien reveló a los bolivianos por dónde iba a cruzar el grupo y el ejército lo estaba esperando. El Che había perdido un tercio de su tropa. Barrientos asistió al entierro de Tania en Vallegrande una semana después, cuando se recuperó su cuerpo en el río. Los guerrilleros restantes fueron atrapados en una tenaza entre dos divisiones bolivianas. Rostow escribió a Johnson que “las fuerzas armadas bolivianas finalmente lograron su primera victoria, y parece que ha sido grande”. Dijo a Johnson que el segundo batallón de rangers entraría en operación poco después.
Aproximadamente el 31 de agosto, Félix Rodríguez, por lo menos según lo que cuenta, interrogó a Paco, el sobreviviente de la masacre del grupo de Joaquín. Paco identificó a la gente del Che y, afirma Rodríguez, suministró información que le permitió calcular la ubicación exacta del Che. Supuestamente Paco le dijo que un guerrillero llamado Miguel que encabezaba la vanguardia iba siempre 1.000 metros por delante de la tropa principal dirigida por el Che. Cuando mataron a Miguel en septiembre, Rodríguez afirma que lo identificó por sus huellas digitales y así supo exactamente dónde estaba el Che. Aunque su entrenamiento todavía no se había completado, el segundo batallón de rangers partió de inmediato hacia la zona de la guerrilla, apresurado por la información obtenida por Rodríguez.
El diario del Che a finales de agosto concluyó que “fue, sin dudas, el peor mes que hemos tenido en lo que va de guerra. La pérdida de todas las cuevas con los documentos y medicamentos fue un golpe duro, sobre todo psicológico. La pérdida de dos hombres en las postrimerías del mes y la subsiguiente marcha a uña de caballo desmoralizó a la gente, planteándose el primer caso de abandono… La falta de contacto con el exterior y con Joaquín y el hecho de que los prisioneros hayan hablado, también desmoralizó un poco a la tropa. Mi enfermedad sembró la incertidumbre en varios más y todo esto se reflejó en nuestro único encuentro…” El Che enumeró los problemas más importantes que enfrentaba el grupo como falta de “contactos de ninguna especie y sin razonable esperanza de establecerlo en fecha próxima”, de seguir “sin incorporación campesina”, y “un decaimiento, espero que momentáneo, de la moral combativa”.
Septiembre fue un mes de algunas escaramuzas, de las noticias sobre la pérdida de Tania y los otros, y lo que el Che califica de “nefasta emboscada de La Higuera”. El 26 de septiembre mataron a Coco (Peredo), Miguel (Hernández) y Julio (Gutiérrez). Peredo, dirigente guerrillero boliviano, era uno de los hombres más importantes del Che. Rodríguez instó a los bolivianos a que transfirieran el cuartel del batallón de rangers a Vallegrande, que queda cerca de La Higuera. El 29 de septiembre, de nuevo según Rodríguez, los bolivianos fueron persuadidos para que transfirieran el segundo batallón de rangers a Vallegrande. Rodríguez se unió a esos seiscientos cincuenta hombres que habían sido “tan bien entrenados” por el mayor de las Fuerzas Especiales de EE.UU., “Pappy” Shelton.
A finales de septiembre el Che informó de que, después de una emboscada en la que mataron a algunos de sus hombres, “hemos quedado en una situación peligrosa”. También escribió que “parecen ser ciertas las noticias sobre muertos del otro grupo [Joaquín] al que se debe dar como liquidado… Las características son las mismas del mes pasado, salvo que ahora el Ejército está demostrando más efectividad en su acción y la masa campesina no nos ayuda en nada y se convierten en delatores… La tarea más importante es zafar y buscar zonas más propicias…” No fue así.
La última anotación del Che en su diario es del 7 de octubre. En esa fecha, los diecisiete miembros restantes de la tropa estaban en una quebrada cerca de La Higuera. El Che menciona que “Se cumplieron los once meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicaciones, bucólicamente…” La tropa encontró a una anciana llamada Epifanía pastoreando sus chivas a cerca una legua de La Higuera y fue a su casa. Le dieron cincuenta pesos con “el encargo de que no fuera a hablar ni una palabra, pero con pocas esperanzas de que cumpla a pesar de sus promesas”. La anciana nunca traicionó al Che, y se fue a las montañas con sus dos hijas por miedo al ejército. Pero otro los denunció: Un campesino local, Pedro Peña, vio a los guerrilleros cuando pasaron por su campo de papas e informó al ejército.
En su introducción al Diario Boliviano del Che, Fidel Castro escribió sobre los eventos del día siguiente: 8 de octubre de 1967. “El 7 de octubre escribió el Che sus últimas líneas. Al día siguiente, a las 13 horas, en una estrecha quebrada donde se proponía esperar la noche para romper el cerco, una numerosa tropa enemiga hizo contacto con ellos. El reducido grupo de hombres que componían en esa fecha el destacamento combatió heroicamente hasta el anochecer desde posiciones individuales ubicadas en el lecho de la quebrada y en los bordes superiores de la misma contra las masas de soldados que los rodeaban y atacaban…”
El Che fue capturado temprano por la tarde del 8 de octubre por el capitán Gary Prado del segundo batallón de rangers bolivianos. Había sido herido en la pierna y estaba desarmado, ya que el cañón de su fusil M-2 había sido inutilizado por un disparo. Junto con su compañero Willy fue escoltado hasta la aldea de La Higuera, donde lo mantuvieron en una pequeña escuela.
Mientras tanto, de vuelta en Washington…
El 9 de octubre un telegrama del Departamento de Estado del embajador de EE.UU., Henderson, en La Paz al secretario de Estado en Washington declaró que el día antes, Che Guevara había sido herido en la pierna y llevado prisionero por unidades del ejército boliviano en La Higuera. El telegrama señala que el Che había sido herido en la pierna pero estaba vivo. Califica la información de digna de confianza, presumiblemente porque provenía de los agentes de la CIA que estaban en el lugar. La parte clave dice lo siguiente:
“TEMA: CHE GUEVARA
[El documento completo está en mayúsculas pero hemos hecho la transcripción en mayúsculas y minúsculas]
1. Según [CENSURADO
] Che Guevara fue tomado prisionero por unidades del ejército boliviano en el área de Higueras al sudoeste de Villagrande el domingo 8 de octubre.
2: Informes dignos de confianza dicen que Guevara sigue vivo con herida en la pierna en custodia de soldados bolivianos en Higueras en la mañana del 9 de octubre”
En contradicción con este documento, sin embargo, hay otro enviado al presidente Johnson del que se sacan extractos a continuación, en el cual se cita al presidente Barrientos diciendo que a las 10 de la mañana del 9 de octubre, el Che ya estaba muerto. En realidad el Che no fue asesinado hasta después de la 1 de la tarde de ese día.
A las 6:10 p.m. del 9 de octubre, Walter Rostow escribió un memorando al presidente Johnson en papel de la Casa Blanca que los bolivianos “liquidaron” al Che Guevara, pero con la salvedad de que no había sido confirmado. Rostow escribe que la unidad boliviana responsable del hecho es “la que hemos estado entrenando durante un cierto tiempo y que acaba de entrar al campo de acción”. El Memorando Rostow cita información dada por el presidente Barrientos a los periodistas a las 10 de la mañana el 9 de octubre (aunque no para que se publicara), de que “Che Guevara está muerto”. Además señala que las “fuerzas armadas bolivianas creen que los rangers han rodeado a la fuerza guerrillera encerrada en el cañón y esperan eliminarla pronto”.
El 10 de octubre Bowdler, del personal del Consejo Nacional de Seguridad, envió una nota a Rostow en papel de la Casa Blanca diciendo que no existe “Una lectura firme sobre si Che Guevara estaba entre las víctimas del enfrentamiento del 8 de octubre”. Esta declaración es bastante digna de mención, ya que el Che había sido asesinado el día antes, en presencia del agente de la CIA Félix Rodríguez. Por lo tanto la CIA estaba ciertamente informada sobre el asesinato de Guevara. Sin embargo, parece que a Bowdler y al Consejo Nacional de Seguridad los habían dejado de lado, probablemente a propósito.
El documento siguiente, de fecha 11 de octubre a las 10:30 de la mañana, de Rostow al presidente Johnson, es central en la afirmación, incluida la de Castañeda, de que EE.UU. no quería que el Che fuera ejecutado. En el documento Rostow califica el asesinato de “estúpido” con su implicación de que EE.UU. no estuvo involucrado. Sin embargo, al examinarlo, el documento sirve sus propias intenciones y no prueba nada al respecto. De hecho, su sustancia se puede interpretar como todo lo contrario. Explica todas las razones por las cuales el gobierno de EE.UU. querría que el Che fuera ejecutado y afirma con un 99% de certeza que esto se había logrado. Luego deja un espacio para algo que debía llegar a Washington un día después. Es muy probable que la frase emitida se refiera a las huellas digitales del Che, o posiblemente a sus manos (cortadas a su cadáver en Bolivia), que se enviaron a Washington para verificar su identidad.
El memorando presenta a continuación una historia de cobertura que intenta ocultar el papel de EE.UU. en el asesinato. Detalla lo que la CIA dijo al Consejo Nacional de Seguridad respecto al asesinato, que afirma que fue ordenado por el jefe de las Fuerzas Armadas Bolivianas:
“La CIA nos dice que la última información es que Guevara fue capturado vivo. Después de un breve interrogatorio para establecer su identidad, el general Ovando –jefe de las Fuerzas Armadas Bolivianas– ordenó que lo mataran. Y lo considero estúpido, pero es comprensible desde un punto de vista boliviano, en vista de los problemas que les ha causado el que se tuviera piedad del comunista francés y correo de Castro, Regis Debray.”
El general Ovando puede o no haber ordenado el asesinato del Che, pero es poco probable que lo hiciera sin las instrucciones de los funcionarios estadounidenses o sin ponerse de acuerdo con ellos, dado que EE.UU. había pagado por toda la operación boliviana; y los militares de EE.UU. y personal de la CIA habían entrenado, acompañado, y dirigido a los grupos de “cazadores-asesinos” cuya tarea era “eliminar” a los guerrilleros. La historia de Félix Rodríguez, si es cierta, también lleva a dudar de que EE.UU. quisiera que se mantuviera vivo al Che. Rodríguez, echándoselas de oficial boliviano, afirma que era el máximo oficial militar en el lugar cuando ocurrió el asesinato. ¿Habría transmitido una orden de asesinar al Che si esa orden hubiera sido contraria a los deseos de la CIA, su empleador? Formular la pregunta es responderla.
Además, ¿por qué íbamos a creer lo que dijo la CIA a Rostow? Parece muy probable que desinformasen a Rostow para que diera [a sí mismo], al presidente y al Departamento de Estado la posibilidad de una negación plausible. La ejecución sin juicio de un combatiente capturado de cualquier tipo, guerrillero o soldado, es un crimen de guerra. La aceptación de la responsabilidad del asesinato del Che también podría haber creado más dificultades en las relaciones con Latinoamérica. Culpar a Bolivia del asesinato suministró la cobertura para una operación de EE.UU./CIA. De los documentos mencionados anteriormente proviene la evidencia de que la CIA no compartía totalmente su información con el Consejo Nacional de Seguridad. Como hemos visto anteriormente, los documentos muestran que Rostow informó de que el Che estaba muerto cuando todavía no lo habían asesinado, un hecho conocido por la CIA y que Bowdler, el 10 de octubre, escribió a Rostow que no existía evidencia que apoyase la conclusión de que el Che estaba muerto cuando la CIA sabía que lo estaba. Desde 1948, la CIA ha participado en acciones ilegales que no revela directamente al Ejecutivo para que el presidente pueda negar una acusación con plausibilidad.
Pero no viene a cuento si la CIA le dijo o no la verdad a Rostow. Porque a pesar de su declaración en la que indicó que consideraba “estúpido” matar al Che, la sustancia de su memorando al presidente Johnson es que la muerte del Che beneficia la política de EE.UU. Su afirmación de que de alguna manera no se debería haber matado al Che es menoscabada, por no decir otra cosa peor, por los beneficios que ve en la muerte del Che. Lo que sigue es una parte clave del memorando al presidente Johnson en la cual Rostow describe la importancia de la muerte del Che:
“La muerte de Guevara tiene implicaciones significativas:
  • Marca el fin de otro de los agresivos, románticos y revolucionarios como Sukarno, Nkrumah, Ben Bella, y refuerza esta tendencia.
  • En el contexto latinoamericano, tendrá un fuerte impacto para disuadir a posibles guerrillas.
  • Muestra el acierto de nuestra ayuda de “medicina preventiva” a países que enfrentan una insurgencia incipiente, fue el segundo batallón de rangers boliviano, entrenado por nuestros boinas verdes de junio a septiembre de este año, el que lo arrinconó y lo capturó.
Hemos presentado estos puntos a varios periodistas”.
Como destaca Rostow, la muerte del Che puede añadirse la lista de muertes de otros “revolucionarios románticos” y desalentará a otros guerrilleros. En otras palabras, aunque habría habido algunos beneficios para la política de contrainsurgencia de EE.UU. solo como resultado de la captura del Che, fueron mucho mayores como resultado de su muerte. Simplemente es imposible que el gobierno de EE.UU., incluido Rostow, haya querido mantener vivo al Che. Iba contra lo que percibían como sus mejores intereses. Pensaron que su muerte era un golpe importante contra los movimientos revolucionarios y querían que la prensa lo supiera.
Un día después del resumen de Rostow de los aspectos positivos de la muerte del Che para el gobierno de EE.UU. y Latinoamérica, el director de Inteligencia e Investigación del Departamento de Estado escribió un informe de seis páginas titulado “La muerte de Guevara, el significado para Latinoamérica”. El informe, de fecha 12 de octubre de 1967, fue dirigido a Rostow y al Consejo Nacional de Seguridad. Subrayó, en términos incluso más fuertes que Rostow, la importancia positiva de la muerte del Che:
La muerte de “Che” Guevara fue un golpe paralizador –tal vez fatal– para el movimiento guerrillero boliviano, y puede ser un revés serio para las esperanzas de Fidel Castro de fomentar la revolución en ‘todos o casi todos’ los países latinoamericanos. Los comunistas y otros que puedan haber estado dispuestos a iniciar una guerra de guerrillas al estilo cubano serán disuadidos, por lo menos por un tiempo, por la derrota del prestigioso táctico de la estrategia revolucionaria cubana a manos de uno de los ejércitos más débiles del hemisferio”.
Mide a continuación los efectos de la muerte del Che en Bolivia: “Efectos en Bolivia: La muerte de Guevara es una pluma en el sombrero del presidente boliviano René Barrientos. Puede ser la señal del fin del movimiento guerrillero como amenaza a la estabilidad”.
Y luego en Latinoamérica:
“Probable reacción latinoamericana a la muerte de Guevara. La noticia de la muerte de Guevara aliviará a la mayoría de los latinoamericanos no izquierdistas que temían que tarde o temprano podría fomentar insurgencias en sus países”.
Y finalmente afirma que la muerte fortalecerá la línea pacífica de los partidos comunistas latinoamericanos afiliados a Moscú:
“Si se elimina pronto el movimiento de guerrilla en Bolivia como una amenaza subversiva seria, la muerte de Guevara tendrá repercusiones aún más importantes entre los comunistas latinoamericanos. Los grupos dominantes de la línea pacífica, que estaban en desacuerdo total con Castro o prestaban solo un homenaje verbal a la lucha guerrillera, podrán argumentar con más autoridad con la tesis de Castro-Guevara-Debray. Pueden señalar que fracasó incluso un movimiento dirigido por el más prestigioso táctico revolucionario, en un país que aparentemente presentaba condiciones adecuadas para una revolución”.
En una nota muy breve al presidente Johnson, de fecha 13 de octubre a las 4 de la tarde, y escrita en papel de la Casa Blanca, Rostow escribe: “Esto elimina cualquier duda sobre la muerte de ‘Che’ Guevara”. “Esto” se refiere a algo que se ha borrado de la nota, pero como es obvio por otros documentos, las huellas digitales de las manos cortadas del Che habían comparado con copias anteriores de las huellas del Che.
Michael Ratner es presidente del Centro por los Derechos Constitucionales en la Ciudad de Nueva York. Expresidente del National Lawyers Guild, autor de The Trial of Donald Rumsfeld: A Prosecution by Book y coautor de The Pinochet Papers, Against War with Iraq: An Anti-War Primer y Guantanamo: What the World Should Know.
Michael Steven Smith es un abogado que trabaja en la Ciudad de Nueva York, miembro del consejo del Centro por los Derechos Constitucionales. Es autor de Notebook of a Sixties Lawyer: An Unrepentant Memoir y de Selected Writings and Lawyers You’ll Like: Putting Human Rights First y coeditor de The Emerging Police State: Resisting Illegitimate Authority de William Kunstler.
*From Who Killed Che? How the CIA Got Away with Murder, primera edición publicada por OR Books 2011. © 2011 Michael Ratner and Michael Steven Smith.
Para contactos con Guernica, Michael Ratner o Michael Steven Smith, por favor, escriba aquí.

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