José Antonio Almazán
Contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se ha desatado una campaña de linchamiento tan descomunal que motiva la pregunta: ¿por qué tanta saña? Con un contrato colectivo de trabajo de a de veras y con una democracia basada en asambleas generales y en el voto universal, secreto y directo para la elección de sus dirigentes, el SME es casi un sueño para millones de trabajadores en México que carecen de organización gremial, o bien viven bajo el control del sindicalismo charril. ¿A esto obedece el odio visceral, comenzando por Calderón y su pianista, para aplastar el SME y a 45 mil trabajadores y 22 mil jubilados?, mediante un operativo combinado de uso brutal de la fuerza pública, violación sistemática de derechos constitucionales, pisoteo de la Ley Federal del Trabajo y de la norma laboral pactada entre las partes.
Las invenciones y mentiras de Calderón para extinguir Luz y Fuerza del Centro (LFC) no pueden ser ocultadas con una campaña mediática. El problema fundamental de la empresa es la compra de energía en bloque a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Le venden cara la energía y Hacienda la obliga a venderla a un precio por debajo de éste.
Así cualquier empresa tiene pérdidas. Además, en los últimos años, el presupuesto de LFC, de manera deliberada, viene a la baja, impidiéndole la modernización de sus equipos e instalaciones. Los trabajadores, sus salarios y prestaciones, a los que Calderón califica de privilegiados y onerosos, no representan siquiera 15 por ciento de los ingresos por venta de energía eléctrica.
El ingreso promedio de un trabajador electricista es de 250 pesos, contrastando con los privilegios de la alta burocracia del gobierno de Calderón, con salarios de 5 mil pesos al día, aparte de otros bonos e incentivos. Y qué decir de los ingresos de la oligarquía mexicana, que en promedio gana 5 millones de pesos diarios.
La saña de Calderón, que se apresura a decir que no tocará a Elba Esther Gordillo ni a Romero Deschamps, tiene que ver con un negocio para el cual el SME es un estorbo. Se trata del multimillonario negocio del llamado triple play. Resulta que las redes eléctricas y la fibra óptica, que suman mas de 30 mil kilómetros en CFE y mil 100 en LFC, y que son más extensas y potentes que la infraestructura de telecomunicaciones que monopoliza el segundo hombre más rico del mundo, pueden ser utilizadas, mediante la tecnología adecuada, para trasmitir imagen, datos y voz (televisión, Internet y telefonía).
La pelea entre Slim, Azcárraga, Gil Díaz y la española Telefónica, y la WL Comunicaciones, en la que participan Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens, dos connotados empresarios panistas que por añadidura fueron secretarios de Energía con Vicente Fox, es dura pero civilizada, para ver quién se queda con las concesiones de las redes eléctricas y la fibra óptica, que representarán un negociazo de miles de millones de dólares. Lo que no admiten es que un sindicato plebeyo haya logrado en la pasada revisión del contrato colectivo de trabajo que LFC, además de arrendadora de sus redes eléctricas en la zona más prometedora del centro del país (por su concentración demográfica y nivel de ingreso), pueda también ser concesionaria para brindar el servicio de triple play gratuito a millones de mexicanos.
La saña tiene que ver con un supernegocio, al que no se ha invitado al pueblo de México. Los que ya se frotan las manos con las concesiones no aspiran a utilizar el triple play para mejorar y fortalecer los servicios de educación, salud, vivienda, recreación y cultura a 36 millones de hogares mexicanos, como lo señalé en un artículo de El Periódico. Piensan en las pingües ganancias que obtendrán usufructuando las redes eléctricas que pertenecen a la nación mexicana.
En la saña contra el SME están los negocios, a los que no es ajeno Javier Lozano, desde su paso por la Cofetel. Pero en este odio de clase está también la vendetta política contra un sindicato democrático, nacionalista, que desde 1999 se opuso a la privatización de la industria eléctrica y en 2008 a la privatización del petróleo, y que desde su fundación –en diciembre de 1914– ha estado ligado a las mejores causas del pueblo de México.
El golpe es contra el pueblo.
http://www.jornada.unam.mx/2009/10/17/index.php?section=opinion&article=008a1pol
Contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) se ha desatado una campaña de linchamiento tan descomunal que motiva la pregunta: ¿por qué tanta saña? Con un contrato colectivo de trabajo de a de veras y con una democracia basada en asambleas generales y en el voto universal, secreto y directo para la elección de sus dirigentes, el SME es casi un sueño para millones de trabajadores en México que carecen de organización gremial, o bien viven bajo el control del sindicalismo charril. ¿A esto obedece el odio visceral, comenzando por Calderón y su pianista, para aplastar el SME y a 45 mil trabajadores y 22 mil jubilados?, mediante un operativo combinado de uso brutal de la fuerza pública, violación sistemática de derechos constitucionales, pisoteo de la Ley Federal del Trabajo y de la norma laboral pactada entre las partes.
Las invenciones y mentiras de Calderón para extinguir Luz y Fuerza del Centro (LFC) no pueden ser ocultadas con una campaña mediática. El problema fundamental de la empresa es la compra de energía en bloque a la Comisión Federal de Electricidad (CFE). Le venden cara la energía y Hacienda la obliga a venderla a un precio por debajo de éste.
Así cualquier empresa tiene pérdidas. Además, en los últimos años, el presupuesto de LFC, de manera deliberada, viene a la baja, impidiéndole la modernización de sus equipos e instalaciones. Los trabajadores, sus salarios y prestaciones, a los que Calderón califica de privilegiados y onerosos, no representan siquiera 15 por ciento de los ingresos por venta de energía eléctrica.
El ingreso promedio de un trabajador electricista es de 250 pesos, contrastando con los privilegios de la alta burocracia del gobierno de Calderón, con salarios de 5 mil pesos al día, aparte de otros bonos e incentivos. Y qué decir de los ingresos de la oligarquía mexicana, que en promedio gana 5 millones de pesos diarios.
La saña de Calderón, que se apresura a decir que no tocará a Elba Esther Gordillo ni a Romero Deschamps, tiene que ver con un negocio para el cual el SME es un estorbo. Se trata del multimillonario negocio del llamado triple play. Resulta que las redes eléctricas y la fibra óptica, que suman mas de 30 mil kilómetros en CFE y mil 100 en LFC, y que son más extensas y potentes que la infraestructura de telecomunicaciones que monopoliza el segundo hombre más rico del mundo, pueden ser utilizadas, mediante la tecnología adecuada, para trasmitir imagen, datos y voz (televisión, Internet y telefonía).
La pelea entre Slim, Azcárraga, Gil Díaz y la española Telefónica, y la WL Comunicaciones, en la que participan Fernando Canales Clariond y Ernesto Martens, dos connotados empresarios panistas que por añadidura fueron secretarios de Energía con Vicente Fox, es dura pero civilizada, para ver quién se queda con las concesiones de las redes eléctricas y la fibra óptica, que representarán un negociazo de miles de millones de dólares. Lo que no admiten es que un sindicato plebeyo haya logrado en la pasada revisión del contrato colectivo de trabajo que LFC, además de arrendadora de sus redes eléctricas en la zona más prometedora del centro del país (por su concentración demográfica y nivel de ingreso), pueda también ser concesionaria para brindar el servicio de triple play gratuito a millones de mexicanos.
La saña tiene que ver con un supernegocio, al que no se ha invitado al pueblo de México. Los que ya se frotan las manos con las concesiones no aspiran a utilizar el triple play para mejorar y fortalecer los servicios de educación, salud, vivienda, recreación y cultura a 36 millones de hogares mexicanos, como lo señalé en un artículo de El Periódico. Piensan en las pingües ganancias que obtendrán usufructuando las redes eléctricas que pertenecen a la nación mexicana.
En la saña contra el SME están los negocios, a los que no es ajeno Javier Lozano, desde su paso por la Cofetel. Pero en este odio de clase está también la vendetta política contra un sindicato democrático, nacionalista, que desde 1999 se opuso a la privatización de la industria eléctrica y en 2008 a la privatización del petróleo, y que desde su fundación –en diciembre de 1914– ha estado ligado a las mejores causas del pueblo de México.
El golpe es contra el pueblo.
http://www.jornada.unam.mx/2009/10/17/index.php?section=opinion&article=008a1pol
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