A Fernando Michel
Por su indignada memoria
que nos recuerda que la verdadera muerte es el olvido.
El día nació como de por sí nacen los días, la vida comenzaba con sus rutinas diarias, con esas pequeñas aventuras que son las vidas humanas, con esa gran aventura que es la vida toda, con el beso y la caricia que el afecto entrega. Preparar los alimentos que sustentan los afanes de cada quien, arreglar la gotera por donde curiosa se asomaba el agua, leer la historia donde las raíces están sembradas, tomar el aire, sentir la cálida caricia que el sol regala, nada grande, nada importante, solo hacer la vida.
Sólo vivir, sin saber, sin imaginar que la muerte se acercaba con el sigilo de los cobardes, de los que saben que lo que harán los condenara eternamente, que serán eternamente condenados por el crimen que van a perpetrar.
En el cielo, viajando con gran cuidado, se acercan “Little Boy”, el Niño Pequeño, el Niñito, también “Fat Man”, el Hombre Gordo, el Barrigón, ambos con la más siniestra carga de muerte nunca pensada, la más niña de las muertes, la más obesa de las muertes.
Y de pronto, sin siquiera sentirlo, el cielo se ilumino como por un millón de soles y el peor de los infiernos jamás imaginado llegó.
Era tan incontable la luz que ya no hubo ojos por donde entrara y era tanto el calor que los cuerpos se enfriaron de vida.
La muerte descendió tan rápido que envolviendo los cuerpos, tan sólo la sombra de algunos quedó para que de nuestra memoria jamás se fueran.
Hubo un estruendo como nunca se había conocido en el mundo, tan fuerte era que quienes lo comenzaron a escuchar ya no pudieron oírlo más, el silencio les había inundado.
Soplo un viento tan lleno de ira y calor que apago el aliento de la vida. Llego una luz tan intensamente blanca que ningún color volvió a existir.
De esa luz, de ese calor, de ese estruendo, de ese viento, se nació una monstruosa nube en donde cabalgó la muerte, llevando en la lluvia que lloraba, el odio y el desprecio que a sufrir condenaban.
Esta fue una muerte nueva, nunca en la vida del mundo se había conocido esta muerte. La inteligencia humana se unió con el más grande odio humano para estrenar la más espantosa de las muertes. Fue tan grande este odio humano, fue tan grande y obsceno su desprecio a la vida toda, que invento esta muerte tan matadora.
Este niñito que cometió la peor travesura jamás ocurrida, este gordo hombre que derramo su obesa muerte al mundo, nos llenaron de un dolor tan grande que no habrá nada que pueda quitarlo hasta que se acabe el tiempo, nos causaron tanto espanto que nuestros corazones no volverán a estar tranquilos, quemaron tan profundamente nuestra tierra que no existe algo que la pueda sanar, provocaron un silencio tan inmenso que nunca más podremos callar.
Este gran odio y desprecio a la vida no pudieron, no podrán derrotar nuestra humanidad.
Gabriel García Salyano
San Cristóbal de las Casas, México
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