Víctor M. Quintana S.
No hay más remedio que volver a parafrasear a Cormac McCarthy, el excelente narrador de la frontera. Lo que pasa es que al menos en Chihuahua, y buena parte del norte, este no es un país para héroes… ni mucho menos para heroínas.
El martes 8 fue el turno del
héroe de Chihuahua, Álvaro Sandoval Díaz. Allá en su perdido Palomas, puerto fronterizo con Columbus, el 23 de enero se enfrentó a varios sicarios que venían por él y su familia por no pagarles
la cuota. Los repelió y ultimó a tres de ellos. Pero el 8 de febrero volvieron por él y lo asesinaron a tiros junto con su esposa Griselda Pedroza Rocha, pese a la
vigilanciade elementos de la policía estatal.
Así se han ido repitiendo los casos de los verdaderos héroes y heroínas de una guerra que ellos no declararon pero que sufrieron en carne de los suyos y terminaron pagando con su vida. Apenas anteayer se cumplieron dos meses del feminicidio, frente al palacio de gobierno de Chihuahua, de Marisela Escobedo, quien reclamaba el fin de la impunidad para Sergio Barraza, pareja y feminicida de su hija, Ruby Frayre.
Así fueron asesinados el 7 de julio de 2009 Benjamín Le Baron y su cuñado Luis Widmar en Galeana. Benjie condujo la gallarda movilización de su comunidad hasta lograr la liberación de su hermano Eric, secuestrado en mayo de ese año, y luego se convirtió en el dirigente de la organización de su pueblo para autodefenderse y organizar otros poblados.
Por eso cada vez son menos quienes tienen la valentía de denunciar o defenderse. No es fácil ser héroe o heroína cuando se tienen bocas que alimentar, familia que educar. Cuando se pone en riesgo la propia vida pero también la de los seres queridos. Los sicarios podrán ser repelidos, pero sus refuerzos o sus sustitutos siempre vuelven, más crueles, más letales. Los policías o los militares que abusan podrán ser denunciados, pero nunca falta una misteriosa llamada por teléfono pidiendo a quien denuncia “… que ya no le mueva”, que dejen de buscar al desaparecido, que dejen de acusar al que trajo la muerte con uniforme.
La guerra que se nos está imponiendo mata mucha gente, pero también quiere matar actitudes y disposiciones. Quiere suplir la confianza y la mutua ayuda como criterios básicos de la relación con los otros para suplirlos por el aislamiento y el miedo. Quiere apagar todo asomo de valor civil y altruismo. Intenta suprimir la capacidad de indignación, por una abdicación total al poder de las armas ilegítimas o legitimadas. Quiere castrar el origen síquico y social de la capacidad de rebelarse.
En una cosa coinciden el Estado que se eclipsa cuando de defender a la ciudadanía se trata y los criminales que dice combatir: uno y otros buscan imponer a la población el silencio. El silencio de los inocentes, el silencio de los corderos que se dejan matar sin chistar, para seguir con las paráfrasis.
Sin embargo, las heroínas, los héroes, estarán fatigados, diezmados, pero no aniquilados. Hoy mismo, Marisela, otra de las Reyes, cumple 9 días de huelga de hambre en Juárez. Hoy mismo activistas y defensoras y defensores de derechos humanos se reúnen, trabajan, se manifiestan, se rebelan, para que en este país siga habiendo lugar para héroes y heroínas.
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