martes, 3 de enero de 2012

El ruido electoral

 Radio Chimia

La coyuntura en 2012 muy probablemente ocultará el país. La nube de miles de espots, los ríos de tinta, las toneladas de páginas de diarios (árboles muertos) invisibilizarán a los mexicanos de carne y hueso, sus problemas, sus vidas, sus muertes, sus muertos.
De por sí el poder ha convertido a los habitantes de México en bultos para practicar el tiro al blanco; materia prima para que la industria norteamericana venda municiones y armas; material de reserva para la industria de la guerra.
Ahora, invirtiendo el orden de fines y medios, los mexicanos se vuelven esclavos de las elecciones. No es una elección para que los mexicanos se expresen. Es un despliegue de soberbia mediática y despilfarro de recursos económicos para usar a los ciudadanos como insumos del gatopardismo sexenal.
Basta ver los espots y anuncios de televisión del Instituto Federal Electoral para constatar el desprecio con el que tratan a los mexicanos. Un mensaje perentorio para actualizar la credencial de elector (que por otra parte muchos actualizan por ser obligados a presentarla como única identificación oficial válida, rechazando otras igualmente válidas, o más, como el pasaporte y la cartilla del servicio militar) en el cual se exhibe a los "remisos" como personas sin nada que hacer; mentirosos que pretextan cualquier cosa para no cumplir su "deber ciudadano".
Ya no es el derecho ciudadano a votar, sino la obligación de un recluta para ir a ficharse. Y quienes no van, deben estar celebrando el cumpleaños de un perro disecado o esperando el crecimiento de una planta en una maceta. Los órganos electorales tienen tanto respeto por las mexicanas y los mexicanos como por sus votos: Ninguno.
Se han preguntado: ¿Por qué crece el amplio grupo de personas desinteresadas de su "derecho" electoral? ¿Por qué celebrar el cumpleaños de un perro disecado es más importante que sacar una credencial de elector cuyo valor está a la baja para muchos?
Los argumentos de derechas e izquierdas para apuntalar la obligación de votar no incluyen ninguna compresión para quien desusa el voto. Ya hemos comentado cómo la compulsión para votar será en gran medida producto de la guerra y del miedo a la violencia. Variantes del mismo chantaje serán lo que exhiban los candidatos de todos los partidos: Soy yo o la violencia. Pero ninguno da garantías de parar la violencia, una guerra de la que todos sus gobernantes, mujeres y hombres de poder, se han hecho cómplices. Véase si no los "operativos CONAGO".
No obstante, hoy todo es cálculo. Las víctimas por las que se guardó silencio en su momento, hoy son argumento electorero y escurridizo. El silencio cómplice de muchos se vuelve recuerdo cuidadosamente editado, para volver a las víctimas arma arrojadiza en la contienda.
Desde los indígenas asesinados en Acteal y los muertos, torturados e injustamente presos en Atenco, hasta las víctimas de la guerra de Calderón pasan del olvido y el silencio en que los dejaron en su momento los partidos, los candidatos y los operadores de toda suerte de "votos útiles", para que sus expedientes obren, sin su consentimiento, ahora como "argumentos" electorales. Sintomáticamente varios de esas víctimas son organizaciones que consciente y deliberadamente no participan en las elecciones.
La sola falta de respeto por la memoria de las víctimas muestra el utilitarismo de encuestas e intenciones de voto con el que ven los partidos a los mexicanos y mexicanas.
Elementos centrales para la vida del país como el Tratado de Libre Comercio, el Banco de México autónomo, la presencia de los militares en amplios aspectos de la vida pública (policía, calles, campos, medios), el intervencionismo del gobierno y del poder militar de los Estados Unidos, la grilla de las iglesias, católica y evangélicas, y muchos otros factores de poder real, fáctico (las mafias), los agresivos megaproyectos (minas, hidroeléctricas, industrias contaminantes) no están a discusión, son los supuestos inamovibles, incuestionables, temas tabú para derechas e izquierdas.
La guerra y las elecciones (como la "administración de la justicia", los "sistemas" de educación o de salud y las maquiladoras) operan como procesos técnico- burocráticos sin la voluntad de los "beneficiados". Se ofrece la posibilidad de reproducir el orden del poder, no de modificarlo. Las elecciones son un instrumento para optar entre miembros de una minoría política, pero no garantizan ningún control sobre los "empoderados".
Y lo peor es que en nombre de esa contienda, se polariza y divide cada grupo ciudadano contra otro, mientras que desde el poder no hay competencia electoral ni empresarial tal que impida la unidad los poderosos cuando necesitan defender sus intereses comunes.
Además, el grito de las víctimas no será escuchado. O será apenas un rumor apagado al fondo del barullo de los altavoces electorales. ¿Es casualidad que los pueblos indios de Chiapas, Guerrero, Michoacán, cuyas autoridades son representativas, rinden cuentas, son revocables, rotativas, son pueblos que están bajo asedio paramilitar y militar?
Sintomáticamente los procesos democráticos, de justicia, de toma de decisiones colectivas, están en México bajo ataque con la complicidad, el silencio, y hasta desvergonzados llamados a callarse, de los partidos y candidatos.

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