sábado, 10 de octubre de 2009

A LA VIEJA MARÍA

Vieja María, vas a morir,
quiero hablarte en serio:
Tu vida fue un rosario completo de agonías,
no hubo hombre amado, ni salud, ni dinero,
apenas el hambre para ser compartida;
quiero hablar de tu esperanza,
de las tres distintas esperanzas
que tu hija fabricó sin saber cómo.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
en las tuyas pulidas por el jabón amarillo.
restriega tus callos y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.

Escucha abuela proletaria:
Cree en el hombre que llega,
cree en el futuro que nunca verás.
Ni reces al dios inclemente
que toda una vida mintió tu esperanza.
Ni pidas clemencia a la muerte
para ver crecer a tus caricias pardas;
los cielos son sordos y en ti manda lo oscuro
sobre todo tendrás una roja venganza.
Lo juro por la exacta dimensión de mis ideales
tus nietos todos vivirán la aurora,
Muere en paz vieja luchadora.

Vas a morir, vieja María;
treinta proyectos de mortaja
dirán adiós con la mirada
el día de estos que te vayas.
Vas a morir, vieja María,
quedarán mudas las paredes de la sala
cuando la muerte se conjugue con el asma
y copulen su amor en tu garganta.
Esas tres caricias construidas de bronce
(la única luz que alivia tu noche),
esos tres nietos vestidos de hambre,
añorarán los nudos de los dedos viejos
donde siempre encontraban alguna sonrisa.

Eso será todo, vieja María.
Cuando el anuncio de descanso eterno
enturbia el dolor de tus pupilas,
cuando tus manos de perpetua fregona
absorban la última ingenua caricia,
piensa en ellos... y lloras,
pobre vieja María.
¡No, no lo hagas!
No ores al dios indolente
que toda una vida mintió tu esperanza
ni pidas clemencia a la muerte,
que tu vida fue horriblemente vestida de hambre,
acaba vestida de asma.

Pero quiero anunciarte,
en voz baja y viril de las esperanzas,
la más roja y viril de las venganzas
quiero jurarlo por la exacta
dimensión de mis ideales.
Toma esta mano de hombre que parece de niño
entre las tuyas pulida por el jabón amarillo,
restriega los callos duros y los nudillos puros
en la suave vergüenza de mis manos de médico.

Descansa en paz, vieja María,
descansa en paz, vieja luchadora,
tus nietos todos vivirán la aurora,
LO JURO.

Ernesto Ché Guevara

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